Las derivas de Palito Ortega, ese muchacho que se tuvo fe y sigue girando

🎶 En esta entrevista, Abel Gilbert y Pablo Alabarces, autores de “Un muchacho como aquel”, recorren la importancia del cantautor popular Ramón "Palito" Ortega.

Foto: NA

En los comentarios a «Qué vas a hacer esta noche», una canción de Palito Ortega que un usuario subió a YouTube, una chica posteó: “Amo este tema y ‘Amor en el aire’; tengo 23 y me dicen que soy anticuada por querer los temas de antes, eran cantados desde el corazón, no como ahora, Ortega es uno de mis preferidos y eso no lo cambia nada”. El tema tiene 9071 me gusta, 0 no me gusta. Otra chica cuenta que escucha a Palito con su abuela. La mayoría de los comentarios son de gente más grande y apuntan a la nostalgia. 

En la década de 1960, recuerda Pablo Alabarces, coautor junto con Abel Gilbert, del libro recién publicado: Un muchacho como aquel. Una historia política cantada por el rey (Gourmet musical), las chicas amenazaban con suicidarse cuando Palito anunció su casamiento con Evangelina Salazar, que se celebró el 2 de marzo de 1967, un evento que inauguró una serie: la de los casamientos mediáticos, por televisión. Cabe preguntarse: ese hombre, hoy, ¿qué público convoca? ¿el de la nostalgia de una felicidad que enmascaraba tristeza y dolor?

Alabarces, egresado de la carrera de Letras (UBA), doctor en Sociología, docente en Cultura Popular en Sociales (UBA), es autor de varios libros sobre cultura popular, el último es Pospopulares. Las culturas populares después de la hibridación. Gilbert, compositor musical, escritor, doctor en Comunicación en La Plata (UNLP), publicó, entre otros títulos, Satisfacción en la ESMA y Piazzolla. El malentendido, junto con Diego Fisherman. Un buen día, los dos se juntaron y decidieron escribir un faltante: la historia política de Palito Ortega. Hablaron con colegas, trabajaron con archivos en pandemia (doble dificultad), desmenuzaron todos los textos, las notas, artículos y libros, todas las canciones, vieron todas las películas, fueron a todas las fuentes posibles. Después, en el proceso de escritura, coinciden, hubo acuerdo total. Aprendizaje. Y nuevas preguntas.

Como la que se plantean sobre Palito y los pibes: “Para los pibes, aventura Alabarces, Palito es el que salvó a Charly García”. El redentor. Pero, aclara, no hay estadísticas que certifiquen esta hipótesis.

De la entrevista con El Grito del Sur, se desprende que tal vez, la clave de todo esté en una palabra: “deriva”. Y la llave que abre todas las puertas, el lugar por donde entrar, es una canción: “Yo tengo fe”.

Abel Gilbert: “Yo tengo fe” es un objeto curioso por sus derivas: de canción para saludar el advenimiento de Perón en noviembre (de 1972, primer intento fallido de regreso del líder proscripto en el exilio, N. de la R), de la melodía de los Montoneros a canción devenida marcha militar en las películas del momento, a cantarla para el Operativo Independencia en el ’76, y después, ganarle a Bussi con esa canción. 

“Yo tengo fe” fue el jingle de la campaña de Palito Ortega en 1991, cuando le ganó la intendencia de Tucumán a su adversario, el militar Antonio Bussi. Y fue reutilizada otra vez en 1999 por el cantautor tucumano en las internas justicialistas contra el posible candidato Eduardo Duhalde. 

Pablo Alabarces: Y en el medio de todo esto, canción de hinchada en las canchas.

AG: “Yo tengo fe” podría hilvanar otra historia. Y eso lo hace a él merecedor de una reflexión. Con Pablo, cuando empezamos a pensar en el libro, dijimos: “Loco, ¿nadie se avivó de esto?” ¿Cómo puede ser que nadie haya pensado o tomado el desafío?

Pablo Alabarces. Foto: Paula Ribas

Salvo Carlos Ullanovsky, que no pudo publicar su libro porque Palito no lo permitió, como lo cuentan ustedes. 

AG: Desde ya, pero en el mundo de los ’60, que nada tiene que ver con la proliferación de libros de no ficción que tematizan a los ídolos populares: ¿Nadie? En tanto que ha sido una máquina de significaciones. 

¿Tienen alguna respuesta?

