La desigualdad en el mundo y la debilidad democrática

🌎 Dos informes publicados recientemente, uno de Oxfam Internacional y otro del World Inequality Lab, dan cuenta de una profundización de la desigualdad y de un retroceso en materia de derechos políticos en todo el mundo en los últimos años.

En las últimas semanas se publicaron dos informes esenciales para conocer el estado de la desigualdad económica, de género y climática en el mundo.

En primer lugar, Oxfam Internacional acaba de publicar, el 17 de enero de 2022, el informe «Las Desigualdades Matan«. En segundo lugar, el World Inequality Lab publicó recientemente el Informe sobre la Desigualdad en el Mundo 2022.

Ambos informes demuestran los niveles de desigualdad exorbitantes que está alcanzando la humanidad y que, en pandemia, se han incrementado.

Aquí algunos de los datos más reveladores de esta situación proporcionados por estos informes:

  • Los 10 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3100 millones de personas más pobres.
  • El 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52% del ingreso mundial, mientras la mitad más pobre sólo el 8,5%.
  • La mitad más pobre de la población mundial posee el 2% del total de la riqueza. El 10% más rico posee el 76% de toda la riqueza.
  • Apenas un 10% de emisores es responsable de casi el 50% de todas las emisiones de carbono, mientras que el 50% produce el 12% del total
  • Las emisiones de carbono del 1 % más rico duplican las de la mitad más pobre de la población mundial.

Una de las conclusiones más importantes, que nos impele a la acción es que «la desigualdad es una opción política, no es inevitable» y que «las desigualdades extremas son una forma de violencia económica”. Las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, mujeres, niñas, y personas racializadas.

La democracia moderna representativa fue consolidándose en los países donde el capitalismo lograba un mayor crecimiento económico. Desde sus orígenes esta democracia fue estructurada para proteger a una minoría, la de los/as propietarios/as. Esta minoría, como lo demuestran estos informes, se ha ido achicando y a la vez concentrando cada vez más riqueza, ingresos y generando mayor contaminación. Las democracias representativas ya ni siquiera responden a la clase propietaria sino que representan los intereses del 10%, incluso podemos hablar del 1%, de la población, los/as megapropietarios/as.

En pandemia, incluso el sistema representativo en su formalidad se ha visto aún más debilitado. Tanto en Argentina como en la Ciudad de Buenos Aires, las principales decisiones de políticas sanitarias y económicas fueron adoptadas unilateralmente por la cabeza del Poder Ejecutivo y no por el Parlamento. La envergadura y extensión de la emergencia generó un contexto propicio para empezar a debatir cuestiones estructurales bajo el paradigma de la Democracia Participativa. Esto continúa siendo desaprovechado.

Pero la cuestión es más grave. Hemos observado cómo el sector público delegó decisiones esenciales para la democracia en empresas transnacionales al no asumir su rol de regulación de la libertad de expresión en las redes sociales y dejar que privados determinen sanciones y censuras.

La democracia desde sus orígenes griegos tuvo como eje arquitectónico el principio de expansión de la igualdad política y de la inclusión de más personas en el autogobierno colectivo. Desde la perspectiva de la tradición republicana, las personas no tienen el mismo peso político si existe desigualdad económica. La igualdad de condiciones que sirve de base a la igual ciudadanía y a la independencia personal es aquella que, según Rousseau, se traduce en un escenario social en el cual nadie puede ser tan rico como para comprar a otro, ni nadie tan pobre como para verse obligado a venderse.

Debemos defender nuestra dignidad política, el autogobierno colectivo, frente a la transición que vivimos de un capitalismo a un feudalismo tecnológico-financiero. Debemos impulsar la transición de una democracia representativa a una democracia participativa. Y para lograr esta igualdad política, debemos adoptar estrategias políticas y económicas centradas en lograr una mayor igualdad económica.

