Que la Ciudad de Buenos Aires es injusta no es ninguna novedad. Basta con observar algunas de las cifras oficiales que reparan en la calidad de vida para tener un panorama claro de cómo opera la desigualdad: según el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad de Lanús, una persona que nace en el sur de la Ciudad tiene una expectativa de vida ocho años menor que une vecine que nace al norte de Rivadavia. La pobreza multidimensional, la mortalidad infantil, el acceso a la vivienda y los servicios básicos se agiganta entre ambos márgenes de la Capital. Y, así también, las diferencias se replican en los resultados electorales.
La de 2019 fue una elección histórica para el peronismo: por primera vez se impuso en dos comunas de la Ciudad de Buenos Aires. La 4 y la 8, las más sureñas y las más postergadas, fueron bastiones electorales para el Frente de Todos. Pero quizá el dato más llamativo fue la derrota de Horacio Rodríguez Larreta en un barrio emblema de su gestión: la Villa 31. Pese a los monumentales créditos en dólares del Banco Interamericano de Desarrollo, con una urbanización envuelta en polémicas y pujas, y tras el traslado del Ministerio de Educación a la tradicional villa de Retiro, Matías Lammens dobló la cantidad de votos de su adversario en el circuito cinco de la Comuna 1: se impuso por el 62,67% contra el 31,94% de Larreta.
El resultado no fue gratis para el larretismo y la derrota le costó caro a Juan Maquieyra, titular del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), quien debió dejar su cargo para comenzar un derrotero que lo llevaría a revestir de manera interina como asesor de Larreta y luego recalar en el Vaticano, donde arribó para ponerse al frente de Fratelli Tutti, una escuela de formación política para dirigentes jóvenes. Las derrotas en política se pagan y a Maquieyra le costó el exilio.
Pero la 31 no fue el único ejemplo del rechazo de las villas a las gestión de Horacio Rodríguez Larreta. En el circuito 89 de la Comuna 8, donde votan les vecines de la Villa 20 y Lugano 1 y 2, el Frente de Todos sumó el 48,14% de los votos por sobre el 36,58% de Juntos por el Cambio. Y en la misma Comuna, pero en el circuito 88 -Villa Soldati-, donde votan los barrios Ramón Carrillo, Piletones, Fátima y Villa Cartón, Alberto Fernández obtuvo el 58,2% de los votos, una de las marcas más altas de toda la Ciudad. Rezagado, como en casi todo el sur de CABA, el macrismo sumó apenas el 27% de las adhesiones.
La cosa no termina allí: en la villa 21-24 de Barracas, el Frente de Todos también cosechó una victoria. En el circuito 47 de la Comuna 4, la alianza celeste cuadruplicó el número de votos del oficialismo porteño: 8361 a 2246. En porcentaje, un 68,68% por sobre un magro 18,25% del macrismo. Una de las marcas más bajas del oficialismo en todo el distrito. La diferencia sirvió y mucho en una comuna más que ajustada: en las generales, el Frente de Todos ganó en la 4 gracias a una ajustada diferencia de apenas 150 votos.
A una semana de las PASO, entre la pandemia y la apatía, con calculadora en mano y en unas legislativas que prometen traer sorpresas, en el peronismo porteño observan con lupa cómo se comportarán los sectores más postergados de la sociedad. El afán de representar a les más humildes comenzó en 2019. ¿Podrá extenderse más allá de las villas y los barrios populares? ¿Tendrá el Frente de Todos la capacidad de extender su frontera de representación más allá de los sectores más postergados? En solo ocho días tendremos respuestas a algunos de los interrogantes que configuran el complejo escenario electoral de la ciudad más rica y desigual de todo el país.
