La Memoria en pandemia

🗣️ Los Espacios para la Memoria cerraron sus puertas al inicio de la pandemia. Representantes de tres entidades cuentan cómo se organizaron frente al aislamiento y en qué condiciones se encuentran para retomar la presencialidad.

Al inicio de la pandemia, los Espacios para la Memoria se vieron obligados -al igual que todes- a cerrar sus puertas y quedarse en casa. Más de un año y medio después, algunos sitios como la ex-ESMA pudieron reabrir, mientras que otros todavía no tienen las condiciones sanitarias ni edilicias para hacerlo. Representantes de tres ex Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio cuentan a El Grito del Sur cómo lograron mantenerse activos durante el aislamiento y cómo encaran esta nueva realidad.

Museo Sitio de la Memoria ESMA

“La pandemia nos puso el desafío de tener que pensar cómo seguíamos existiendo y con la incertidumbre, en ese momento, de no saber cuándo se volvía a abrir el espacio”, dice a este medio Alejandra Naftal, directora ejecutiva del Museo Sitio de la Memoria ESMA, y señala que los Espacios “fueron concebidos para que las personas tengan una vivencia física y atraviesen con el cuerpo, que es algo irreemplazable”.

Al igual que la mayoría de las instituciones, las actividades del Museo pasaron a la digitalidad. Naftal cuenta que, entre otras cosas, mantuvieron “las clásicas visitas de las 5”. “El último sábado de cada mes hicimos una recorrida en primera persona con sobrevivientes y familiares. Después fuimos tomando voces de otras personas, como académicos, científicos, gente joven. Descubrimos que, en lugar de tener el límite espacial de 200 personas, teníamos a 600 que nos veían de todas partes del mundo”, afirma la directora de la entidad.

Ese crecimiento también se vio reflejado en las redes sociales. Naftal asegura que tanto en las cuentas Facebook, Instagram y Twitter aumentaron los seguidores y que las charlas, una vez subidas al canal de YouTube del Museo, tenían “muchísimas reproducciones más con el correr del tiempo”. 

Foto: Gentileza Museo Sitio de la Memoria ESMA

“Ahora estamos con una presencialidad cuidada. Tenemos un turnero en la página con un cupo de 15 personas por día que se cierra cuando llega al límite y se abre al día siguiente. Los sábados y domingos tenemos dos visitas. Lo que me impresiona es que se llena inmediatamente -celebra Naftal-. También habilitamos visitas especiales con clubes de fútbol o sindicatos que se contactan con nosotros y tenemos la agenda completa hasta fin de año. Son con todos los cuidados, cupos de 15 personas y se toma la fiebre al ingresar. Los espacios muy chicos, como Capuchita, no están habilitados”. 

Para la directora del Museo Sitio de la Memoria ESMA “nada reemplaza la presencialidad”, pero cree que “vamos hacia un modelo híbrido de funcionamiento”. “Lo positivo es que tenemos mucha más llegada con estas actividades. La pandemia nos abrió un panorama distinto de cómo trabajar la virtualidad”, reflexiona.

Virrey Cevallos

Pero la realidad de otros Espacios para la Memoria es muy distinta. “Una vez que se cerraron, los sitios no fueron mantenidos. Las condiciones de trabajo antes de la pandemia no eran óptimas, pero ahora se necesita una limpieza a fondo, una desratización, y esas cosas todavía no aparecieron. Todes tenemos ganas de volver, pero no en estas condiciones”, dice a El Grito del Sur Georgina Andino, trabajadora del Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio «Virrey Cevallos».

Andino asegura que “en ningún momento dejamos de trabajar” y que, al igual que otros compañeros, tuvieron que “repensar, resignificar y armar actividades por Zoom”. “Hicimos zooms para hablar de literatura y memoria, actividades lúdicas, culturales, encuentros con invitados. Teníamos un recorrido virtual y se armó uno nuevo, se armó un video y se tejieron muchos lazos”, enumera. 

La digitalidad permitió hacer actividades en conjunto con otros Espacios de la Ciudad de Buenos Aires, pero también con los que están ubicados en provincias como Córdoba, Tucumán o Mendoza. “Pudimos vincularnos más entre nosotres, participar de actividades, retroalimentarnos”, reflexiona Andino.

