Un 12 de octubre de contrafestejo y derribo a Roca

🗿 Si esta fecha es motivo de fiesta para los privilegiados del ex sistema colonial, las víctimas siguen luchando por la reparación histórica. En América, la batalla contra el colonialismo tomó otra dimensión: el desmontaje de las estatuas de las figuras coloniales.

Bajo la solicitud de la Asociación Español Patriótica, el 4 de octubre de 1917 el presidente argentino Hipólito Yrigoyen decretó fiesta nacional el día 12 de octubre bajo el nombre «día de la raza» en honor a la fecha que Cristóbal Colón y sus hombres invadieron lo que hoy conocemos como el continente de América, para colonizarla, explotarla y exterminar a los pueblos originarios. En otra palabra, la fecha que los europeos iniciaron un largo y doloroso período de guerras, genocidio, saqueo, dominación y violaciones. El 12 de octubre de 1492. 

Si esta fecha es día de fiesta para los privilegiados del ex sistema colonial, las víctimas siguen luchando contra las herencias coloniales y por la reparación histórica. Desde los 90, en América la batalla contra el colonialismo tomó otra dimensión: el desmontaje de las estatuas de las figuras coloniales. 

Según varios frentes, esta batalla comenzó en 1992 cuando milicianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) atacaron y echaron abajo la estatua de Diego de Mazariegos al cumplirse los 500 años de la conquista española. La rebelión se prendió en varios lugares del continente. Esta lucha, tanto intelectual como simbólica, surgió también en contra de una de las figuras genocidas en Argentina, Julio Argentino Roca. 

‘(…) Los argentinos honrábamos a un genocida, a un racista y a quien había restablecido la esclavitud en la Argentina, en 1879, esclavitud a la cual nuestra increíblemente progresista Asamblea del Año XIII había eliminado adelantándose en décadas a Estados Unidos y a Brasil». (Osvaldo Bayer, 2010) 

El 10 de octubre de este año, se movilizaron varios intelectuales -entre ellos Marcelo Valko, autor del libro «Desmonumentar a Roca»- y distintas colectividades con banderas de la Wiphala y otras, con la palabra «Chau Roca» en la Plazoleta Ricardo Tanturi de la Ciudad de Buenos Aires, enfrentando al teniente general Julio Argentino Roca quien fue inmortalizado por un decreto de 1935 durante la vicepresidencia de su hijo, Julio Argentino Pascual Roca. 

Por otro lado, colectivos originarios organizan hoy un paro plurinacional denominado «Las Voces de los territorios» en contra del terricidio, el racismo y las violaciones de los derechos culturales y humanos de los 35 pueblos-naciones integrados del colectivo Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. 

«Hasta el dia de hoy entendemos que la colonización y el genocidio están vigentes en nuestro territorio. Vemos la situación de nuestras hermanas en el norte, donde son asesinadas de forma sistémica y silenciada. Las niñas están muriendo de hambre, de contaminación, debido al abandono del Estado argentino, a la falta de agua potable y la falta de hospitales. Tampoco nos permiten usar nuestras medicinas ancestrales porque no son legales. Empresas extranjeras están acaparando nuestros territorios con el aval del gobierno nacional y provincial», contó a El Grito del Sur Evis Millán, vocera del colectivo Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. 

Derribo de la estatua Diego de Mazariegos en el año 1992. San Cristóbal de las Casas, México

Del «día de la raza» al «día del Respeto a la Diversidad Cultural»

El grado de importancia de la cultura (o diversidad cultural) en la política argentina depende del gobierno, de su ideología y de los procesos políticos de la región. 

Durante el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, se reemplazó el «día de la raza» por el «día del Respeto a la Diversidad Cultural» mediante el decreto 1584/2010 publicado el 3 de noviembre de 2010 y en 2014, en su segunda gestión, la cultura se jerarquizó y se convirtió en Ministerio (Decreto N° 641/2014) por primera vez desde el regreso de la democracia. 

«Cuando surgió este paradigma de «raza» y «diversidad cultural» teniamos también otro contexto político en América Latina en esa época. Teníamos a Evo Morales, Pepe Mujica, Dilma Russeff, Hugo Chavez, Correa. Había una correlación de fuerzas de carácter ideológico en la región. Nuestra Latinoamérica era muy diferente. Ahí tomó cuerpo y mucho más sentido la patria grande. Hoy, después del avance de la derecha en la región, esto decayó de manera exponencial y justamente las derechas impulsan otros procesos que son más racistas y xenófobos. Creo que lamentablemente es ahí donde la Argentina perdió la batalla cultural», analizó Carlos Nazareno Álvarez, licenciado en Sociología (UNSAM), en diálogo con este medio.

En 2018, el gobierno de Mauricio Macri bajó la jerarquía del área cultural al convertirla en una Secretaría (Decreto N° 801/2018) dentro de un gigantesco ministerio que aglomeraba tres áreas: Educación, Cultura, y Ciencia y Tecnología. Éste fue finalmente deshecho por el presidente Alberto Fernández cuando llegó al poder en 2019. 

