Chala Rasta: 30 años de reggae nacional (y ninguna canción sobre la marihuana)

🎶 Pioneros de la música reggae en Argentina, la banda del sur del Gran Buenos Aires continúa vigente luego de tres décadas en las que forjaron un estilo y un mensaje propio. En esta entrevista repasan su trayectoria, sus canciones políticas, recuerdan los días del 2001 que inspiraron un disco entero.

El reggae music gozó de distintos períodos y afinidades con el público de nuestro país, de mayor o menor cercanía y acompañamiento de parte de la industria, según se fueron sucediendo los hits radiales, como «El amor se cae» de Los Cafres; los festivales de grandes marcas, que dedicaban una fecha entera al género; o los cantantes estrellas, que reunían todos los atributos del estereotipo rastafari, como por ejemplo Dread Mar-I. Si a mediados de la primera década del ’00 hubo una especie de boom, unos años después el género parece haber perdido terreno entre el público joven, seducido como nunca por la escena indie y por la explosión del hip-hop y el trap.

Pero Chala Rasta siempre estuvo y puede decir que siempre estuvo del mismo lado, como suelen repetir sus integrantes en algunos de los recitales que brindan por estos días, luego de volver de su tercera gira por Centroamérica. Y una curiosidad: ninguna de sus letras, a pesar del nombre de la banda, hacen referencia a la marihuana. “Es como cantarle a la milanesa con papas fritas”, dirá su cantante, Christian Gordillo, en esta entrevista. Viento en contra o a favor, la banda sigue izando la bandera del reggae luego de tres décadas recorriendo escenarios.

Surgidos en el invierno de 1990, cuando casi no había música reggae en Argentina, pronto encontraron su lugar apoyándose en las giras por la Costa Atlántica y por la Patagonia. Esa especie de ritual que repiten todos los años durante dos meses y medio los posicionó con un público fiel y federal, interpelado tanto por sus canciones de protesta como por sus ritmos bailables.

En la zona de Lanús y más allá, entre Remedios de Escalada y Lomas de Zamora, a Gordillo lo saludan desde la vereda cuando va con su camioneta hacia el ensayo. Por esos pagos creó la banda junto con Alejandro Fernández, bajista de Chala hasta el año 2002. Durante los noventa, Chala Rasta publicaba sus canciones grabadas en cassettes, recién en el año 2000 grabaron su primer CD, “Gondwana”, al que le siguieron “7mo Hijo”, “Caza de Brujas”, “Cinturón Vacío” e “Hijos del sol”, los que dejaron las piezas más celebradas de la agrupación. Luego vendrían “Quijotes”, “Hombre de barro” y “Flores del desierto”. Hoy preparan sus próximas producciones acorde a los tiempos, uno o dos singles para presentar por Spotify, quizás con algún video.

 “El nombre ‘Chala Rasta’ fue para dejar en claro que hacíamos música reggae en un momento en que no abundaba. Pasaba que la gente venía a los recitales y te pedía canciones de Pappo, de Los Redondos o de Los Ratones Paranoicos. En ese momento era así, la gente no escuchaba reggae, quisimos poner un nombre que indicara el género”, indica Christian.

“Cuando nos armamos en el ‘90 no había bandas de reggae, Los Cafres ya estaban pero nosotros no los conocíamos, todavía no eran masivos. Estaban Los Pericos que habían arrancado fuerte con un disco en el ‘87, ‘88 pero después ya bajaron, y además el reggae nuestro era otra cosa, no apuntaba a eso”, agrega.

¿Cómo fueron esos primeros años?

A nosotros nos fue bien de entrada, porque hacíamos un plan de laburo. Cuando tocábamos acá en el barrio, venían los amigos como siempre, pero marcamos la diferencia cuando fuimos a la Costa de gira, porque teníamos un repertorio de muchos covers. Nosotros recién nos armábamos y teníamos cuatro o cinco temas nuestros y después hacíamos temas de Bob Marley, o la parte de reggae de Sumo, de Las Pelotas. Lo tomamos desde ese lado para que a la gente le guste el recital y de paso íbamos mostrando nuestras canciones, y así nos fue muy bien en un momento en que en la Costa tampoco había muchas bandas dando vueltas. Era una novedad lo que hacíamos nosotros. Tocábamos en la playa, no existían esos recitales que hay ahora en donde el Gobierno te pone un escenario y junta veinte mil personas, eso fue de los ‘00 para acá, antes no había. No había recitales gratis en la playa.

¿Se puede decir que hubo un boom del reggae?

