Viene Lula, che!

🇧🇷 El año que viene Lula Da Silva comenzaría su sexta campaña electoral como candidato a Presidente. El andar de un caminante que sin proponérselo se convirtió en un líder mundial, si es que existe algo por el estilo.

Hay varios videos en YouTube, algunos de poco profesionalismo, en los que se compagina una conocidísima canción «Anunciação» de Alceu Valença, con un «ole, ole, olaaa..Lulaa, Lulaaa», en un ejercicio de anhelo, desahogo o guerra, según la versión que aparezca. La letra del tema permite el enganche con la frase «Tu vens, tu vens. Eu já escuto os teus sinais«, dejando un mensaje claro y hasta melódico: ¡Que venga Lula!

Esta ansiada tarea que reclaman en el cantito de barra es a lo que se dedica el propio Lula desde que salió de la cárcel: lo primero que hizo fue volver al Sindicato de los Metalúrgicos, agarrar el micrófono y prometer lo de siempre, que iba a caminar Brasil.

Desde el comienzo de su carrera, Lula entendió que a los de abajo les toca caminar. Ir al encuentro de mejores destinos, moverse. Como Evo, Da Silva entendió que la política es eso, fluir con el movimiento de las cosas y la dialéctica humana, donde no hay tanto programa, síntesis, pizarrón, sino más bien acción. Fue su hermano, en cambio, quien insistía en que debía haber un programa, el que lo socializó en la política.

En la vida de Lula, que podría ser una película, él siempre está yendo. Yendo y viniendo para negociar algo: salarios con la Volkswagen, que lo reciba el Papa Juan Pablo II, una lista electoral con Brizola o una tregua financiera con el FMI. Prolijo o desprolijo, con un casco, sudado, con niños que se le cuelgan del cuello, va y viene caminando. De punta a punta varias veces el Brasil: debe ser el político brasileño que mejor conoce su propio suelo, por lejos; ni Vargas le hizo tanto homenaje al federalismo brasileño. Quizás por eso mismo hace unos años lo metieron preso, alguna relación debe haber. Desde niño andaba deambulando por el país: de Pernambuco a Santos, con su madre y los hermanos, para ver si encontraban a un padre que se había desprendido del hogar. Por las rutas del sur, como hace 3 años, cuando muy poquito antes de que lo encarcelaran andaba juntando voluntades contra la naturalización golpista de Temer y su banda, y le balearon el micro; así, sin más, como en una película, pero de cowboys.

Tu vens, tu vens. Un Lula que camina pero que nunca anda ni anduvo sólo: siempre hay «brava gente brasileira» alrededor, que si no hubiera sido por él quizás nunca se hubieran cruzado. Un perfecto caso de estudio para Laclau: Chico Mendes, Mano Brown, filósofos universitarios y sindicalistas en un mismo Partido dos Trabalhadores. Siempre un poco a contramano de los tiempos y las ondas; tantas veces le dijeron que su carrera política había terminado, que ya fue, y ahí está de nuevo. Y andando por el mundo ahora le toca hablar en Argentina. Hombre de una extraña rebeldía, de chico se hizo del Corinthians justo cuando en su ciudad de llegada el Santos de Pelé se convertía en foco de todas las luces y el marketing. Es que tenía que ser del Timao, el de la Democracia Corinthiana, emblema deportivo de lucha contra la última dictadura; conjunciones de la biografía y la historia que se revelan con el tiempo.

Durante estos setenta y cinco años Lula fue y vino, y en el trayecto siempre lo midieron con lupa: que cuantos gramos de izquierda, que cuantos de desarrollista, que cuanto de conservador; que la falta de vocabulario, el delincuente, el popular. No le faltó ni tiempo ni diccionario a la prensa canalla para su campaña de difamación; con Lula hicieron un Doctorado de malos hábitos y zafaduría. Más tarde vendría eso mismo, pero bajo un dispositivo más organizado: Lula paradigma del lawfare. Unos procesos judiciales absurdos, sin pruebas, con reglas distorsionadas; más de un año y medio en cana y un hostigamiento regimental permanente que no dio tregua nunca, ni ante las muertes de su nieto y su hermano mayor. Se la bancó, esperó y esperó y la verdad histórica siempre triunfa: no sólo le fueron anulando las sentencias, sino que quedó bien claro que los verdaderos bandidos eran el Juez Moro y compañía. 

En el andar, Lula se ha metido en tantos lugares del planeta que, al margen de las instituciones que propuso para nuestra región latinoamericana, sin proponérselo se convirtió en un líder mundial, si es que existe algo por el estilo. Es cierto, bastante menos glamuroso que el cantante Bono o la sueca Greta, en parte porque en las visitas de Lula siempre hubo agenda para andar por las barriadas pobres donde falta un protector y ahí aparecía él tirando alguna magia carismática. Por eso también se sintió una emoción globalizada cuando lo liberaron hace dos años. Llevó empresas a África, granos a la India, puertos al Caribe; hasta se convirtió en negociador nuclear con Irán. Original, también le fueron con la gimnasia de la comparación: arrancaron con que ¡es el Walesa brasileño! ¡Es el Mandela brasileño! ¡Es el Perón brasileño! y no sé cuántas otras fórmulas. Lula es Lula, punto. Cumpliendo las tareas del momento: si hay que hablar en el Foro Social Mundial y en Davos la misma semana del 2003, se habla y listo; que otros carguen con las contradicciones. Si hay que ir a elecciones, se va a elecciones, y si hay que ir a elecciones después de haber perdido tres presidenciales, también; es lo que hay. Ganó dos, y si hubiera competido en la última del 2018, quién sabe (seguro que ganaba).

La del año que viene va a ser su sexta campaña electoral como candidato a Presidente, tenaz. Y ahí está, manija, repartiendo para todos lados, dale que va con la caminata, el reunionismo y agudizando el cálculo político. Habla con todes porque sabe que -para cortar el oprobio de este tiempo, Bolsonaro- es necesario una estrategia de los detalles; parada nada sencilla sacar al fascismo del gobierno. Pero Lula va. Y viene. Viene a nuestra Plaza de Mayo, che! Nosotros también lo necesitamos. América Latina lo necesita.

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Amilcar Salas

Amílcar Salas Oroño es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), magister en Ciencia Política por la Universidad de São Paulo (USP) y licenciado en Ciencia Política por la UBA.