El actual sistema democrático y republicano se fue consolidando hace 200 años con los inicios de la modernidad. Desde esas épocas como sociedad no hemos avanzado en reorganizar la democracia representativa hacia una democracia más profunda y real. Hemos vivido avances impensados en la ciencia y tecnología. Como nunca la humanidad produce riqueza, energía y alimentos. Es hora de actualizar nuestra democracia, de volver a pensar cómo desconcentramos el poder económico para desconcentrar el poder político para adoptar las decisiones que necesitamos para terminar con la pobreza y afrontar la crisis climática.

A. LAS DESIGUALDADES MATAN

Oxfam Internacional acaba de publicar, el 17 de enero de 2022, el informe «Las Desigualdades Matan» donde comunica que desde el inicio de la pandemia, ha surgido un nuevo milmillonario en el mundo cada 26 horas. Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado sus fortunas mientras que, según se estima, más de 160 millones de personas han caído en la pobreza (por debajo del umbral de la pobreza, establecido en 5,50 dólares al día por el Banco Mundial). Los 10 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3100 millones de personas más pobres. Solo con las ganancias que Bezos ha amasado desde que comenzara la pandemia se podría vacunar a toda la población mundial. Un impuesto del 99 % sobre los ingresos extraordinarios que los 10 hombres más ricos han obtenido durante la pandemia de COVID-19 podría movilizar dinero suficiente para fabricar las vacunas faltantes para toda la población mundial y cubrir el déficit de financiación de las medidas climáticas, financiar servicios de salud y protección social universales y apoyar los esfuerzos para abordar la violencia de género en más de 80 países. Y, aun así, estos hombres seguirían teniendo 8000 millones de dólares más que antes de la pandemia.

La riqueza de una pequeña élite de 2755 milmillonarios ha crecido más durante la pandemia de COVID-19 que en los últimos 14 años, que ya había sido una época de bonanza económica para ellos. Se trata del mayor incremento anual de la riqueza de los milmillonarios desde que se tiene registro, y está sucediendo en todos los continentes del planeta.Desde el inicio de la pandemia, los Gobiernos han inyectado 16 billones de dólares en la economía global, lo que ha contribuido ampliamente a que la riqueza de los milmillonarios se incremente en cinco billones de dólares (pasando de 8,6 billones de dólares a 13,8 billones de dólares desde marzo de 2021), ya que la intervención de los Gobiernos ha provocado una escalada de precios en los mercados bursátiles.

Mientras tanto, se calcula que cerca de 17 millones de personas han perdido la vida a causa de la COVID-19, una magnitud de muertes sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Las desigualdades han provocado que la pandemia de coronavirus resulte más letal, más prolongada y más dañina para los medios de vida. La desigualdad de ingresos resulta más determinante que la edad a la hora de estimar si alguien perderá la vida a causa de la COVID-19. Millones de personas aún estarían vivas si hubieran recibido una vacuna, pero se les negó esa oportunidad; mientras, las grandes empresas farmacéuticas continúan conservando el monopolio de estas tecnologías. Este apartheid de las vacunas se está cobrando vidas y está alimentando las desigualdades en todo el mundo. Instituciones como el FMI, el Banco Mundial, Crédit Suisse, y el Foro Económico Mundial han estimado que la pandemia ha provocado un aumento de las desigualdades dentro de los países en todo el mundo.

En algunos países, las personas en mayor situación de pobreza tienen casi cuatro veces más probabilidades de perder la vida por la COVID-19 que las más ricas. Las personas que viven en países de renta baja y media tienen alrededor del doble de probabilidades de morir de COVID-19 que aquellas de países ricos.

Como mínimo 73 países se enfrentan a posibles medidas de austeridad respaldadas por el FMI, lo que puede agravar las desigualdades entre países, así como todas las formas de desigualdad a nivel interno. Los derechos de las mujeres y los avances realizados en materia de igualdad de género se verán duramente golpeados por estas medidas de austeridad, en medio de una crisis que ha retrasado el camino para cerrar la brecha de género, toda una generación, ya que ahora se tardarán 135 años frente a los 99 años antes de la pandemia. Esta situación se ve agravada por el hecho de que, en varios países, las mujeres se enfrentan a una segunda pandemia por el incremento de la violencia de género. Además, como en cada crisis, se ven forzadas a asumir un volumen enorme de trabajo de cuidados no remunerados, lo que las mantiene atrapadas en la parte más baja de la pirámide económica.

