2001, una crisis cantada

🎼 El libro, que acaba de salir en formato ebook, propone un recorrido por la música que acompañó y atravesó el estallido político, económico y social del que se cumplen veinte años.

“Fue tan profunda la crisis que no hubo género musical que no haya respondido con alguna obra”, cuenta Martín Liut, investigador, docente y compilador de 2001, una crisis cantada (Gourmet Musical). “No pasa siempre y es un repertorio que en un punto es incómodo”.

Desde el tango al rock, del heavy metal al folklore y desde el pop al jazz o a la cumbia villera, la escena musical de fines de los ´90 y principios de los 2000 dejó su marca en canciones que narraron el contexto y los acontecimientos, en algunos casos invitando a la acción y a la participación política, “inclusive en géneros habitualmente ajenos a mezclar arte y política o compromiso social”.

2001, una crisis cantada surge de un proyecto de investigación de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad del Litoral. “Había muchas canciones que estaban dando vuelta antes y después de la crisis, pensamos en hacer un mapa de ese repertorio”. Se viene (1998) de Bersuit Vergarabat; La casa desaparecida (1999), de Fito Páez; El enemigo (2001), de Luis Alberto Spinetta; Industria Argentina (2003), de Damas Gratis y El ángel de la bicicleta (2005), de León Gieco, son algunas de las diez canciones que en el libro se analizan en profundidad. “Quisimos mostrar que el arco es mucho más amplio en el tiempo. O sea, desde 1995 hasta el 2004, 2005, tenemos un repertorio de canciones específicas que fueron acompañando los vaivenes de esa crisis”.

Para el autor, el nombre del libro tiene doble acepción: “por un lado, por cómo la música habló de esa crisis y además cómo los artistas fueron marcando que se venía esta explosión”.

Martín Liut

¿Cuáles son las características del ‘repertorio de la crisis’?

Es un repertorio denso y complejo. Durante los ’90, las canciones son augurios: gente que está diciendo “esto está todo mal”, están alertando sobre algo que va a pasar. Otros, incluso, hacen una invitación a la acción como en “se viene el estallido”, una canción que en realidad no se compuso para el gobierno de De la Rúa, sino que fue por el final del gobierno de Menem, o sea que el augurio no fue tal. Pero lo que pasa es que esa canción, como lo que pasa con la música popular, son canciones que están disponibles y la gente la usaba en las fiestas, en las mesas de los partidos políticos. Había una cosa de mala onda y mal clima y esa canción funciona como una herramienta de invitación a la acción. Luego, el 19 y 20 de diciembre específicamente, lo que hay es un paisaje sonoro de la protesta. Lo vimos mucho a través de la tele, de los movileros. Tenés los ruidos de la represión, los caballos corriendo, las madres en Plaza de Mayo, los vidrios rompiéndose, la gente golpeando chapas y cacerolas a la noche, los cantitos “Ar-gen-tina Ar-gen-tina”, “Qué se vayan todos”. Hay una música de la protesta que forma parte de la acción política. Por último, yo encuentro que hay dos cosas: por un lado, la canción popular argentina se enfoca en digerir lo que pasó, digerir el trauma. Hay canciones que reflexionan sobre eso, por ejemplo Argentina 2002 de Palo Pandolfo, que es una canción cortita y que es una especie de cuartetazo, que dice De qué te sirve / de qué te sirve si todo cae. Y el otro tópico importante son las canciones como memoriales, como recuerdos. El Ángel de la bicicleta de León Gieco es un homenaje a Pocho Lepratti, militante social que es asesinado en Rosario y que justamente sus últimas palabras fueron bajen las armas / que acá solo hay pibes comiendo, esa canción es un memorial en el sentido fuerte del término. El otro caso es una canción bellísima, que no es tan conocida, de Jorge Fandermole, uno de los líderes de la trova rosarina, que se llama Junio, es un homenaje a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán de seis minutos. Es una canción dolorosísima, muy difícil de escuchar y no ponerse a llorar.

¿Qué hallazgos sobresalen al estudiar la música de esos años?

Constatamos que a medida que va avanzando la década del ’90 y que el malestar social va creciendo, los artistas van produciendo canciones, y no solamente los artistas vinculados al canto comprometido de protesta. Uno empieza a encontrar que hasta en géneros que habitualmente no se dedican a la reflexión social, a medida que la crisis avanza le dedican alguna canción específica. Por darte un ejemplo, Miguel Mateos en el ’95 canta una canción que se llama El argentinito, en el medio de la televisión de la década del ’90 y dice No manden comida / no manden medicinas / no manden nada a Somalia / mándenlo a Tucumán. En el ‘97, ‘98, ‘99, hay tangos, folklores, Raúl Carnota compone un tema que se llama Fin de Siglo que muestra el clima de pesadumbre que había en esa época; en la música pop, Marcela Morelo compone una canción que se llama Argentina te quiero, en donde reflexiona sobre la gente que se estaba yendo del país; en el jazz, que uno dice es una música más cool y demás, Eleonora Eubel le dedica una canción al FMI, Mr. Devil number six, en un tono pendenciero, eso es interesante. Yo creo que la crisis del 2001 se fue cocinando a fuego lento y fue tan trasversal que todo el mundo terminó reaccionando, pero no ocurre siempre así. Lo que hicimos nosotros fue un mosaico, siempre aparece una canción nueva para el repertorio. Nos interesaba mostrar cómo cada artista según su edad, según el género musical en el que trabaje y según su trayectoria, respondió a la crisis, con las herramientas que tenía, eso era interesante verlo. Otro ejemplo inesperado, en el año 2001, es lo que pasa en el Teatro Colón, donde se hace un ballet sobre la obra Estancia, de Alberto Ginastera, una obra clásica de la música nacionalista argentina, del campo, pero que deciden trasladar al presente y entonces en un momento se ve una escena de piquete en la coreografía. Efectivamente el coreógrafo también se estaba dando cuenta de lo que estaba pasando y el Colón no podía ser una isla, de hecho la puesta fue polémica porque hubo gente que se ofendió, porque “cómo vas a traer la realidad adentro del escenario del Colón”. Ahí ves cómo hasta un artista vinculado a la danza clásica, estaba tomando nota de que lo que estaba pasando era muy grave y que tenía que responder inclusive desde la danza a ese fenómeno. No hubo artista que no fuera interpelado, aparte porque también en muchos casos ellos mismos estaban atravesados por las crisis.

