«Yo nena, yo princesa», una invitación a hacerse cargo

🎞️ La película sobre la historia de Luana, la primera niña trans en obtener su DNI bajo la ley de Identidad de Género, conmueve a grandes y chiques en más de 60 salas del país.

El sol pega contra el piso de cemento pintado de verde. Luana está intentando patinar, son sus primeras clases. Sus patines de cuatro rueditas son de color rosa y combinan con las rodilleras. A su alrededor, las chicas van y vienen con fluidez. Ella se cae y se levanta. Vuelve a intentarlo, espera unos segundos. Afuera su hermano Federico le grita: ¡levantate, levantate! La mamá la observa. Lo vuelve a intentar y cae otra vez hasta que aparece una adolescente que le estira los brazos y la levanta. La conexión de sus miradas es instantánea. En esa escena, Luana se levanta a sí misma con esa fuerza que la caracteriza.

Esta es una de las escenas que más emocionan de la película “Yo nena, yo princesa”, dirigida por Federico Palazzo y basada en el libro del mismo nombre que cuenta la historia completa de Luana, la primera niña trans en recibir, a los seis años, su documento de identidad según la ley de Identidad de Género.

Producida por Grupo Octubre, Arco Libre, Tronera Producciones y la Universidad Nacional de La Matanza, el largometraje se empezó a rodar el 12 de abril de este año y tiene a Eleonora Wexler y Juan Palomino como actores principales. Respecto a Eleonora, elegida para interpretar a Gabriela Mansilla, madre de Luana, el director del film asegura que fue “por su compromiso actoral pero también porque es una auténtica trabajadora, una buscadora de la verdad” y asegura que en ese sentido “se amalgamaron”.

Además, con el personaje de Isabella, “Yo nena yo princesa” se consagra como la primera historia de una niña trans contada por otra niña trans. La elección de la joven surgió luego de que Palazzo la conociera en la Asociación Infancias Libres, que preside Mansilla, donde lo primero que le dijo fue que quería ser actriz porque de esa manera la niñez iba a ser más feliz. 

“Yo solo me dediqué a indicarles la fuerza con la que había que imprimir las manos para levantarse de verdad y que se sienta el esfuerzo, el resto era permitirse observar a través de sus ojos. No hacía falta demasiada inducción para llegar a ningún lado. Se admiraban y era notorio”, recuerda Federico, quien escribió la escena donde Isabella y Luana están juntas, un sueño que no sabía si se iba a poder concretar.

A Gabriela, la mamá de Lulú, le parece que esa escena de la película es la más simbólica y que refleja la lucha colectiva. “Es como si la misma comunidad travesti trans, las adultas, ayudan a esa niñez a levantarse, a empoderarse y caminar. Como también fue un impulso lo de la ley que dejaron las compañeras para las nuevas generaciones. Para que Lulú pueda existir existió la lucha que impulsó la ley de identidad de género”.

Asimismo, Mansilla cuenta que Luana está muy contenta con la película y que fue la forma que ella tomó para presentarse ante el mundo, de decir acá estoy, esta soy yo porque nadie la conocía, nadie había visto su rostro. “La cuidé de la exposición porque era muy niña. Ahora es una adolescente y puede ser partícipe de su propia historia”. 

Si bien estaban muy ilusionados con el estreno de la película, que fue el 28 de octubre, ambes aceptan que no sabían cómo iba a reaccionar la gente con la vuelta a los cines, ya que la cuestión sanitaria y el avance de las plataformas digitales no ayudan.

Durante dos horas, la película permite a sus espectadores pasar por todos los estados: desde la risa con algunas ocurrencias de Luana, hasta la bronca por los prejuicios de la sociedad y sin dejar de llorar de emoción con cada uno de los logros de esta pequeña gigante que está en todo momento acompañada por su mamá. Antes de finalizar la película, aparecen una serie de fotos que muestran toda la transición de Luana, elegidas por la propia Lulú.

Con presencia en más de 60 salas, este film resalta el respeto por la voz de la niñez y la identidad como derecho humano básico y fundamental. También destaca la lucha que hace posible que hoy Lulú pueda estar donde está, siendo ella misma.

Una obra conmovedora que refleja la vida real e invita a la reflexión. Muestra que esto existe, que hay otros niños y niñas trans que desde el año y medio empiezan a manifestar su disconformidad con su cuerpo. ¿Qué vamos a hacer como sociedad con todo lo que elles tienen para decir?

Yo nena, yo princesa, es una invitación a hacerse cargo y enfrentarse a nuestros propios prejuicios.

Compartí

Comentarios