Las desigualdades entre países y dentro de ellos también resultan letales para el futuro de nuestro planeta. Los países ricos son responsables del 92 % del exceso de emisiones históricas y, al no asumir su responsabilidad al respecto, todo el planeta está sufriendo las consecuencias del calentamiento global. La humanidad saldrá perdiendo por el consumo excesivo de los más ricos, que está alimentando la actual crisis climática, ya que las emisiones del 1 % más rico duplican las de la mitad más pobre de la población mundial. En 2030 la huella de carbono de los primeros multiplicará por 30 el nivel compatible con el objetivo de limitar el aumento de temperatura a 1,5°C establecido en el Acuerdo de París[3]. Se estima que el promedio de las emisiones individuales de 20 de los milmillionarios más ricos es 8000 veces superior a la de cualquier persona de entre los mil millones más pobres. El perjuicio que una persona causa al clima es proporcional a su nivel de riqueza.

El coste de la profunda desigualdad a la que nos enfrentamos se traduce en vidas humanas. Las desigualdades contribuyen a la muerte de al menos 21.300 personas cada día, una persona cada cuatro segundos.

Oxfam propone:

1. Reintegrar la riqueza extrema en la economía real para abordar las desigualdades.

Todos los Gobiernos deben gravar con efecto inmediato las ganancias que las personas más ricas han acumulado durante la pandemia con el fin de recuperar parte de estos recursos y utilizarlos para el bien mundial. Asimismo, estos esfuerzos deben verse acompañados de otras medidas fiscales, como por ejemplo, que los países ricos destinen una parte significativa de sus 400 000 millones de dólares en derechos especiales de giro del FMI a economías vulnerables, sin imponer condiciones y sin que estas incurran en deuda.

2. Reorientar la riqueza para salvar vidas e invertir en nuestro futuro.

Todos los Gobiernos deben invertir en políticas sólidas y fundamentadas en datos, para salvar vidas e invertir en nuestro futuro. El legado de la pandemia debe ser servicios públicos de salud universales y de calidad financiados con dinero público, para que nadie tenga que volver a pagar de su bolsillo por acceder a estos servicios; y una protección social universal que garantice la seguridad de los ingresos de todas las personas.

3. Predistribuir para reequilibrar el poder y los ingresos en la economía.

Los Gobiernos deben reescribir las reglas de sus economías que generan estas enormes divisiones, y actuar en términos de predistribución, diseñando un modelo económico que empiece por garantizar que los mercados, el sector privado y la globalización no generen una mayor desigualdad. También deben redistribuir el poder en la toma de decisiones y la participación en la economía.

B. INFORME SOBRE LA DESIGUALDAD EN EL MUNDO 2022

El World Inequality Lab[4]publicó recientemente el Informe sobre la Desigualdad en el Mundo 2022[5], coordinado por Lucas Chancel, Thomas Piketty, Emmanuel Saez, Gabriel Zucman. El objetivo del Informe es presentar los datos más recientes y completos disponibles sobre la desigualdad para informar el debate democrático en todo el mundo.

El informe de 2022 presenta hallazgos novedosos en cuatro áreas principales.

1. Desigualdad de ingresos y de riqueza

Una persona adulta promedio gana USD 23.380 (PPA) por año en 2021, y posee en promedio USD 102.600. El 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre de la población gana el 8,5%. En promedio, una persona del 10% superior de la distribución mundial del ingreso gana USD 122.100 por año, mientras que una persona de la mitad más pobre de la distribución mundial del ingreso gana USD 3.920 por año.

