Volver al ¿futuro?

✨ Lejos de ser un hito, la salida de la pandemia se asemeja a la vieja normalidad pero con más ansiedades. ¿Qué herramientas tenemos y cuáles podemos articular para la vuelta a la presencialidad?

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Les envidioses dirán “llegaste tarde” pero, luego de un año y medio, la semana pasada me tocó volver a la oficina. Mi regreso triunfal no lo fue en el sentido estricto de la palabra. Como no pisaba el edificio desde el 16 de marzo de 2020, me di cuenta que había perdido mi tarjeta de ingreso, tuve un lapsus en el ascensor porque no recordaba el piso y el momento del almuerzo fue especialmente crítico cuando descubrí que el local de comida ahora era un supermercado.

Muches imaginamos la salida de la pandemia como si fuese un hito, un día y hora en particular en el que pasaría algo especial. Un evento, un anuncio, ¿una fiesta? Lejos de eso, la salida llegó sin bombos, sin fuegos artificiales, sin épica, como cuando se preveía que con el cambio de milenio los autos iban a volar y las computadoras a enloquecer pero todo siguió funcionando igual. A las cinco de la tarde mi día laboral terminaba muy parecido a uno de los de antes, sólo que ahora llevaba lentes con más aumento y una botella de agua reemplazando el mate que ya no tomo porque durante la cuarentena arranqué con gastritis nerviosa. 

“Me parece sumamente interesante que no se hable de vuelta a la normalidad sino de vuelta a la presencialidad”, explica Leda Martyniuk, psicóloga que pertenece a BALIMA, un colectivo de profesionales de distintos rubros que trabajan en intervenciones culturales en salud mental en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Así como nos costó tanto adaptarnos a la virtualidad, a crear nuevos espacios de contención y de privacidad, tampoco es tan sencillo desarmar todo lo construido para salir al exterior y hacer como si no hubiese sucedido nada”, continúa Leda. “Hoy se impone una contradicción, que es la cuestión de la comodidad e incomodidad. Ahora que vemos que todo se puede hacer desde casa ¿para qué voy a salir si puedo hacer lo mismo sin exponerme? Encontrarte con otro siempre es un riesgo porque tiene que ver con la contingencia, el azar, la palabra, el cuerpo”.

En términos generales, podría decirse que la nueva normalidad se parece bastante al mundo de antes con las dolencias de ahora: más ansiedad, más neurosis, peor vista, pérdidas de seres queridos y nuestra salud mental mucho más deteriorada. De los aplausos a las 21 hs pensando en que otro mundo es posible, a retomar la vida cotidiana tenemos la sensación de que estos casi dos años siquiera existieron, como si el ASPO fuera borrado de un plumazo. Las revoluciones sociales, económicas, urbanas que iban a llegar quedaron truncas. O latentes, optimismo mediante. 

Ilustración: Harriet Lee Merrion

Sin embargo, el retorno a las juntadas sin tope de personas, los recitales, los boliches, los cumpleaños, los subtes y las reuniones presenciales, tienen un saborcito agridulce, como si regular la perilla social se hubiera convertido en una tarea más compleja. ¿Hablé mucho? ¿Hablé poco? ¿Entré demasiado rápido en confianza? ¿Me reí demasiado? Es que estamos sedientes de amigues nueves, de experiencias nuevas, de charlas, de salidas, de música y de movernos luego de pasar casi dos años en modo ahorro de energía.

“Cuando pensamos la vuelta a la presencialidad -tanto laboral como social-, hay una cuestión que es ¿la vuelta a qué?, ¿cómo volvemos? ¿Qué estrategias a nivel colectivo acordamos para transitar nuevos marcos para compartir y enfrentar los sufrimientos y malestar que, sin patologizarlos, están?”, se pregunta Andrea Baldani, psicóloga especializada en epidemiología e integrante de BALIMA. “Pareciera que hay una cuestión de que se vuelva y se vuelva rápido y esté todo okey y en realidad hay un signo de pregunta enorme que poner y una discusión colectiva que dar”.

