El Gobierno toma aire mientras busca sintonía fina para lo que viene

📦 El Frente de Todos encontró, sobre todo en las remontadas de la Provincia de Buenos Aires, Chaco y Santiago del Estero, una bocanada de aire luego de haber quedado grogui tras la trompada de septiembre. Cuál será el tono dominante del capítulo que se inaugura y tiene su próximo mojón en 2023, está por verse.

La mitad del país votó al Frente de Todos en 2019 con la esperanza de mejorar su calidad de vida, fuertemente pauperizada tras los cuatro años de Mauricio Macri y elenco. Aunque comparar elecciones ejecutivas con legislativas es metodológicamente poco recomendable, resulta inevitable pensar en los apoyos que consiguió el Gobierno en su génesis y los que logró conservar ahora, tras dos años de gestión. El mensaje de buena parte de sus votantes es claro: no te elegimos para esto. Salarios por detrás de la inflación, pobreza en crecimiento, alimentos, ropa y transporte cada vez más caros. La campaña de vacunación y la buena respuesta del sistema sanitario frente a la pandemia, los dos ejes sobre los cuales versó la campaña del oficialismo en las primarias, no fueron razón suficiente para despertar entusiasmo en el electorado. La sociedad concibe esos aspectos como derechos adquiridos de antemano, y no como valores positivos que merezcan el reconocimiento a través del voto.     

Las elecciones generales legislativas del 14 de noviembre marcan el fin de una etapa y el comienzo de otra en el escenario político argentino. El Frente de Todos encontró, sobre todo en las remontadas de la Provincia de Buenos Aires, Chaco y Santiago del Estero, una bocanada de aire luego de haber quedado grogui tras la trompada de septiembre. Cuál será el tono dominante del capítulo que se inaugura y tiene su próximo mojón en 2023, está por verse. Tanto el oficialismo como su principal oposición encuentran elementos que alimentan sus expectativas de cara al futuro. También las fuerzas más extremas, a izquierda y derecha del tablero. La calidad de vida de las mayorías, la pulseada entre la cotidianidad y la macroeconomía, la posibilidad tangible de un futuro mejor tejida con los hilos de un día a día menos desmoralizante, será la clave para inclinar la balanza rumbo al próximo recambio presidencial. Hablando un poco más de economía y de futuro que de pandemia y de pasado, el oficialismo halló oxígeno. Pareciera que es por ahí.

Dentro de la materia de lo no interpretable, los datos centrales: el oficialismo perdió el cuórum propio en el Senado, lo cual es un retroceso en términos de poder político. La oposición no sumó más votos en términos totales que hace dos años. El Frente de Todos, en cambio, sí. No obstante, lo cual: el recorte de diferencia en la Provincia de Buenos Aires deja a un gobierno de pie y en mejores condiciones para la pelea que se viene. Sus fuerzas vivas (gestiones municipales, sindicatos, organizaciones sociales, militancia política) mostraron capacidad territorial para recuperar aquellos votos que se fugaron en las primarias a manos de otras listas o del ausentismo. A modo esquemático, el escenario queda planteado con dos grandes polos: uno de centro izquierda en su versión nacional popular, otro de centro derecha, y dos variantes extremas hacia un lado y otro, el Frente de Izquierda y Avanza Libertad, que hicieron buenas elecciones en términos numéricos, lo cual habla de cierto hastío de una parte de la población con los actores mayoritarios de la disputa.

En la Cámara de Diputados no se alteró la correlación de fuerzas. Todavía hay que esperar el escrutinio definitivo, pero los números indican que a partir del 10 de diciembre, el bloque que conduce Máximo Kirchner tendrá entre 118 y 117 diputados, uno o dos menos que los 120 de hoy. Juntos por el Cambio, por su parte, contará 116 o 117 bancas entre macrismo, radicalismo y la Coalición Cívica, uno o dos más que en la actualidad. Aquella idea de quedarse con la presidencia de Diputados, esbozada por algunos referentes opositores, y de esa manera colarse en la sucesión presidencial, quedó archivada. Aunque queden empatados, el bloque que responde al Gobierno está en mejores condiciones de conseguir apoyo de bloques más pequeños, siempre propensos a intercambiar fichas con los oficialismos.

Párrafo aparte merece Cristina. Es imposible analizar la recuperación de votos del Gobierno sin los movimientos que desplegaron ella y su espacio luego de las PASO. Aquella carta, que fue por muchos leída como agresiva y detonadora de la unidad del Frente de Todos, reordenó las piezas propias y, luego del sacudón inicial, colocó al oficialismo en una posición de mayor iniciativa. El cambio de gabinete subsiguiente, y la modificación de un discurso que hasta entonces venía muy atado a la agenda de la oposición y del establishment, descuidando su base electoral, dotaron de mayor fortaleza a la coalición gobernante. Si bien no se recuperó totalmente, hoy el gobierno de Alberto Fernández aparece más vital que en aquellas semanas confusas de septiembre.

En la Provincia de Buenos Aires, el gobierno de Axel Kicillof tiene más de una razón para ser optimista. A la recuperación de algunos distritos clave del conurbano se le suma el nuevo escenario de paridad que tendrá con la oposición en el Senado bonaerense, clave para la gobernabilidad. Hasta la elección de ayer, el espacio macrista tenía mayoría. Con los nuevos resultados, oficialismo y oposición quedan con 23 bancas cada uno, y el desempate queda en manos de la vicegobernadora, la matancera Verónica Magario.

De cara a 2023, todo parece indicar que en ambos polos principales de la discusión política habrá intensa disputa por liderar y aspirar a colocar el candidato a la Presidencia. Hay quienes hablan ya de una gran PASO panperonista para dentro de dos años. ¿Será? De cualquier manera, se volverá determinante la capacidad del Gobierno para mejorar la calidad de vida de las mayorías populares en los dos años que le quedan por delante. Si no llega a ese objetivo, difícilmente podrá aspirar a una revalidación en las próximas elecciones presidenciales. 

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