Con respecto a los niveles de desigualdad de ingresos en las regiones, la región más igualitaria es Europa y la más desigual es Oriente Medio y África del Norte (MENA). En Europa, el 10% de los ingresos más altos se sitúa en torno al 36%, mientras que en MENA alcanza el 58%. En el Este de Asia, el 10% más rico registra el 43% del ingreso total y en América Latina, el 55%.

Las desigualdades mundiales de riqueza son incluso más pronunciadas que las desigualdades de ingresos. La mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2% del total de la riqueza. En contraste, el 10% más rico de la población mundial posee el 76% de toda la riqueza.

Los multimillonarios mundiales han capturado una parte desproporcionada del crecimiento de la riqueza mundial: el 1% superior se llevó el 38% de toda la riqueza adicional acumulada desde mediados de la década de 1990, mientras que el 50% inferior capturó solo el 2%.Es decir, el 1 % más rico ha acaparado una parte 19 veces mayor del crecimiento de la riqueza global que la mitad más pobre de la humanidad. La riqueza de las personas más ricas del mundo ha crecido entre un 6% y un 9% anual desde 1995, mientras que la riqueza promedio ha aumentado un 3,2% anual. Desde 1995, la participación de la riqueza mundial propiedad del 0,01% más rico creció del 7% al 11%. La participación de la riqueza en manos de multimillonarios también se disparó durante este período (del 1% al 3%) y este aumento se exacerbó durante la pandemia de COVID. De hecho, 2020 marcó el aumento más pronunciado registrado en la participación de los multimillonarios en la riqueza del mundo.

La desigualdad global de ingresos y riqueza aumentó entre 1820 y 1910, en el contexto del auge del dominio occidental y los imperios coloniales, y luego se estabilizó en un nivel muy alto entre 1910 y 2020. Las desigualdades han ido en aumento en casi todas partes desde la década de 1980, tras una serie de programas de desregulación y liberalización que adoptaron diferentes formas en diferentes países. Es decir, desde 1980, la desigualdad interna, entre países, ha aumentado, pero la desigualdad internacional comenzó a disminuir gracias al rápido crecimiento de las grandes economías denominadas emergentes. En consecuencia, la brecha entre los ingresos medios del 10% de individuos más ricos y los ingresos medios del 50% de los individuos más pobres se redujo de alrededor de 50 veces a poco menos de 40 veces. Al mismo tiempo, las desigualdades aumentaron significativamente dentro de los países. La brecha entre los ingresos promedio del 10% superior y el 50% inferior de las personas dentro de los países casi se ha duplicado, de 8,5 veces a 15 veces.

Este fuerte aumento de las desigualdades dentro de los países ha significado que, a pesar de la recuperación económica y un fuerte crecimiento en los países emergentes, el mundo sigue siendo particularmente desigual en la actualidad.

Las desigualdades globales parecen ser tan grandes hoy como lo fueron en el pico del imperialismo occidental a principios del siglo XX. De hecho, la proporción de ingresos que capta actualmente la mitad más pobre de la población mundial es aproximadamente la mitad de lo que era en 1820, antes de la gran divergencia entre los países occidentales y sus colonias.

En Argentina, el ingreso nacional promedio de la población adulta es de 1.133.860 ARS por año. Mientras que el 50 % inferior gana ARS 368.050, el 10% superior gana en promedio 13 veces más (ARS 4.850.920).En 2021, el 10% superior ganó más del 40% del ingreso nacional total (la participación sube a más del 55% para América Latina como entero). Esto es más bajo que en los países vecinos, incluyendo Brasil y Chile (59%), pero significativamente mayor que en los países europeos (30-35%).

La participación del 10% estuvo por encima del 55% entre 1900 y 1960, y está cerca del 40% en la actualidad. En las últimas cuatro décadas, se observan dos movimientos: una reducción en la participación de ingresos del 10% superior en la década de 2000, seguido de un aumento desde principios de la década de 2010 en el contexto de una caída generalizada de los ingresos.

La riqueza promedio de los hogares se ha más que duplicado en Argentina desde 1995, pero la desigualdad de riqueza se mantuvo en niveles muy altos, con una riqueza del 10% superior que oscila entre 60 y 70%.