En Cevallos, además, funciona un programa de terminalidad de educación primaria que se mantuvo de forma remota. “Tenemos varias personas que egresan este año”, cuenta Andino.

Pablo Tesoriere, CPM, EPM Virrey Cevallos

La trabajadora del Espacio para la Memoria detalla que “una parte muy grande del público que se acercaba estaba vinculado a las escuelas de todos los niveles”. “Recibimos alumnos de mitad de la primaria, educación media, terciaria, universitaria, incluso con bachilleratos populares hemos hecho visitas nocturnas. Después teníamos las visitas nuestras a las escuelas. Esas dos patas muy fuertes fueron suspendidas”, lamenta.

Con el regreso lento de la presencialidad, Andino asegura que, además de las condiciones sanitarias y edilicias, se debe garantizar un protocolo. “Para les trabajadores estatales tenemos uno, pero necesitamos los elementos para cumplirlo y uno diferenciado para invitades porque en Cevallos no podemos hacer recorridos con más de 3 o 4 personas. El espacio es muy pequeño”, concluye.

Ex Olimpo

Isabel Cerruti, una de las coordinadoras del ex Olimpo, también manifiesta su preocupación por las condiciones edilicias y sanitarias de los Espacios. Al igual que los otros sitios, su actividad principal consistía en las visitas presenciales y el trabajo con las comunidades educativas porteñas, aunque siempre con una fuerte impronta y presencia barrial que lograron mantener a pesar de la pandemia. 

“Una de las cosas que hicimos entre 5, 6 sobrevivientes fue un glosario que constaba de una palabra asociada a un recuerdo o una emoción. Lo mandábamos por WhatsApp y ahora lo estamos reenviando porque el 16 de agosto de 1978 es la fecha en la que empezó a funcionar el centro clandestino”, cuenta Cerruti a este medio. En la actividad online que hicieron el año pasado por el aniversario lograron reunir a 3500 personas.

También se hicieron cursos, actividades con escuelas y presentaciones de libros a través de Zoom. “En la presentación del libro de una compañera había 300. Si lo hubiéramos presentado en el sitio sabemos que no vienen más de 100 personas un sábado a las 5 de la tarde”, opina. Además, se hicieron entrevistas a personas vinculadas a la recuperación de los sitios de la memoria. Todos los encuentros se subieron al canal de YouTube del ex Olimpo. 

“Hicimos un libro que se llama Posdata, que reúne historias de sobrevivientes del Banco y de Olimpo y que apunta la resistencia, la esperanza y la vida. Este año a unos compañeros se les ocurrió hacer un podcast que también se llama Posdata con los relatos abreviados. Hay personas que nos mandan mensajes muy emocionadas y con ganas de contar cosas que no habían contado. Esas devoluciones reconfortan”, afirma Cerruti.

Las visitas presenciales al ex Olimpo terminan en la sala Historias de Vida, donde hay carpetas con las historias de detenides desaparecides que estuvieron en el centro. “No tenemos todas las historias y las hacemos con ayuda de las familias. Eso lo seguimos haciendo por Zoom con las familias. Esas carpetas no se terminan porque siempre aparece alguien que dice ‘yo fui al secundario con esta persona’, aparecen fotos, información”, cuenta.

“La pandemia nos dio la posibilidad de que, aunque tengamos ‘la boca tapada’, poder generar la palabra con todas estas actividades. Todo esto es romper el silencio, que es lo que tenemos que hacer – sintetiza Cerruti-. Esto no es el pasado, los sitios de la memoria son un lugar de encuentro, de trabajo social, no es algo del pasado, sino que atendemos cosas del presente, como asistir ante situaciones de violencia institucional o hacer trabajo barrial. Todo lo que hacemos tiene como objetivo la promoción de los Derechos Humanos y eso es siempre actual. Los sitios de la memoria no le damos vuelta la cara a las cosas que suceden y las gestiones, sean del color que sean, tienen que garantizar la sustentabilidad de los sitios”.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.