Entre la atracción magnética del sillón y la adicción a las pantallas, la cuarentena; que en un momento se nos presentó como una ruptura a nuestro cotidiano; fue lenta y silenciosamente convirtiéndose en la norma. Esta capacidad de adaptación que elaboramos como mecanismo de supervivencia, genera que la presencialidad; vestirse, tomar un subte, ir a reuniones, bares, cumpleaños; se nos haga cuesta arriba. Ese sobreesfuerzo incluye el común denominador de que todos y todas portamos ahora huellas pandémicas imborrables. 

Ilustración: Harriet Lee Merrion

“Se está hablando ya de la post pandemia cuando en realidad no tenemos idea de lo que efectivamente es la post pandemia, apenas estamos volviendo de nuevo a ver qué es esto de encontrarte con otros, de ir a una oficina, de inventar cosas nuevas para relacionarnos. Yo noto mucho más miedo al encuentro que entusiasmo o espontaneidad. Si bien no podemos generalizar, cuando la gente tiene miedo suele recluirse en su lugar más conocido y placentero y es lo que está sucediendo”, dice Leda. 

Sobre la salud mental, Andrea aclara que aún tenemos que producir información para afrontar el hecho traumático de manera colectiva y exigir políticas públicas. Asimismo, enfatiza en no dejar de lado que el home office puede ser una arma de doble filo que se extiende como pulpo sobre todas nuestras ocupaciones: “Necesitamos poner en agenda estas preguntas en torno al límite entre trabajo y disfrute. A veces ante las urgencias, la salud mental suele quedar para después pero esto es un gran problema que no puede esperar. Si no se trabajan las condiciones de sufrimiento y malestar pueden ir creciendo y devenir en algo patológico. Cuando desde BALIMA decimos que queremos poner la salud mental en la agenda de lo cotidiano también pensamos en producir información desde el sur global. Recabar cómo padecemos en nuestros territorios y cómo respondemos a esos padecimientos”.

Por su parte, Leda entiende que tras el aislamiento se le esté dando mayor relevancia a estos temas que siempre fueron el último orejón del tarro. “Antes, hasta no llegar a explotar nadie iba a un psicólogo o un psiquiatra a pedir ayuda. Yo creo que la pandemia visibilizó todas estas problemáticas pero sobre todo visibilizó el hecho de que la salud mental nos atañe a todes. Poder compartir con tus amigos, tener tiempo libre, no responder mensajes laborales a las 9 PM, hacer ejercicio físico, dormir la cantidad de horas suficientes, también es salud mental”.

Llevamos sólo un año y medio hablando de post pandemia, un concepto bebé que, según Google Trends, casi no se había googleado hasta mediados del 2020. En nuestra cabeza, la realidad no termina de completarse de significado porque no podemos mirarla a la distancia: somos nosotres les protagonistas y teóricos de nuestro tiempo, estamos en medio de la post pandemia mientras aún vuelven algunos rebrotes. Es difícil ensayar recetas únicas de cómo se debe volver, de cuánta ansiedad está bien sentir, de qué niveles de intensidad social debemos manejar. De forma lenta, rápida, desmesurada, tímida o errante, cada une lo hará con sus herramientas subjetivas. Pero de forma colectiva: compartamos pareceres, elaboremos sentires porque el lugar a donde estamos llegando se parece mucho a nuestra casa, pero no es la misma. Somos turistas, seamos un contingente que explora en un safari, pero a la par. Como siempre, la salida es colectiva.

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Emilia Pioletti

Cordobesa nacida y criada. A lo que ustedes llaman “libritos”, yo les digo “criollitos”. Comunicadora Social (UNC), Comunicación Política (FLACSO) y parte de La Tinta (Córdoba). Escribo un newsletter, hice mucha radio, amo la merienda y soy aficionada a un montón de cosas.