2. Incremento del peso de la riqueza privada. Naciones más ricas, gobiernos más pobres.

En las últimas décadas, el peso de la riqueza privada ha aumentado a expensas de la riqueza pública, debido a la desregulación, la privatización y el aumento de la deuda pública. Además, la concentración de la riqueza privada también ha aumentado, y los mayores aumentos de riqueza se producen entre la clase multimillonaria.

Durante los últimos 40 años, los países se han vuelto significativamente más ricos, pero sus gobiernos se han vuelto significativamente más pobres. La participación de la riqueza en manos de los actores públicos es cercana a cero o negativa en los países ricos, lo que significa que la totalidad de la riqueza está en manos privadas. Esta tendencia se ha visto magnificada por la crisis del COVID, durante la cual los gobiernos tomaron prestado el equivalente al 10-20% del PIB, esencialmente del sector privado. La escasa riqueza actual de los gobiernos tiene importantes implicaciones para las capacidades estatales de abordar la desigualdad en el futuro, así como los desafíos clave del siglo XXI como el cambio climático.

3. La Desigualdad de Genero

A nivel mundial, la proporción de los ingresos laborales pagados a las mujeres se sitúa ligeramente por debajo del 35 % y muestra una tendencia positiva en los últimos 30 años, frente al 31 % en 1990. Los hombres ganan aproximadamente el doble que las mujeres en todo el mundo, en promedio. Además, los datos revelan que las mujeres están significativamente subrepresentadas en la parte superior de la distribución, a pesar de que la fracción de mujeres en la parte superior ha aumentado desde la década de 1990 en muchos países. Sorprendentemente, las mujeres ahora están mejor representadas en la parte superior de algunas economías emergentes como Brasil que en economías avanzadas como Estados Unidos.

En Argentina, la participación del trabajo femenino en el ingreso es igual al 37%. Este valor coloca a Argentina levemente por encima del promedio latinoamericano (35%). La participación del trabajo de la mujer en el ingreso está cerca de los niveles en Europa Occidental (38%).

4. Desigualdad en las emisiones de carbono.

Las desigualdades mundiales de ingresos y riqueza están estrechamente relacionadas con las desigualdades ecológicas y las desigualdades en las contribuciones al cambio climático. En promedio, los seres humanos emiten 6,6 toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2) per cápita por año. El 1% superior mundial de individuos emite alrededor de 110 toneladas en promedio, el 0,1% superior 467 toneladas, el 0,01% superior 2.530 toneladas por persona por año.

El 10% superior de los emisores es responsable de cerca del 50% de todas las emisiones, mientras que el 50% inferior produce el 12% del total. El 1% superior de los emisores de carbono contribuyó significativamente más al crecimiento de las emisiones globales que toda la mitad inferior de la población mundial. La riqueza extrema viene con la contaminación extrema.

Hay altos emisores en países de ingresos bajos y medianos y bajos emisores en países ricos. En Europa, el 50% más pobre de la población emite alrededor de cinco toneladas al año por persona; el 50% inferior en el este de Asia emite alrededor de tres toneladas y el 50% inferior en América del Norte alrededor de 10 toneladas. Esto contrasta marcadamente con las emisiones del 10% superior en estas regiones (29 toneladas en Europa, 39 en Asia Oriental y 73 en América del Norte). Este informe también revela que la mitad más pobre de la población en los países ricos ya se encuentra (o está cerca) de las metas climáticas para 2030 establecidas por los países ricos, cuando estas metas se expresan sobre una base per cápita. Este no es el caso de la mitad superior de la población. Las grandes desigualdades en las emisiones sugieren que las políticas climáticas deberían apuntar más a los contaminadores ricos. Hasta ahora, las políticas climáticas, como los impuestos al carbono, a menudo han impactado de manera desproporcionada en los grupos de ingresos bajos y medianos, sin modificar los hábitos de consumo de los grupos más ricos.

