Santa Maradona, el patrono de los pibes

⚽🙇‍♂️ La historia de Verónica, una artista platense que fabrica altares para Diego.

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Detrás de cada santo o santa popular hay personas que le construyen altares, lo veneran de múltiples modos y hasta hacen arte para propagar su fe (y si no, escuchen las versiones de temas de Gilda en la voz y la guitarra de Leo García en YouTube). Y detrás de cada una de esas personas, hay una historia.

La de Verónica, por ejemplo. 

Hablamos, claro, hoy, 25 de noviembre, de Maradona, ese santo Dios que supimos construir (y destruir), y que hoy seguimos pensando, con la luminosidad de su halo (su pelota, su palabra) y todas sus oscuridades, aun las más abyectas (no por eso dejamos de pensarlo). 

Verónica Sánchez Viamonte es artista plástica y profesora de Arte en la Universidad Nacional de La Plata (la ciudad que hoy contiene uno de los estadios rebautizados con su nombre: el de Estudiantes, ex Estadio Único, hoy Diego Armando Maradona). A Verónica, la muerte de Diego la cambió. Aunque en realidad, ya había cambiado mucho antes. 

“El primer altar –cuenta la artista devota- lo hice en homenaje a Diego y a mi abuelo. Yo me crié con mis abuelos porque mis viejos están desaparecidos y mi abuelo en el 86 le hizo un altar al Diego con una foto del diario, que puso arriba de un mueble, y le ofrendaba pastel de papa, tarta de jamón y queso, un pucho, un vino, chocotorta, todo lo que íbamos comiendo le separaba al Diego para que rindiera para el Mundial. Cuando murió mi abuelo, unos años después, yo hice un taller de grabado y había que hacer un proyecto personal. Entonces elegí hacer un retablo de Diego, y usé cositas de mi abuelo, clavitos de su taller, pedacitos de cuero, maderitas. Y así fue el altar que tengo en casa”. 

En la ritualidad popular, la transa con el santo es íntima y personal. Pedidos, ofrendas, ese intercambio es parte de la práctica devota, no siempre confesa. En el caso de Verónica, asegura, “no le pido, converso. O por ahí comparto con él deseos, que es una manera de pedir. Que por favor este finde sea lindo, que me vaya bien en este trabajo. Pero es más un momento de charla con un amigo que un pedido. No sé si cumple o no, pero puede ser que sí. Converso tantas cosas que es difícil saber si me cumple”.

Y no puede faltar el milagro, aunque Verónica prefiera hablar de magia: “En un partido de Argentina, habíamos puesto sobre las puertitas del altar una bandera argentina de nylon. En el altar hay cosas de Diego, billetes, fotos de la familia, de todo un poco. Nos habíamos juntado para ver un partido del Mundial en el que Diego era DT. Y en un momento hace un gol Messi y se prende fuego el altar. Habíamos puesto una velita debajo de la bandera. Fue algo mágico”. 

Pero los altares no quedaron solo en la casa de Verónica. De la puerta saltaron a las redes, a la cuenta Santa Maradona, en Instagram y en Twitter, donde personas mandan fotos con sus altares maradonianos, y donde Verónica vende los que fabrica como artista. No solo en forma virtual. También, como parte del proyecto, existen las versiones de Maradona como santo patrono que, por ejemplo, se mudó a la entrada del hogar del padre Hugo Cajade.

“Los pibes del hogar del padre Cajade, algunos lo conocían, otros no. Un chico, por ejemplo, tenía tatuado un barrilete en el gemelo. Todos lo tienen como protector. Está a la entrada del lugar, una quinta donde viven, alejado del centro de La Plata, y está custodiando la puerta. Es una imagen de Diego pibe, y lo pusimos sobre todo para que nunca dejen de perseguir sus sueños, los pibes”, dice Verónica que también reflexiona sobre su santidad. 

Hay un santo patrono del potrero y, también, de la gloria en las representaciones de Verónica.

“Hay un montón de tipos de fans: los que lo veneran por su juego, por lo que decía, y los que lo santifican. Es un ídolo popular y los argentinos tendemos a convertirlos en santos. Es para tenerlos con nosotros, son santos contemporáneos con los que convivimos, como Gilda, Rodrigo. La Difunta Correa y el Gauchito Gil son más de otra época, pero son referentes que existieron y nos evocan desde distintos lados. Yo creo que Diego nos dejó muchas cosas en que pensar y muchas cosas de que aprender. Y fue tan empático, tan cercano, siempre un igual, que eso generó que lo sintamos como parte de la familia o como un amigo, aunque nunca lo hayamos conocido. Yo no puedo separar a Diego como persona de Diego jugador de fútbol. Diego como persona era grande, además de que era el mejor jugador. Así como él plantaba su posición, se lo bancaba, sostenía sus argumentos y se enfrentaba a quienes se tenía que enfrentar sin que le tiemble la mandíbula, eso lo hizo grande. Yo lo veo como un referente en muchas cosas. Y en esto de santo”.

No sorprende por eso cuando Verónica dice: “Yo no soy creyente para nada, pero los creyentes dicen que Dios está en todos lados, en el aire, en los objetos, y yo creo que en ese sentido Diego es Dios porque está en nuestros corazones, en nuestras risas. Cuando mataron a Lucas González cuando venía de entrenar al fútbol, muchos pensamos qué diría Diego en este momento. Está en todos los objetos, en todos los murales, está en las calles, en todos lados. Yo no soy creyente y digo: Bueno, ahí está Dios“.

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