El «resentimiento de los igualados» y un tiempo de disponibilidad y victorias temporales

🇧🇴 En las históricas escalinatas de Derecho, Álvaro García Linera habló sobre las derechas latinoamericanas, las nuevas demandas y el futuro de los proyectos populares en la región. "Las luchas por la igualdad tienen su contrarrevolución", dijo.

Si las escalinatas de la Facultad de Derecho de la UBA tuvieran su propia cátedra, podrían dar clases de Historia Argentina y Latinoamericana. Este sábado a la tarde, pasada la amenaza de lluvia y bajo un sol radiante, se escribió un nuevo capítulo de la prolífica relación entre las escaleras del portal universitario y los grandes líderes latinoamericanos. En el escenario donde alguna vez hablaran Fidel Castro y Hugo Chávez y bajo las puertas que atravesaron 15 presidentes argentinos, esta vez le tocó el turno de disertar a Álvaro García Linera, ex vicepresidente boliviano y uno de los principales referentes teóricos latinoamericanos del siglo XXI.

La velada fue impulsada por organizaciones políticas y estudiantiles y contó con una multitud de jóvenes que se reunieron con el objetivo de escuchar a quien fuera uno de los principales cuadros políticos e intelectuales del Proceso de Cambio boliviano. La presentación del evento estuvo a cargo de la legisladora Lucía Cámpora, quien precedió en el atril a Linera y reivindicó su histórica frase que ya se ha hecho consigna para gran parte de las fuerzas nacionales-populares, progresistas y de izquierda en Latinoamérica. «Se trata de luchar, vencer, caerse y levantarse», recordó la joven dirigente.

Luego sí, ya fue el turno de Linera. Camisa celeste, apuntes en mano y sonrisa sosegada, Linera comenzó caracterizando el accionar de las derechas latinoamericanas a partir del golpe de Estado contra el gobierno electo de Evo Morales. «Con el pretexto de fraude, dieron un golpe de Estado a un gobierno que había ganado por 600 mil votos». No había razones, explicó Linera, la razón era el resentimiento. Dio pie así a un análisis del comportamiento de las clases acomodadas en sociedades con gobiernos progresistas que pujan por la igualdad y la redistribución del ingreso. «¿Qué es lo que lleva a la derecha a tomar esa acción tan violenta, destructiva y antidemocrática? Las luchas por la igualdad tienen su contrarrevolución», sentenció.

Fotos: @juannoy_fotos

He aquí uno de los primeros nudos de la exposición de Linera. ¿Qué sucede con las clases privilegiadas cuando ven reducidos sus monumentales privilegios? «El resentimiento de los igualados» es la forma en la que el ex vicepresidente caracterizó al proceso por el cual las elites blancas y ricas, quienes se creían dueños del territorio y del monopolio de la administración del Estado, reaccionan ante el avance de derechos de las clases populares. Linera insistió en que la contraofensiva no surge porque los que siempre ganaron dejaron de ganar, sino porque los «otros» pudieron vivir mejor. Perder la dimensión del privilegio, o por lo menos reducirlo, fue el motor que juntó sangre en el ojo de los sectores medios y altos de Bolivia. «La lucha por la igualdad tiene un costo y uno lo tiene que prever. Los que tenían privilegios habrán de defender lo suyo. La derecha se atrincheró, se radicalizó y se racializó».

En las escalinatas de Derecho hay una multitud, pero casi no se oyen murmullos. La gente escucha expectante. En las gradas flamea una wiphala. «En la quema de la wiphala está la intención de deshacerse de los indios». El vendedor de pirulines y pochoclo -en un día de gran recaudación- también se desconcentra de su tarea y se pierde en las palabras del dirigente. «Las derechas son democráticas en tanto no se afecten sus privilegios de casta. En cuanto se ponen en riesgo, por la igualdad hacia arriba, se sacan el traje de demócratas». Y concluye su diagnóstico: «No es la misma derecha que la de principios del siglo XXI. En ese momento estaba golpeada. Hoy se ha vuelto una derecha enfurecida, que aglutina desde el resentimiento y la melancolía».

Entonces el recorrido de Linera llega al presente. Las derechas solo proponen un regreso romántico y conservador a un pasado que idealizan: sin distribución, con menos derechos, sin debates de género ni ambientales y sin ningún tipo de discusión por el origen o la socialización de las riquezas. Pero aquí es donde reside la riqueza del análisis del ex vicepresidente: el progresismo también empieza a mostrar sus límites temporales. Las reformas de primera generación fueron profundas y válidas, pero ya no son suficientes. Se vive un momento de estupor y parálisis. «Ni el neoliberalismo presenta un horizonte de largo plazo ni el progresismo presenta un horizonte para remontar la crisis pandémica y ambiental», sentencia. Un empate hegemónico en clave argentina, un tiempo paradojal y suspendido, como lo define García Linera.

Y he aquí una piedra angular del planteo: el tiempo suspendido, la ausencia de un horizonte, el agotamiento del proyecto neoliberal y las limitaciones propias del progresismo y las izquierdas, dan lugar a un momento de disponibilidad para nuevas creencias. Y en este estado de situación no existe una salida definida: la resultante del cruce de fuerzas puede oscilar entre un proyecto progresista así como también hacia un neofascismo, dice Linera. Pero tomamos nota: la necesidad de quienes apuestan por un proyecto de igualdad y redistribución es avanzar en batallas de segunda generación. «O se ajustan salarios o se ajustan riquezas». La fórmula parece antigua o evidente, pero es un hito al momento de pensar intervenciones en un tiempos complejos. Si no se avizoran grandes períodos de continuidad de los procesos transformadores, hay que apostar a las victorias temporales. Temporales, pero victorias.

Una reforma tributaria, la apuesta estatal por la economía digital, las metas concretas en la reducción de pobreza y miseria o la suspensión del pago de la deuda. «Una década de laboratorio». Un interregno de disputa en un tiempo de transición. De fondo, la discusión por los sentidos y la necesidad de crear un horizonte político que genere esperanzas en criaturas de fe como los seres humanos. ¿El motor inclaudicable de este proceso? La juventud. Linera cierra entre aplausos y ovaciones, los pibes y las pibas se agolpan para pedir su foto y la gran mayoría se queda agitando y cantando. Dejan las escalinatas todavía tibias, las mentes calientes y un final punk pero esperanzador: «No hay futuro pero tiene que haberlo. Y del lado bueno de la Historia».

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.