En el libro sostienen que hacia final del siglo XX el rock nacional tenía un lugar hegemónico y “una aspiración programática de asumirse como legítimo portador de una identidad argentina” ¿Por qué fue así?

El rock ocupa un lugar central porque tiene mucha más capacidad de enunciación y paradójicamente en los ‘90 tiene mucha potencia económica por su centralidad, el soporte de la industria discográfica y la visibilidad mediática, entonces te encontrás con un tema como La Casa desaparecida, de Fito Páez, que está en el disco “Abre” de 1999, que es una canción que dura once minutos y medio y cuyo estribillo es Qué paso en la Argentina / es la casa desaparecida. Está diciendo qué está pasando en este país que se había planteado en la vuelta de la democracia dar de comer, educar y curar y no lo está pudiendo hacer. Después esto avanza. Hacia 2001 es La Mosca con Hoy estoy peor que ayer pero mejor que mañana, una canción que dice que no nos van a quitar la triste alegría de bailar. El videoclip tiene una murga en medio de una ciudad deteriorada, eligen locaciones donde está todo hecho pomada, porque la crisis a partir de ‘98 en adelante había generado una desocupación galopante y entonces esta banda, vinculada a la fiesta, se detiene a hacer una canción que es bailable y la podes cantar saltando, aunque sin embargo está diciendo algo está mal. Y esto va in crescendo hasta llegar a la crisis. En algunos casos no es un repertorio que esté todo el tiempo sonando, como sí se viene el estallido que quedó muy asociada a la musicalización del 19 y 20.

¿Por qué esa canción hoy puede usarse con otra significación?

Las canciones tienen vidas sociales inesperadas a veces. Se viene tiene un truco, no dice de quién es el estallido, entonces está disponible para que un grupo de libertarios se pueda apropiar de esa canción y usarla con fines que no fueron pensados en su contexto original. Y ahí viene la cuestión de las vidas sociales de las canciones que, no contenía a los libertarios pero sí tiene una cuestión respecto a la ambigüedad de cuál es el estallido y en qué consiste, que hace que esté disponible para que alguien la pueda tomar. Hay mucha historia de eso en el mundo de las campañas políticas. El caso famoso de Born in the U.S.A., de Bruce Springsteen, que es un tipo de izquierda y Ronald Reagan, candidato republicano, quiso usar esa canción. Claro dice Born in the USA, el estribillo parece festivo, pero tuvo una disputa ahí respecto del uso.

Martín Liut

¿Qué pasa en ese entonces con la cumbia villera?

La cumbia villera estaba en su apogeo pero vinculada más a la cuestión de lo microsocial, o sea lo que pasaba en el cuerpo a cuerpo, con la policía, el delito, las mujeres. Industria Argentina, el tema de Damas Gratis es interesante porque es una canción un poco desplazada del género y en esa canción hablan de la Argentina, hablan directamente de los políticos. Aparece el discurso antipolítica de “políticos de porquería se robaron todo lo que quedaba”. Es interesante que para esa canción Lezcano invita a Fidel Nadal, entonces la canción no es una cumbia villera, sino que es un ska o un raggamuffin. Dentro del repertorio de Damas Gratis esa canción está desplazada. Hasta ese momento, la cumbia villera venía hablando de cosas microsociales y ahí dicen “pará, hablemos de la Argentina”. El otro caso es Mala Fama, que tiene una canción que se llama Argentina también, no solamente hablan del barrio sino de lo que está pasando.

¿Hoy la música habla de lo que está pasando?

En la actualidad hay dos cosas: por un lado una crisis económica renovada, la vuelta al FMI y un dato importante: cómo las canciones populares conforman un archivo que está a disposición de todos. No solamente del musicalizador de radio sino de los propios artistas que tienen su repertorio y lo pueden tomar y el público, la gente que lo pude recuperar. La música popular tiene una riqueza enorme. Por otro lado, yo creo que hay que ver qué va a pasar con el repertorio de la pandemia. Están empezando a salir discos de gente que estuvo haciendo música mientras estaba encerrada, creo que va a generar otro tipo de reflexión. Eso nos va a disparar a un montón de preguntas sobre cómo procesa la sociedad y cómo los artistas nos acompañan porque Spotify y las plataformas crecieron un montón en cuanto a la cantidad de escuchas. O sea que evidentemente la música juega muchos más papeles que el mero entretenimiento. No es solamente ponerla de fondo.

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