Lo que a vos te divierte a mí me asusta: comentarios gordofóbicos en las fiestas

🎄 Mientras que para muches las reuniones de ex alumnos, los brindis o las cenas de navidad son sinónimo de felicidad y alegría, para quienes se autoproclaman "mujeres gordas" hay tres palabras que se repiten: angustia, ansiedad y malestar.

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«Para mí, la comida en las fiestas siempre fue un tema. Me acuerdo de chiquita cuando íbamos a un restaurante donde nos daban unas aceitunas que me encantaban y mi mamá me decía «dejá de comerlas porque vas a estar re gorda», “eso equivale a comer un churrasco”. Yo tenía solo 4 años». El mensaje de voz que suena en mi celular es de mi amiga Mara. El relato, por más lejano o propio que se sienta, tiene un factor común como hilo conductor: la ingesta en público, la vergüenza, las corporalidades y las opiniones ajenas durante las celebraciones.

Diciembre es el mes que inicia la temporada de opinología. Mientras que para muches las reuniones de ex alumnos, los brindis de fin de año de trabajo o las cenas de navidad y año nuevo con parientes que se los ve una vez al año pueden ser sinónimo de felicidad y alegría, para quienes se autoproclaman «mujeres gordas» hay tres palabras que se repiten constantemente: el reencontrarse con la familia denota angustia, ansiedad y malestar.

Foto: Lucía Prieto y Nik Villalobos

Habitar un cuerpo gordo es por lo menos complejo a la hora de vincularse con el entorno y la sociedad y, en la mayoría de los casos, las primeras violencias vienen de parte de nuestros núcleos primarios. Juntarse a comer con familiares incluye muchos momentos para el olvido, como cuenta Brenda G. «Nunca falta el familiar que empieza con ‘Así de gorda no vas a conseguir nunca novio’ o el chat familiar en el que de antemano avisan que están todos a dieta». «Cuando todos dejaron de comer siempre alguien hace un comentario sobre mi ingesta», asevera Vale S. Los relatos continúan con situaciones similares. «Mi prima me felicitó porque me veía mas flaca y yo me largué a llorar», agrega Rosario.

No importa si al entender la valoración es positiva o negativa, creer que felicitar a alguien o premiar con un elogio la delgadez significa asumir varias cosas, entre ellas que bajar de peso es bueno y que había algo en la corporalidad previa que estaba mal. El hacer comentarios o chistes sobre el modo de ingerir comida, las cantidades o las formas solo generan distancia y desgano a la hora de encontrarse y probablemente abre la puerta a desarrollar malestares y trastornos más profundos. 

Foto: Lucía Prieto y Nik Villalobos

Por todo esto es fundamental repetir cuantas veces sea necesario que no se opina sobre el cuerpo ajeno. Porque pensar que muchas personas se preparan mentalmente para el encuentro con mantras como «va toda la familia y no quiero comentarios negativos», debería ser razón suficiente para entender que los consejos no solicitados no son bien recibidos. 

Opinar sobre los cuerpos ajenos está mal, porque si dar consejos que no se pidieron quedó añejo a esta altura del partido, la idea de que la familia es obligatoria e indiscutida es una premisa aún más antigua. El presente nos muestra que las familias actuales se arman, desarman, rompen y reagrupan, y se sustentan de aquellos vínculos en donde nos sentimos a gusto.

Hacer valoraciones sobre el cuerpo ajeno genera heridas en los vínculos que culminan en distancia a largo plazo, como demuestra Daniela cuando explica «paso las fiestas sola con mi hijo, me llevó meses reponerme de entender que la sangre no es todo», mientras que Silvina B. comparte su hallazgo: «Hace años que decidí pasar las fiestas con gente del bien. Sabia decisión».

Foto: Lucía Prieto y Nik Villalobos

No opinar sobre el cuerpo ajeno, aunque en términos sociales el comentario sea leído como positivo, permite que la delgadez deje de ser premiada y la gordura sancionada y evidencia que la gordofobia angustia y rompe vínculos. No opinar sobre el cuerpo ajeno debería ser un acuerdo común, porque el comentario siempre habla más de quien lo hace que de quien lo recibe.

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