Sí. Yo lo marco cuando vinieron los Wailers por primera vez, que debe haber sido 2001, 2002. Imaginate que los trajeron al Hangar de Liniers, un lugar para dos mil personas a pleno y quedó la misma cantidad afuera. Adentro había tres mil, porque estábamos uno encima del otro y la gente que los trajo no esperaba eso, si no hubieran ido a un lugar más grande directamente. Eso yo lo marco como un hito, ahí el reggae se volvió masivo, después de eso hubo un montón de festivales de reggae, cosa que ahora no hay. Eso fue un boom que levantó.

¿Cómo ves la escena del reggae actualmente en la Argentina?

Es muy importante y te das cuenta cuando vas afuera. Se escuchan muchas bandas argentinas, porque la verdad es que hay buenas bandas y hay mucha variedad. La escena reggae bajó un poquito, pero está muy buena. Yo te puedo asegurar que en un momento, capaz que ‘04, ‘05, nosotros hacíamos publicidad en los suplementos de música y veías quién tocaba el viernes, quién tocaba el sábado y de repente el 90 por ciento eran bandas de reggae. Era reggae en todos lados, después se fue depurando, pero aún hoy hay.

¿Cuál es la recepción cuando viajan al interior del país?

En todos lados nos reciben muy bien. La ventaja que nos da Internet, entre tantas cosas que nos saca, es que te conocen en todos lados. Hace diez años era otra cosa, pero tenemos nuestro grupo de gente seguidora en todos los lugares a donde vamos.

Christian Gordillo

Las letras de Chala son muy particulares porque una gran cantidad de canciones tienen componentes políticos y sociales…

Siempre desde la primera canción que hice me interesaba ese tipo de música. Yo escuchaba esa música y cuando empecé a tocar salió así también. Con la banda siempre apuntamos a eso, a que tengan un contenido. El reggae tiene esas raíces de pelear por la libertad, desde el vamos que nace luchando.  Con el tiempo hubo varias vertientes y el reggae fue también bastante livianizado, como una música pasatista. Hay diferentes ramas, cada uno elige lo que quiere. Las composiciones son mías y busco lo que moviliza, lo que uno, desde su perspectiva ve que merece ser canción. Siempre trabajamos intentando eso, en el ritmo, la masividad que uno busca, porque también querés que te escuche gente y que le guste lo que hacés. La búsqueda está en el ritmo, en la música, que esté bien tocada, que te haga bailar, y va a llegar más fácil.

Este año se presentó un proyecto de ley para regular la producción de cannabis. ¿Es una causa que militan?

La verdad que no tenemos una militancia en ese sentido, no tenemos tampoco canciones que hablen de la marihuana. Obviamente estamos a favor, pero nunca me dio para militar porque me parece que hay cosas antes que eso. Y tampoco aprovecharnos. Vos haces una canción que hable de la marihuana y vas a tener un montón de gente atrás. Ponete a pensar en cuántas bandas estallaron con un tema dedicado a la marihuana, hay varias, eh, podés hablar de cuatro, cinco, seis bandas que con esa canción hicieron un boom importante. De ninguna manera lo haríamos así. Me han hecho esta pregunta antes y yo siempre digo que es como hacerle una canción a la milanesa con papa fritas, una cosa parecida. Yo sé que se lo pude ver desde otro lado, desde un lugar espiritual, pero tampoco estoy convencido de eso entonces tampoco voy a hacer una canción. Yo no pienso que fumando marihuana se pase a otro espectro espiritual. No quiero decir que no pase, yo no lo pienso.

La crisis del 2001 y lo que vino después motivó algunas de sus canciones más conocidas, entre ellas El Puente que le dedicaron a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. ¿Cómo recuerdan esos días?

Esos días inspiraron un disco entero, que lo llamamos “Caza de Brujas”. No solo El Puente, (que está en el disco “Hijos del Sol”, en alusión a los hijos de los desaparecidos), sino también la canción Lucero, habla de Maxi y Darío. Pero todas las canciones de ese disco, de alguna manera, surgen a partir de lo que nos inspiró esos días de diciembre sobre todo. Fue tremendo ver la espontaneidad de la gente y cómo se sucedió todo. Estábamos acá en Buenos Aires. Si bien después se dijo, y se dice todavía, que fue todo incentivado o fogoneado por una parte, —que puede ser que haya pasado también—, yo lo que vi ahí fue espontaneidad de la gente, eso salió de abajo, de no aguantar más, de salir todos y fue muy emocionante y tremendo a la vez, cuando al día siguiente hubo represión y muertos. Tremendo.

¿Se puede vivir de la música? Aquí y ahora…

Es bastante difícil. Yo vivo de la música pero sé que es bastante difícil. No tenés seis fechas por semana, tenés capaz una o dos por semana. En la gira se puede laburar bien, pero la gira son dos meses. Si me pongo en el lugar de los otros músicos, es difícil en el año. Los pibes se la rebuscan, dan clases, algunos tocan en la calle, en los medios de transporte y con eso van zafando.

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