AG: No, o sí. Indagar a Palito parecía ser un ejercicio tautológico. Como si hubiera sido solo un cantorcito a contramano. Y no un artefacto de numerosas capas, de numerosos pliegues, para ponerlo de maestro de ceremonias de una historia cultural y política, que es lo que nosotros nos propusimos de entrada: ambos comprendimos dónde estaba el vacío. 

PA: Permitime agregar una coda con respecto a Bombita Rodríguez, el Palito Ortega Montonero. Posiblemente esa hubiera sido la oportunidad en la cual debiera haberse hablado de Palito. Porque eso coincide con el momento en que a mí me empieza a zumbar en la cabeza la pregunta: qué se podría hacer con esto. Y ahí me encuentro con el volumen que compilaron en la Universidad de General Sarmiento: “La sonrisa de Perón es como la sonrisa de mamá”. Ahí encontramos que la cláusula Palito Ortega aparece dos veces en todo el libro porque lo que les preocupaba era pensar la representación del montonerismo, no la cuestión de Palito. Era gente vinculada a Horacio González, Eduardo Rinesi, gente de una gran lucidez, y no lo vieron. Del Palito Ortega Montonero vieron el Montonero, y no vieron el Palito Ortega. 

AG: Incluso no vieron al Palito Ortega Montonero que canta una canción a las víctimas de Trelew (“El camino de la libertad”, de 1973) y tres años después hace lo contrario. Palito no es agarrable de un solo lugar. Esa pendulación es la sociedad argentina. Ahí se vuelve resbaloso, entonces para qué meterme con eso, si lo que necesito es un dictamen unívoco. Necesitamos tantas notas al pie para hablar de Palito y para problematizar todos los aspectos derivados de él: sus películas, su música, el kitsch, el pudor.

Abel Gilbert

¿Cuál fue el puntapié inicial para el libro?

PA: “Sabor a nada” reversionada por Vicentico. Ese es el momento en el cual comienza esta ola de reaparición de Palito Ortega en la escena contemporánea, circa 2010. Esa aparición de Palito post Charly García.

AG: Por eso en el libro hablamos de las tres redenciones: con una no alcanzó. Y las tres son capas del mismo problema. Nos negamos tozudamente a hacer una ceremonia de expiación alrededor de Palito porque el problema es la sociedad. Palito en un lugar es una anécdota y las películas, parte de la gramática de la época. Era un fenómeno popular. Y lo más alucinante es que termina grabando un disco con todos aquellos rockeros que lo demonizaban. Y ponen a su servicio sus gestualidades, sus ademanes bucales, sus sonoridades. Por eso en la tapa del libro aparece Monzón levantándole la mano: Palito es el ganador de la controversia.

PA: Chisme musicológico: Abel no tenía escuchando el disco Cantando con amigos (Amigos: Charly García, Moris, Juanse, Nito Mestre, Pedro Aznar, David Lebón, Daniel Melingo, Celeste Carballo, entre otros). Ya estábamos en el final del libro y la reflexión surgió a partir de la tapa, donde él aparece jugando al billar, en una constelación donde todas las bolas giran alrededor de él. El tipo hizo un disco de rock nacional en el sentido sonoro. Todas son canciones de él, salvo “La casa del sol naciente”, que es una reversión de él, donde cambia la letra, el sentido.

AG: Es muy fuerte porque no solo los convierte en súbditos, en bolas de una constelación que él puede manipular con su mano, sino que los otros son de una inocencia y de una ausencia de negatividad que te deja perplejo. 

PA: Como ese gesto final del Senado de la Nación consiguiéndole una medalla en la cual la que lo homenajea es (Gabriela) Michetti (vicepresidenta de Mauricio Macri), que dice que no le gusta su música pero que al mismo tiempo es la consuegra: es la superación de la grieta por otros medios. 

Foto: Télam

¿Todo lo que encontraron confirmó las hipótesis que tenían o hubo cosas que no se imaginaban?

PA: Para mí el final: los diez años que van de Vicentico reversionando “Sabor a nada” al disco que sacó en medio de la pandemia, un disco de rock nacional, de clásicos, de boleros, de melódicos, de standards del jazz.

AG: Pero hay un momento mucho más sorprendente que lo descubriste vos, Pablo: que es un fenómeno del conurbano. Cuando descubriste que las salas de la Capital se vacían y es una construcción en esencial del conurbano y del interior.

