“No me toques, no me gustan las negras”

🥵 La mujer blanca que discriminó a una oficial de la Policía de la Ciudad podría ser multada con apenas 4 mil pesos. Un repaso por el racismo en Argentina y la ausencia de penas.

El 3 de noviembre pasado, justo en el mes de los afroargentinos/as y de la cultura afro en la esquina de la Avenida Federico Lacroze y Freire, en el barrio de Colegiales, una mujer blanca agredió a un mujer policía. “No me toques, no me gustan las negras, soltáme, me da asco». Este hecho fue filmado y viralizado por los vecinos y obligó a presentar la primera denuncia por racismo ante la Fiscalía PCyF 22. De inmediato, la fiscal Mariela De Minicis actuó de oficio e inició una investigación por infracción a las normas en materia de discriminación. Pero la oficial no encontrará justicia.

Las únicas sanciones previstas por la legislación argentina contra el racismo son una ofensa en sí mismas. La denuncia fue realizada en base a la ley 23.592 y del Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dos leyes débiles (o absurdas) en materias penales en contra del racismo. Mientras que la primera no prevé ninguna sanción penal contra el racismo de un individuo a otro, la otra, en el artículo 70, dice: “Quien discrimina a otro por razones de raza, etnia, género, orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique exclusión, restricción o menoscabo, es sancionado/a con dos (2) a diez (10) días de trabajo de utilidad pública o cuatrocientos ($ 400) a dos mil ($ 2.000) pesos de multa”.

La viralización de los insultos racistas y clasistas de una mujer blanca a la oficial no sólo devela la desigualdad sistémica que existe entre los civiles y los oficiales ante la Justicia, sino ¿por qué la Fiscalía número 4 archivó el caso de Angie Lafleur, la mujer embarazada que fue desalojada sin orden por un agente de policía de Buenos Aires por ser negra y embarazada? Casos de racismo como éste no trascienden porque justamente las víctimas son africanas, afromigrantes, afroargentinos. 

Pero esta vez es distinto. ¿Cómo reparará la Justicia a la oficial? ¿Con 4000 pesos? ¿Condenando a la mujer a dos días de trabajos comunitarios? ¿Esto impediría seguir dañando a otras personas de clase baja o racializadas?

La oficial es también víctima del racismo (inconsciente) de sus colegas. ¿Por qué sus compañeros satisfacen el capricho de la mujer blanca y alejan a la mujer policía? ¿Cuándo los gobiernos incorporarán en las currículas oficiales de los programas de formación de las fuerzas de seguridad contenidos específicos sobre racismo, tal como los obliga el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el marco del asesinato racista de José Delfín Acosta Martínez por agentes de policías?

Ahora bien, volvemos al tema central: ¿Cómo la negación del racismo puede afectar a otras personas o colectivos no afros?

Reflexiones sobre la consecuencia negación del racismo argentino

Los europeos empezaron a pensar el racismo como un problema grave seriamente en medio del siglo XX cuando los nazis empezaron a aplicar sus políticas raciales en detrimento de las mismas personas blancas durante la Segunda Guerra Mundial. Masacraron millones de hombres, mujeres y niños judíos y de otras minorías solo en base base a criterios físicos. ¿Por qué? Eduardo L. Menendez responde: “Hasta la Segunda Guerra Mundial, los diferentes racismos estaban legitimados a nivel local más allá de que estuvieran cuestionados científica y legalmente, en casi todos los contextos aparecía como un problema menor o directamente no aparecía como problema”.

En Argentina existe una amalgama muy fuerte en el uso de la palabra “negro/a”, ya que no sólo se refiere al color de la piel, sino además a la clase social. El punto común de estas dos formas del uso de este término es el racismo, ya que el desprecio o discriminación de alguien por su clase social en vez de su color de piel (etnia) es clasista, un fenómeno heredero del racismo. Los insultos clasistas/racistas a nivel individual – como en el caso de la chica blanca racista de Núñez contra la oficial de policía – es minimizado porque muchos argentinos lo ven sólo en un nivel micro. ¿Y si miramos los insultos clasistas/racistas a nivel macro a través de un hecho histórico argentino?

Los términos clasistas “negros” o “cabecita negra” eran insultos a las personas de clase baja de provincias del norte argentino que migraron hacia la Ciudad de Buenos Aires en la década del ‘40. Pero ese odio causó un atentado en la Plaza de Mayo del 15 de abril de 1953 durante un acto de la CGT y mató a 6 personas, mientras que hirió a otras 90.  Aunque hoy en día generalmente es más conocido por su causa ocasional (motivos políticos), su principal motivo no era otro que el odio de las personas por sus clases sociales, lo cual no es fundamentalmente diferente del atentado de Tulsa o “Wall Street Negro” en Estados Unidos.

Los discursos e insultos clasistas/racistas son peligrosos cuando no son castigados seriamente por las leyes. Este vacío no sólo los legitima, sino que además deja la posibilidad a cualquier persona con poder militar, político y/o mediático de hacer daño a pobres, negros y también toda la sociedad. Como relata Guillermo Korn, desde hace años antes del atentado, estos argentinos eran tratados como “negros de mierda”, extraños, salvajes, barbaries, brutos, analfabetas, invasores sin que existiera pena jurídica alguna. Esto derivó en un atentado, amenazando la seguridad interna del país.

En 1953, una bomba explotó en la estación Plaza de Mayo.

Al igual que el machismo, lo que debemos temer no son los racismos/clasismos, ya que son cosas imborrables en las páginas de las historias y que se aprenden inconscientemente, diría Sigmund Freud que borrar el inconsciente es borrarse a sí mismo. Debemos luchar en contra de su amalgama con el bullying, su banalización, su minimización, su generalización, su invisibilización, su tolerancia y propagación en los medios y espacios de poder. Cuando el individuo racista se enfrenta a la ausencia del sujeto racializado como los africanos originarios, busca otro objetivo para expresarla. Roxana Guber señala que “los argentinos son racistas (…), inventan un nuevo tipo de negro, el criollo mestizo de origen provinciano”.

En definitiva, si el Estado argentino no endurece las leyes contra las discriminaciones raciales/sociales es inevitable que transforme en algo trágico, tal como lo demuestra la historia. 

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