«El 19 y 20 el pueblo le puso fin a esa noche negra que empezó con la dictadura militar»

🗣️ En diálogo con El Grito del Sur, el dirigente de Unidad Popular hace un balance de las jornadas del 19 y 20, que lo tuvo como uno de sus protagonistas, y analiza el escenario político actual a la luz del aniversario 20 del estallido.

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Víctor De Gennaro fue uno de los dirigentes sindicales que encabezó la resistencia a las políticas neoliberales de la década de 1990. De extracción peronista, fundó la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) -de la cual fue secretario general hasta el año 2006- y lideró el FRENAPO (Frente Nacional contra la Pobreza) que en diciembre de 2001 anticipó a través de una masiva consulta popular los alcances del descontento social: más de tres millones de personas se pronunciaron pocos días antes del estallido en favor de la creación de un salario universal para enfrentar la desocupación, la pobreza y la recesión económica.

A veinte años del estallido popular del 19 y 20, De Gennaro recuerda las tensas horas en que el entonces presidente Fernando de la Rúa decretó el Estado de Sitio y el protagonismo popular que creció desde entonces, luego de una década de resistencia contra las políticas de entrega y saqueo. Su cercanía ideológica con Lula da Silva, su rechazo a integrar el Frente de la Victoria allá por el año 2005 y las limitaciones del movimiento que acabó con la larga noche neoliberal son algunos de los temas que repasa en una profunda entrevista con El Grito del Sur. «Terror y división del campo popular era la alternativa que ellos planteaban, mientras que nuestro movimiento expresó una unidad que lamentablemente se limitó al que se vayan todos. En 2001 nos faltó la construcción colectiva de lo que queríamos», analiza.

¿Cómo recordás el estallido social del 19 y 20 de diciembre dos décadas después?

Lo recuerdo con mucha emoción porque durante esos acontecimientos, sobre todo el 19 que fue algo impredecible en las calles de todo el país -no solo en la Plaza de Mayo-, nuestro pueblo salió a decir no al Estado de Sitio y a plantarse con toda claridad para defendernos de todas las políticas de ilegalidad. Ese día sentí que se terminaba la noche negra de la dictadura militar genocida que irrumpió en 1976 para inventar la pobreza y saquear nuestro país. Al principio había creído que con la recuperación de las instituciones en 1983 había terminado lo peor, pero no. Esos años de entrega y saqueo significaron la construcción de una alternativa que se expresó de manera impredecible esa noche cuando De la Rúa dijo Estado de Sitio. Nosotros estábamos en la CTA, habíamos convocado un paro para marchar al Congreso y pensábamos quedarnos ahí toda la noche sabiendo que si nos querían detener, estuviéramos todos juntos. La gente salió a la calle y fue impresionante. Veníamos de mucha resistencia, además aquellos dos últimos años -sobre todo el 2001- habíamos hecho infinidad de movilizaciones y habíamos terminado la consulta popular en la que después de cuatro días votaron más de 3 millones 100 mil personas un shock de distribución del ingreso.

En ese momento lograron la salida del presidente Fernando de la Rúa. Rápidamente, desde el Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo) presentaron un plan económico y social al Congreso. ¿Qué objetivos tenía dicha iniciativa y qué grado de cumplimiento alcanzó más adelante?

En ese momento, los sectores del poder estaban divididos entre dolarizadores y devaluadores. De hecho, había una crisis en los sectores del poder y a través del Frenapo generamos marchas, propuestas hasta acabar en la consulta. Cuando asumió Rodríguez Saá, presentamos este plan como alternativa. Sus pilares eran: salario universal para los pibes, jubilación digna, seguro de empleo y formación, reactivación basada en el trabajo y la educación. Lamentablemente, al poco tiempo de andar, la devaluación significó un saqueo a nuestros bolsillos y la aparición de Lavagna como política de ajuste que terminó imponiéndose generó que nos siguiéramos movilizando. Precisamente, contra lo que se suele pensar, el año 2002 fue el de mayor protagonismo popular. Terror y división del campo popular era la alternativa que ellos planteaban, mientras que nuestro movimiento expresó una unidad que lamentablemente se limitó al «que se vayan todos». 

El Frenapo hizo de la consulta popular un instrumento de democracia directa en medio de la crisis más profunda de la historia argentina. ¿Qué balance haces de dicha experiencia política vista desde la actualidad?

Lo primero que hay que decir es que en el año 2000 promovimos una juntada de firmas marchando de Rosario a Buenos Aires durante 15 días. Pueblo a pueblo caminando. Esto permitió la consulta popular. Cuando llegamos a Buenos Aires, presentamos las firmas a la jueza Servini de Cubría y le pedimos al Presidente o al Congreso que convoque a elecciones. Si ellos no lo hacían, íbamos a convocar nosotros. Al año siguiente, se conforma el Frente Nacional contra la Pobreza con la presencia de todas las organizaciones sociales, populares y sindicales. Además de contar con representaciones políticas y de los partidos, tenía un arco cultural muy importante: Mercedes Sosa, León Gieco, Teresa Parodi, por ejemplo, se sumaron a la campaña. La consigna era distribución del ingreso, ni dolarización ni devaluación. Ese consenso fue sostenido por marchas y movilizaciones. La consulta popular nos mostró que la gente quería votar y decidir, a pesar de que días atrás se había registrado un alto grado de voto blanco, nulo y abstención en las elecciones legislativas. Esa experiencia de democracia participativa me parece incluso una alternativa para lo que viene.

