Iemanyá, la diosa sensual afroumbanda que hoy denuncia la contaminación de las aguas

🌊 La celebración a la diosa del mar, a quien se le rinde culto el 2 de febrero, adquiere tintes ecologistas para luchar contra la contaminación.

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Diosa de los mares y de las maternidades. Orixá umbanda. Virgen y sirena. Protectora de los navegantes. Una Pachamama yoruba y acuática. Todas estas definiciones y atributos se ajustan a Iemanjá (Yemayá), siempre representada con una larga cabellera negra, la tez oscura y el cuerpo de curvas marcadas cubierto con un vestido largo con volados de novia. En los cuadros que la retratan, la luna llena suele brillar en un fondo de cielo azul. Celeste y blanco son sus colores; barcos cagados de frutas y otras ofrendas son lanzados al mar el 2 de febrero de cada año, su día.

En 2022, su liturgia y su figura cobran fuerza frente a los reclamos ecologistas que exigen encarar la contaminación del agua y de la tierra, como el #Atlanticazo en Mar del Plata. Algo que ya en 2011 había denunciado la actriz Katja Alemann, en una performance donde salía del mar en Punta del Este como una Iemanjá empetrolada.

El culto a la diosa Yemoya nació en África, en Nigeria, de donde fue exportada, principalmente a Brasil, en los barcos esclavistas. Allí se convirtió en una de las principales divinidades afroumbandas, y llegó a las costas uruguayas y argentinas, donde también se la venera. Como otros cultos populares, sufrió distintos procesos de sincretismo que la asociaron a la Virgen, una virgen sensual y sexualizada (la Dona Janaína brasilera que podría decirse, la negación de la supuesta virginidad de María), como a las sirenas, figuras originadas en la cultura grecolatina.

Katja Alemann como Iemanjá empetrolada.

En Brasil, músicos como Dorival Caymmi, Baden Powell o Vinicius de Moraes, o escritores como Jorge Amado, han enaltecido su figura. Y es una de las deidades más populares en ese país vecino, así como en el Uruguay, donde este año, y por la pandemia, las playas y horarios de realización del rito no fueron anunciadas para evitar aglomeraciones.

En Argentina, son diversas las agrupaciones que le rinden culto, y distintos los puntos de reunión en las orillas los 2 de febrero. Se cumple con el ritual de los barcos cargados de ofrenda en Mar del Plata, en la ribera de Quilmes, y hasta en Salta y Jujuy, donde se retoma el origen de la orixá vinculada a los ríos y sus desembocaduras.

Como en toda la religión afroumbanda, también Iemanjá ha sido estigmatizada en la Argentina (ya en la década de 1970, los líderes afroumbandistas eran perseguidos por la dictadura militar), utilizando como argumento sobre todo a partir del antiguo rito de los sacrificios de animales que, por otra parte, comparte con el origen de casi todas las religiones (¿o a qué responde la expresión occidental “chivo expiatorio”?), pero también, como ocurre con las religiones populares de raíz originaria que las iglesias (católica, evangélica) han combatido desde la colonización.

Ofrenda a Iemanjá.

A partir de 2009, el INADI comenzó a revalorizar su figura como reconocimiento a la comunidad afrodescendiente, desplegando eventos en Costa Salguero los 2 de febrero, y recibió algunas críticas de algunas agrupaciones conformadas por personas en su mayoría blancas.

El antropólogo Alejandro Frigerio analiza la figura de Iemanjá en un capítulo del libro de Diego Mauro, Devociones marianas. Catolicismos locales y globales en la Argenitna del siglo XIX a la actualidad (Prohistoria ediciones. 2021).

“La ´’gran madre’ religiosa africana y afro-americana resulta, entonces, casi la misma que la de la ciencia –escribe Frigerio-. La divinización y adoración de un aspecto vital de la naturaleza también se lleva bien con las preocupaciones de la ecología moderna. El culto religioso al mar y el cuidado por su no contaminación aparecen como convergentes. La superposición entre ambas visiones se hace evidente cuando los propios practicantes expresan su inquietud por la utilización de barcas de telgopor –material no biodegradable– para entregar las ofrendas.”

Con cierta ironía, el antropólogo observa: “De la misma manera que el Gauchito Gil deviene cada vez más en un Cristo vernáculo, nacional y popular, Iemanjá fuera de la comunidad afroumbandista se transforma en una Virgen cool, una gran madre ecológica y sexy a la que se le puede rendir culto en la naturaleza, en shorts o bermudas, luego de pasar una tarde en la playa”.

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