Arroyos libres en la Ciudad: el agua bajo los adoquines

🌊 Una decena de arroyos surcan el subsuelo de Buenos Aires. El oficialismo porteño presentó un proyecto para liberar parte del arroyo Medrano. ¿Es factible pensar en una ciudad con cauces de agua a cielo abierto?

La mítica ciudad azteca de Tenochtitlan (la actual México D.F.) se construyó sobre un lago. Lima se levanta sobre un valle desértico y Caracas reposa junto al Waraira-Repano, una imponente montaña. Lo que muy pocos saben es que decenas de arroyos surcan el subsuelo de la Ciudad de Buenos Aires: el Vega, el Maldonado, el White, el Ugarteche o el Cildáñez, son solo algunos de los cursos de agua entubados que atraviesan la ciudad bajo tierra.

Debajo de la Avenida Juan B. Justo, de la calle García del Río en Saavedra, en Holmberg o por las napas subterráneas del Parque Indoamericano. Los cauces de agua están por toda la Ciudad. Ocultos pero no silenciosos: si un transeúnte atento se detiene sobre alguna boca de lluvia en el lugar indicado podrá escuchar la corriente, el rugido del agua bajo los adoquines. ¿Y qué pasaría si los arroyos de Buenos Aires fuesen libres, estuvieran desentubados, corrieran sin techo y al aire libre? Esa misma pregunta se hizo hace unos años Martín Civeira, un ingeniero civil con orientación hidráulica formado en la Universidad de Buenos Aires.

Martín viajó a Seúl y quedó impresionado: en la capital de Corea del Sur se ubica el arroyo desentubado más grande del mundo, unos seis kilómetros que dejaron al descubierto el arroyo Cheonggyecheon. A su regreso, Civeira comenzó a indagar sobre la situación de los arroyos porteños. Con la intención de llegar por fuera de los ámbitos académicos y especializados, en enero de 2020 abrió una cuenta de Instagram desde donde difunde información sobre arroyos, cuencas y ambiente en la Ciudad de Buenos Aires.

El caso de Seúl es excepcional: la cosmovisión asiática, el acelerado desarrollo tecnológico y la jerarquía imperante en las relaciones sociales permitieron que un arroyo (luego de la guerra de las Coreas) fuera un vertedero de residuos, se transforme en un cauce de agua al aire libre con espacios verdes en sus laderas. La historia se remonta al 1953, durante la posguerra y a la par de un inusitado crecimiento demográfico en la península coreana. Con migraciones internas y reacomodos urbanos, el gobierno comenzó a entender que las márgenes de los ríos y arroyos podrían ser pobladas. Sin embargo, estas nuevas urbanizaciones linderas a los cauces estaban sometidas a los vaivenes del agua y la ciudad: se inundaban con las lluvias, arrastraban residuos urbanos e industriales y terminaban funcionando como desagüe y vertedero. La contaminación y los desbordes llevaron a (la que se creía) la solución más efectiva: el entubamiento. Y para demostrar el avance y la modernización del país, los coreanos redoblaron la apuesta: sobre el arroyo entubado construyeron una autopista.

De este lado del mundo sucedió algo similar. Con el crecimiento de Buenos Aires, las márgenes de los arroyos fueron pobladas. Las orillas del Maldonado, por ejemplo, eran terrenos más accesibles para familias de bajos recursos que buscaban vivienda. «En Buenos Aires hay una docena de cursos de agua importantes, pero son arroyos de llanura, que cuando no llueven terminan siendo una especie de canaleta. Pero cuando caen lluvias importantes, se inundan los márgenes». Al no tener meandros o pendientes, el arroyo desborda e inunda. En La Boca, Paternal o Belgrano persisten los recuerdos de las importantes inundaciones de Buenos Aires, cuyo presunto control habilitó la euforia del expresidente Macri al grito de «No se inunda más».

En aras del progreso y con la premisa del dominio humano sobre la naturaleza, los arroyos de la Ciudad fueron absorbidos bajo el asfalto. «Pasamos de 200 km desentubados a solo 3 kilómetros», explica Civeira. La mejora en la calidad de vida fue evidente: el entubamiento no solo evitó las inundaciones, sino que también abonó a controlar el vertido de residuos de mataderos o industrias textiles a los arroyos. Pero muchos años después y al calor del debate ambiental, resurge la idea: ¿hay posibilidad de liberar los arroyos? ¿Permanece aún el agua bajo los adoquines?

El ejemplo de Seúl marca una pauta: en julio de 2003, el alcalde Lee Myung-bak prometió en su plataforma de campaña el desentubamiento del Cheonggyecheon. Poco importaron las protestas de los comerciantes y los vecinos de la zona, que jamás participaron del proyecto. Planeamiento estatal y verticalidad a la coreana. En dos años y tras desplazamientos poblacionales y demoliciones, la autoridades liberaron el arroyo y recompusieron el entorno natural. Las fotos dan fe de la nueva cartografía: un curso de agua corriente que atraviesa la moderna Seúl. Como consecuencia, se redujo un 2,3% el uso de automóviles particulares, aumentó el uso del autobús un 1,4% y se redujo la temperatura de la zona en relación a otros barrios de la capital.

De este lado del orbe, recientemente circuló un proyecto del oficialismo porteño que pretende desentubar una parte del arroyo Medrano, a la altura del Parque Saavedra. El Medrano es de los pocos arroyos donde todavía se puede pensar un proyecto de esta magnitud: sobre el resto de los cauces se levantan calles angostas y densamente pobladas, donde el desentubamiento sería un idea utópica pero irrisoria si se contempla el costo que implicaría pagar las expropiaciones de inmuebles e iniciar las obras. «Sin embargo, podés hacerlo en lugares como parques: en Saavedra o en Lugano, donde está el parque de la Ciudad, o incluso bajo el Parque Indoamericano, donde pasan arroyos y tenés mucho verde», agrega el ingeniero.

Puentes sobre el arroyo Maldonado (actual Juan B. Justo). Fuente: IG Arroyos libres

Civeira comenta que el proyecto en cuestión propone utilizar una parte del parque como cuenca amortiguadora, lo que permitiría bajar un poco el nivel del terreno para retener el agua en momentos de crecida e inundación. Algo similar a esto sucede en Parque Sarmiento, pero suele ser denunciado por les vecines que rechazan que algunas de las canchas de deportes del principal parque público de la Ciudad hayan sido destinadas para contener las crecidas de agua.

Arroyo Maldonado. Fuente: IG Arroyos Libres

Aumentan la biodiversidad, se acercan animales y crecen plantas autóctonas, permiten renaturalizar el ambiente e incorporan espacios verdes a la Ciudad. Las fortalezas del proyecto están a la vista. «Si dejás de molestar a la naturaleza se va regenerando. No te digo que va a ser un vergel, pero va a haber un área de humedal». Civeira señala que, igualmente, en muchos lugares del mundo los proyectos de desentubamiento tardan entre 5 o 6 años, incluyen consultas con vecines y negociaciones con financistas o auspiciantes por la gran dimensión que implica la inversión. Licitación, definición del proyecto, información pública, aprobación legislativa y debates ciudadanos. El proceso es largo, todavía no hay una fecha clara y la propuesta es aún tan solo una idea. Pero quien sabe, tal vez en algunos años, entre tanto cemento tendremos (algunos) arroyos libres surcando Buenos Aires.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.