«19y20», apuntes para revisitar la crisis

🎨 Curada por Natalia Revale y Loreto Garín, la muestra "19y20” en el Centro Cultural Haroldo Conti se propone mapear el escenario artístico antes y durante la crisis del 2001.

La bola bala, Colectivo Arde!, 2005

“Un mundo en donde quepan muchos mundos”, dice la premisa zapatista en la cual Loreto Garín y Natalia Revale -artistas, curadoras e investigadoras- se basaron para crear “19y20”, la muestra que se exhibe hasta marzo de 2022 en el Centro Cultural Haroldo Conti. Partiendo de archivos personales, registros de prensa y reconstrucciones históricas, las jóvenes se propusieron mapear el escenario político, social y cultural de fines de los ’90 y principios de los 2000 para caracterizar el clima que derivó en la mayor crisis de nuestra historia reciente.

Con más de una treintena de autorías, entre colectivos artísticos, agrupaciones políticas y fábricas recuperadas, «19y20» es una puesta en tensión del dispositivo museístico y una invitación a analizar las genealogías de lucha que continúan hasta el presente. «No se trataba solamente de recuperar la función social del arte acompañando las luchas de un cuerpo social en crisis, sino también de intervenir las narrativas opresivas y reinventar los circuitos de socialización y distribución de la cultura», explica el texto de sala.

En diálogo con El Grito del Sur, Revale y Garín analizan derivas y continuidades de la escena cultural de principios de siglo y la institucionalización de las practicas artísticas.

Foto: Centro Cultural Haroldo Conti. Natalia Revale y Loreto Garín

¿Cómo surge la idea de esta muestra?

Natalia: A  partir de la invitación del CCMHC de realizar una exposición sobre la efeméride, decidimos comenzar trabajando sobre nuestra propia experiencia, en juego con un primer anillo de colectivos artísticos y  organizaciones sociales, para reconstruir la escena del 19 y 20 de diciembre del 2001, mostrando que no había una sola narrativa posible. Esto llevó a que elijamos diferentes interlocutores que fueron ramificando los diálogos y ayudando a trazar recorridos atravesados por ejes temáticos: territorios, capital financiero, místicas, memoria, violencia institucional, hambre cultural y ¿trabajo? También nos permitió reentablar vínculo con gente con la que hace muchísimo tiempo no estábamos en contacto pero sabíamos que era parte del mapa artístico de la época. Lo que queríamos destacar era cómo la calle se había transformado en un terreno fértil para la experimentación, cómo ese cuerpo social fue encarnando un laboratorio artístico frente a un escenario cultural viciado

Loreto: Es interesante porque, por lo general, lo primero que te piden las instituciones es el nombre de los artistas que vas a mostrar, pero nosotras decidimos empezar por los conceptos, analizar las narrativas del momento. Buscamos obras que tuvieran una relevancia, sabiendo que contábamos con un corpus muy amplio. Nos interesaba generar una activación de los archivos visuales de estas manifestaciones callejeras entendiendo que las prácticas no comerciales del arte perviven a través de sus registros.

Siendo fruto de prácticas colectivas, la mayoría de las obras no tienen una única autoría. ¿Qué les sucedió con eso?

Loreto: La discusión sobre la autoría tiene muchos años en el mundo del arte y va a seguir teniéndola. En las prácticas de fines de los ’90 hay una fuerte inclinación por la autoría colectiva, inclusive colectivos y artistas que eligen no firmar sus acciones.  Nosotras sabíamos que estábamos narrando hechos históricos y sociales que tuvieron una participación masiva de sectores que se nutrían mutuamente. Más que centrarnos en la autoría utilizamos los epígrafes para contextualizar las obras históricamente; más que destacar grupos, plasmamos la configuración simbólica del momento; más que nombrar individuos, quisimos reflejar cómo se disputó una narrativa sobre el rol social del arte, que hasta ese momento se había dejado de lado tras la derrota de los ’70 y los intentos revolucionarios.

Natalia: Para nosotras era justo e interesante mostrar la multiplicidad de personas detrás de cada acción y darnos cuenta de que justamente lo más rico fueron las diferentes participaciones que sostuvieron las acciones en el tiempo. Muchas de éstas tienen que ver con la insistencia, con sostener una práctica, ajustarla, hacerla efectiva, pensarla respecto a las épocas históricas y la realidad política, social y cultural.

Foto: Centro Cultural Haroldo Conti. Obra: «Cabezas» Azul Blaseotto, 2003

En la muestra hacen énfasis en las genealogías artísticas y políticas con especial importancia en el contexto de los ’90 que fue forjando el estallido social. ¿Por qué?