Fotos: Catalina Distéfano

En marzo del año 2002 te reuniste con Lula da Silva en Brasil, quien era candidato a presidente. ¿Por qué el fuerte repudio a la institucionalidad política no se tradujo como en Brasil en una candidatura por fuera de la estructura de los partidos tradicionales?

El balance y la autocrítica, así como lo que no pudimos hacer, forma parte de nuestros aprendizajes. Lula construyó una perspectiva nacional y convirtió a Brasil en una nación: el norte subdesarrollado, atrasado y feudal se integró a un proyecto diferente. A mi juicio, Lula representó lo que fue Perón en Argentina entre 1945 y 1955. El Frenapo, en cambio, planteaba «que se vayan todos». Hasta su propio nombre lo dice: Frente Nacional contra la Pobreza. Creo que es una gran diferencia, era un instrumento para decir lo que no queríamos. En 2001 nos faltó la construcción colectiva de lo que queríamos.

Fuiste el primer líder sindical en reunirse públicamente con Néstor Kirchner. Dos años después trascendió un ofrecimiento para encabezar la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires. ¿Cuáles fueron los motivos por los que rechazaste dicha propuesta?

En ese momento yo era secretario general de la CTA y entendía que la experiencia de la central de trabajadores era muy importante, por lo que tenía que seguir consolidándose. Desde mi perspectiva, cuestión que sigo pensando, en nuestro país las transformaciones y los procesos revolucionarios solo pueden tener cabida con una clase trabajadora organizada y consciente como herramienta fundamental. También aprendimos sobre el rol de los pueblos originarios como motores de la defensa de los derechos de la tierra y sobre el protagonismo de nuestras compañeras mujeres que han estado a la cabeza en la pelea por la diversidad y la igualdad de género. Yo renuncié al PJ en 1990 cuando Menem terminó de firmar las privatizaciones y el indulto a los militares. Siempre creí en los procesos de integración colectiva, por eso cuando dejé la secretaría general de la CTA en 2006 alentamos el proceso de la constituyente social -donde creíamos en la importancia de crecer en la apertura democrática de la institucionalidad, pero también había que constituir un sujeto de transformación-. Por supuesto me sentí muy agradecido por ese ofrecimiento, pero creí que no era volviendo a la estructura de los partidos tradicionales como se iba a avanzar en el proceso de transformación. No obstante, respeté la postura de algunos compañeros, sobre todo de alguien como Néstor Kirchner cuyo gobierno fue uno de los momentos más trascendentes de iniciativa popular.

Fotos: Catalina Distéfano

Hoy, a veinte años del 2001, la administración del Estado está en manos de otro gobierno peronista pero los niveles de pobreza e indigencia son alarmantes. ¿Por qué entonces no se vaticina un escenario de rebelión popular?

Lo de que es un gobierno peronista corre por tu cuenta. Éste es un gobierno del Frente de Todos, que nuclea a muchos sectores e instrumentos electorales como el PJ, el Frente Renovador, el PTP, Partido Comunista, Unidad Popular, etc. El Frente de Todos es un instrumento electoral que utilizó nuestro pueblo para hacer la rebelión popular echando a Macri del gobierno nacional. Creo que aprendimos eso respecto al 2001, que no vale la pena sacrificar vidas o pasar situaciones críticas coronando la anterior gobernabilidad. En 2001 se discutía si volvía la gobernabilidad anterior, que estaba cuestionada por todo el movimiento popular, o gestábamos una nueva gobernabilidad. Y si ninguna de estas dos cosas pasaba, iba a haber una inestabilidad de la gobernabilidad. Cosa que existe hoy. Esta disputa por las gobernabilidades diferentes aún no está saldada.

Por último, vuelven a aparecer en el horizonte las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) tras la fraudulenta deuda que tomó el expresidente Mauricio Macri. ¿Crees verdaderamente posible negociar un acuerdo con el FMI sin imponer un ajuste que lo paguen las grandes mayorías? 

El Fondo es un instrumento de dependencia, no es el dueño del circo. Los dueños del circo son los grupos económicos concentrados que siguen saqueando nuestros recursos y concentran riqueza, llevándose el crecimiento por poco que sea. Evidentemente, el FMI va a intentar que no crezcamos en materia de derechos. Nosotros somos conscientes de que hay que investigar la deuda externa -que ha sido ilegítima desde el origen- y creemos que hay que plantarse con toda claridad para no aceptar condicionamientos de ningún tipo. En Argentina sobra plata y riqueza, lo que está en juego no es una crisis económica sino una crisis política. También en el mundo hay una discusión de esta naturaleza. Hasta Lula, en su autocrítica y balance, planteó la importancia del Banco del Sur y las propuestas de unidad latinoamericana. Hay que plantarnos frente a Estados Unidos y China desde un lugar de autonomía, y para ello necesitamos un proyecto que integre la plurinacionalidad. No hay que tener miedo de enfrentar a los poderosos.

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.