PA. Nos faltaba esa confirmación. En la primera charla con Valeria Manzano (la historiadora de la cultura que estudió el fenómeno ortegueano y en la presentación del libro en la librería Eterna cadencia caracterizó que Alabarces y Gilbert habían hecho análisis político de los ’60 y cultural de los ’70, a contramano del lugar común), eso sobrevolaba: Palito tiene un consumo básicamente popular. Y no hay manera de comprobarlo estadísticamente cincuenta años después. Y ahí apareció el dato del cine: la diferencia entre Capital y conurbano. Fue interesante encontrar en el cine la comprobación de la hipótesis.

AG: La investigación nos fue transformando y fue ampliando nuestras hipótesis: descubrir el papel de Palito en la transición española, volver a mirar las películas desde el presente, escuchar toda la discografía, es trabajo insalubre. 

PA: Una cosa son 18 grandes éxitos y otra cosa son 400 canciones. Cuando uno escucha las dos primeras canciones que grabó para RCA, “María” y “Escalofrío”, que son un rockabilly y un twist, se pregunta cómo ese tipo llegó a vender 22 millones de discos. Son muy malas, mal orquestadas, mal cantadas.

¿Y cómo ese tipo llegó a vender 22 millones de discos? ¿Lo cuentan en el libro, pero se puede simplificar aquí, o decir algo al respecto?

PA: La simplificación fue la explicación tradicional que no explicaba absolutamente nada. Esto es: públicos simplotes a los cuales la radio les lavaba la cabeza y por eso les gustaban canciones simplotas cantadas por un cantante simplote. Esa es la explicación fácil, no sirve para nada. Lo primero fue darla vuelta. Y ahí tenés la combinación de una gran cantidad de elementos: primero, la cantautoría. Si lo ponés en correlación con la competencia, es el único cantautor sistemático. En segundo lugar, el signo de modernidad. Eso está en todo el Club del Clan. Eso es música moderna, en un contexto en el cual los públicos tienen un deseo de modernidad. Tercer lugar: cantate una que sepamos todos. En eso es eficaz, sus canciones son pegadizas, fáciles no en el sentido de tontas, recordables, impactan rápidamente, todo el mundo recuerda el estribillo, están pensadas para que todo el público cante junto al cantante en vivo. Cuarto: con el tiempo mejora la orquestación. Quinto: la modernización no viene de afuera, se ejecuta en un cuerpo anacrónico, que te habla de lo antiguo, de la tradición del interior, de la pobreza, del peronismo, y resulta que ese tipo verifica el pasaje a la modernidad. 

AG: Es el “cabecita negra” en un momento en que los “deseos imaginarios del peronismo”, están muy presentes. Por eso él tiene desde muy temprano una relación ambigua con el peronismo. De representación y de distancia, no de involucramiento. 

PA: Él tiene que representar al peronismo, que es muy cercano afectivamente para su público y al mismo tiempo distanciarse. Después de todo, es tiempo del decreto 4161 (de prohibición de las representaciones del peronismo proscripto, dictado por los militares golpistas en 1956).

AG: Y otra cosa a tener en cuenta es que en ese momento la clase obrera podía comprar un simple.

PA: Ese dato sí nos sorprendió: la clase obrera podía comprar 88 discos por mes. 

Foto: NA

De lo que dicen se desprende la gran inteligencia que tuvo.

AG: Tuvo astucia. Hablamos de un tipo consciente de su lugar y de cómo operar en los límites que le ofrece su lugar. Hasta dónde ir, dónde retacear, cómo se construye a sí mismo, cómo maneja sus representaciones, cómo usufructúa de la tensión entre lo alto y lo bajo de la cultura. Es un pícaro en el buen sentido de la palabra. En cierto sentido, es un Buscón de Quevedo con la guitarra. 

PA: Con un agregado que no es un chiste: es un autodidacta. Es un tipo con primaria incompleta que luego apela a Carlos Alonso, Luchino Visconti y César Vallejo. Esto no es sorpresivo: al mismo tiempo Leopoldo Marechal está escribiendo Megafón o la guerra, la historia de un autodidacta de Villa Crespo. La idea de un autodidacta popular era una idea potente en la cultura argentina. 

Ustedes no usan ni mencionan el apodo del «autodidacta tucumano».

PA: No, porque es paródico, como el de “Palega Ortito”, es Les Luthiers. Y nosotros no queremos ser Les Luthiers. El mote no lo usamos. Pero claramente es autodidacta, incluso musicalmente. Al final decimos: los hijos tuvieron la formación artística que los padres se negaron a sí mismos.

La pregunta obvia, la madre de las preguntas, llega al final y molesta: ¿Por qué Palito? Cada uno responde con otra pregunta.

AG: ¿Por qué no?

PA: ¿Cómo no se le ocurrió antes a nadie?

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