Algunos intelectuales creen que, después de los años 80, la cultura argentina y la diversidad cultural dejó de ser objeto de atención y de debate serio en la esfera política. El respeto a la diversidad cultural es solo una palabra débil que se escucha solo durante las campañas electorales y los 12 de octubre. ¿Qué programa impulsa el gobierno argentino sobre respeto a la diversidad cultural en las escuelas, en los vecindarios, en las universidades? ¿Qué tan efectivas son las políticas públicas del Estado argentino en materia de respeto a la diversidad? 

Estos testimonios son respuestas claras a las preguntas mencionadas más arriba: 

«Estoy en un colegio público donde hay muchas personas racializadas. Por lo tanto, en los contenidos de los libros, los juegos y las actividades escolares no me siento representada en ningún lado. Ni en las músicas. En todos los libros son solo personas blancas. Todo es super eurocentrismo. Jamás nombraron a mis ancestros/as y cuando los nombran es de forma negativa. Por ejemplo, en mi libro de historia cuentan la revolución haitiana de forma muy horrible. Hablan de matanza de blancos por los negros». Laureana Valdez, 17 años, afro-indígena, alumna de la escuela E.E.S N°9 Fragata Sarmiento de Castelar. 

«Algunos vecinos asocian nuestras prácticas religiosas con la brujería y la magia negra. Ésta va a seguir estando porque está ligado con la ignorancia de la gente y la ausencia de políticas públicas del Estado argentino con la cultura afro y originaria». Babalorixa Pedro de Igún, afroargentino, sacerdote de la casa religiosa de matriz afro «Ile Ase Osun Doyo».

«La migrante o la afrodescendiente siempre está etiquetada como la otra. A pesar de que somos muchas las migrantes en Argentina, no se siente la diversidad y la igualdad. Al contrario, se siente extranjerizada. Aunque obtendría la nacionalidad argentina, nunca me sentiría argentina porque voy a tener que pasar el resto de mi vida justificando que soy argentina con una cultura y acento diferente». L. V. Da Silva, migrante brasileña. 

«En los libros y planes de estudio de carreras de grado se nota mucho el racismo y la etnofobia. La carrera en la que trabajo se llama: licenciatura en gestión y desarrollo cultural. ¿Qué hay que desarrollar? ¿Por qué el progreso y el bienestar sólo se conciben desde el modo occidental? ¿Evolutivo? El preconcepto que subyace a esta noción de desarrollo es que las comunidades de personas de pieles negras o marrones del noreste (podríamos transpolar a otra provincia) tendrían prácticas culturales, rituales, creencias religiosas atrasadas y primitivas. Que no hablan lenguas sino dialectos, que no tienen religiones sino supersticiones. Es un concepto de desarrollo muy vinculado con el neoliberalismo que prescribe que hay una sola forma de ser avanzado, civilizado o de primer mundo. Ser desarrollado implica pautas culturales, creencias, lenguas, modo de evaluación que bajan desde el occidente». Silvia Noemí Sanchez, docente de Comunicación intercultural y ciudadanía (FADyCC/UNNE).

Personas de las colectividades afros, migrantes e indígenas concluyen que, a pesar de que muchas de las autoridades nacionales y provinciales son personas con títulos universitarios, esto no impide que sean incompetentes para luchar contra el racismo y la etnofobia ya que ellos son muy maletnoeducados, es decir, recibieron una educación racista y colonial. De hecho, lo reproducirán involuntariamente a través de sus políticas y discursos porque carecen de conciencia étnico-racial. 

Recientemente, el Concejo Deliberante de Bahía Blanca inició una votación pública para reemplazar el nombre del parque “Campaña del Desierto”, porque este nombre es una apología del genocidio de los pueblos originarios. Irónicamente, salió ganador el nombre “Julio Argentino Roca”, quien ejecutó estos crímenes en 1833 y principios de 1834. 

Incluso el Presidente de la Nación declaró públicamente que «los argentinos llegamos de los barcos de Europa», negando así la preexistencia de los pueblos originarios. Pese a excusarse, luego cometió el mismo error en su carta al decir que «producto de la historia de la esclavitud y de su emancipación también hay una presencia muy importante de las tradiciones africanas» afirmando así implícitamente que la expansión de la esclavitud fue algo muy útil y positivo en materia cultural para la Argentina. 

En fin, cuando miramos quiénes están a cargo de algunas instituciones públicas, no se ve más que contradicciones y racismo epistémico en su máxima expresión. Es el caso, por ejemplo, del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). La titular es la Dra María Magdalena Odarda, una mujer blanca, sin ninguna ascendencia vinculada al pueblo originario.

En conclusión, la única y efectiva forma de que los pueblos originarios, afrodescendientes, migrantes y activistas del pensamiento decolonial pueden hacer respetar la diversidad cultural es a través del contrafestejo, de los paros nacionales y del derribo popular de los símbolos de ex colonos, racistas y esclavistas en las ciudades y provincias de Argentina.

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