Loreto: En una sociedad de mercado, el arte se ha convertido en algo endogámico que ve poco de los otros mundos que están alrededor. Nosotras venimos de una camada de artistas que tiene relación con el contexto social e histórico y por eso consideramos que analizar el 2001 sin contemplar el Plan Cóndor y el recrudecimiento de las políticas neoliberales sería muy naíf. Si bien las dictaduras latinoamericanas fueron fundamentales para los avances del neoliberalismo, la realidad es que estos se fortalecieron en democracia. Las genealogías y los cruces también sirven para entender cómo impactó el 2001 en la vida de los jóvenes. Caracterizar la necesidad de participación política de fines de los ’90 permite deducir porqué las prácticas artísticas se volcaron a las calles y no a los museos en un momento donde empieza a haber una masificación de la cultura de mercado con muestras como ArteBA, el teatro de revista o la apertura del Malba.

Hacen una mención especial a la perspectiva de género y el rol de las mujeres y disidencias. ¿Por qué? 

Natalia: Lo que intentamos hacer, a partir de pequeños señalamientos, es mostrar que dentro de los movimientos sociales y piqueteros se empezaron a gestar los feminismos populares que ya se estaban forjando pre 2001. Esto se da tanto desde la incorporación de compañeras que militaban desde el feminismo y pasan a ser parte de los movimientos de trabajadores desocupados, como desde las propias compañeras  de los barrios que sostenían los comedores, los cortes de ruta y los acampes. También fue una invitación a pensarse desde nuevos roles al interior de las organizaciones, la toma de la palabra, y la presencia de los cuerpos.

Loreto: Dentro de la misma cronología aparece fuertemente el rol de protesta de los movimientos trans y travas que en ese momento luchaban contra los edictos policiales. Durante algunas entrevistas para la muestra nos contaban las protestas frente al congreso, previo a que aparecieran los jubilados; y que recién en el contexto de la crisis de 2001 la sociedad llegó a entender la precarización de la vida en la que estos colectivos estaban sumidos históricamente. Hay una función pedagógica y una transformación muy fuerte hacia los movimientos de Derechos Humanos a partir del cruce con la diversidad. Por ejemplo, a fines de los 90 en los volantes de H.I.J.O.S empieza a aparecer la arroba en vez de ellos/ellas o la relevancia de figuras como Marlene Wayar, Lohana Berkins y agrupaciones como La Fulana.

Foto: Centro Cultural Haroldo Conti. Obra: Taller Popular de Serigrafía

¿Por qué entienden que dos décadas después es necesario revisar los sucedido el 19 y 20 de diciembre del 2001?

Natalia: Esta muestra es casi un déjà vu en algunas cuestiones. Al día de hoy, parte de los hechos que se narran en la exposición son muy actuales y vuelven a estar en ebullición con el avance de las derechas en el continente. Desde una óptica personal nos permite tomar distancia respecto a nuestras propias prácticas artísticas, mapeando devenires y continuidades y rescatando los ecos de esos procesos de acción colectiva. Muchas de estas luchas fueron reciclándose y hoy las podemos ver en el auge de movimientos como los feminismos y la lucha ambiental, que son formas de seguir canalizando la necesidad de cambio y de denuncia.

Loreto: A veinte años del 2001 hacer este tipo de exposición en un espacio institucional es muy complejo, porque la mayoría de las producciones que se muestran surgen de personas y colectivos que en ese momento eran fuertemente anti institucionales, espíritu de la crisis de representación política de aquel momento. Lo que complejiza la exposición y produce un debate dialectico que pervive dentro de los movimientos sociales. Sin bien a partir del 2006 hubo una vuelta a la credibilidad del sistema democrático de las mayorías, en la actualidad la mayor parte de los debates y pugnas se dirimen en las urnas empujando que en el congreso se debatan e integren dichas demandas, sin importar el posicionamiento político, como es el caso de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, las leyes por acceso a la tierra, etc. Sin embargo, los movimientos sociales, feministas, indígenas y piqueteros siguen usando el ejercicio de la manifestación para hacer visible de injusticias actuales, muchos colectivos o artistas que integran 19y20, persisten acompañando y visibilizando esas luchas, tanto en las calles como en espacios institucionales del arte

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Dalia Cybel

Soy curadora e historiadora del arte. Escribo y edito sobre géneros en El Grito del Sur. Tengo un newsletter con nombre de dibujito animado y una hija gata que se llama La Jefa
@orquidiarios