La huella media de gases de efecto invernadero per cápita en Argentina es igual a 6,5 tCO2e. En 2019, el 50% más bajo, el 40% medio y el 10% superior en promedio fueron responsables de 3,5, 7 y 19 tCO2e/ respectivamente. Las emisiones promedio son altas en comparación con otros países latinoamericanos (El consumo medio de GEI per cápita en Brasil es igual a 5 tCO2e) pero menor que en países de altos ingresos como Alemania Canadá y Japón (alrededor de 11-19 toneladas).

5. PROPUESTAS

El Informe revisa varias opciones de políticas para redistribuir la riqueza e invertir en el futuro a fin de enfrentar los desafíos del siglo XXI:

a. Transformar los impuestos a la propiedad en impuestos progresivos modernos, que abarquen todas las formas de activos, sería un paso importante hacia un sistema tributario más coherente e integrado. También se propone que los recursos derivados de los impuestos sobre el patrimonio puedan asignarse en parte al Sur Global. En el escenario menos ambicioso, el impuesto sobre el patrimonio se elevaría a alrededor del 2% del PIB mundial, es decir, 10 veces más que todos los flujos de ayuda al desarrollo que se acumulan en los países de bajos ingresos y emergentes. El ascenso del mundo occidental desde la Revolución Industrial ha estado condicionado a la división internacional del trabajo y a la explotación a gran escala de los recursos naturales en todo el mundo. En términos más generales, los países ricos no existirían sin los países pobres y los recursos ambientales mundiales. Esto se aplica tanto a las potencias occidentales como a las potencias asiáticas de hoy. Después de los esclavos, el algodón, la madera y el carbón en los siglos 18 y 19,el desarrollo económico en los siglos20 y 21 todavía se basa en el agotamiento de los recursos globales y el uso de la mano de obra extensa y barata en los países de bajos ingresos.

b. Implementar un Impuesto progresivo sobre el patrimonio de los multimillonarios globales. A nivel mundial, hay 62 millones de individuos que poseen más de un millón de dólares a los tipos de cambio del mercado. Esto representa el 1,2% superior de la población adulta mundial. Hay un poco más de 1.8 millones de personas que poseen más de $ 10 millones (top 0.04%), 76,500 que poseen más de $ 100 millones (top 0.001%)y 2,750 que poseen más de mil millones de dólares (top 0.00005%).Juntos, los multimillonarios globales poseen más de $ 13 billones, lo que equivale al 3.5% de la riqueza mundial.

c. Implementar una Tributación Internacional Mínima. Consistiría en un acuerdo internacional que establezca un límite sobre cuán bajas pueden ser las tasas impositivas. Las estimaciones existentes sugieren que alrededor del 36% de las ganancias multinacionales se transfieren a paraísos fiscales cada año.

d. Para evitar la evasión fiscal en todo el mundo, se propone establecer un registro financiero global. Este registro podría servir como base informativa para la creación de un impuesto global sobre la riqueza.


[1] Es un laboratorio de investigación centrado en el estudio de la desigualdad en todo el mundo.  Tiene la base más extensa de datos mundiales sobre la dinámica de la desigualdad mundial, la Base de Datos de Desigualdad Mundial (WID. world).

[2] Resumen Ejecutivo:

https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/Summary_WorldInequalityReport2022_Spanish.pdf

[3] T. Gore. (2020) Combatir la desigualdad de las emisiones de carbono: Por qué la justicia climática debe estar en el centro de la recuperación tras la pandemia de COVID-19. Oxfam. https://www.oxfam.org/es/informes/combatir-ladesigualdad-de-las-emisiones-de-carbono

[4] Es un laboratorio de investigación centrado en el estudio de la desigualdad en todo el mundo.  Tiene la base más extensa de datos mundial sobre la dinámica de la desigualdad mundial, laBase de Datos de Desigualdad Mundial (WID world).

[5] Resumen Ejecutivo:

https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/Summary_WorldInequalityReport2022_Spanish.pdf
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