Los diversos humedales

🌱 Los humedales tienen rostro e historia. Son el ecosistema que más contribuye a la mitigación del cambio climático después de los océanos, pero en los últimos 300 años se perdió o degradó el 87 por ciento de los mismos. ¿Es posible vivir y producir en ellos sin generar daños irreversibles?

El Día Mundial de los Humedales se celebra el 2 de febrero en conmemoración de la firma del Convenio sobre los Humedales en Ramsar en 1971. El acuerdo buscó generar incentivos para la conservación de estos ecosistemas, ya que los mismos estaban siendo transformados por ser considerados pantanos improductivos y reservorios de vectores que transmiten enfermedades -como los mosquitos-, perspectiva que ha generado la pérdida y degradación del 87 por ciento de los humedales del mundo en los últimos 300 años.

En un principio, la iniciativa que fomentó la conservación estaba centrada en la protección de las aves migratorias, las cuales están muy asociadas a estos ecosistemas, pero al mismo tiempo incluía otras especies ya que se estima que el 40 por ciento de las especies vegetales y animales del planeta viven o se reproducen en ellos. Con el tiempo, se fueron estudiando estos ecosistemas y se observó que proveen diversos servicios ambientales que son aprovechados por la sociedad, como la regulación de inundaciones y la absorción de carbono. De hecho, son el ecosistema que más contribuye a la mitigación del cambio climático después de los océanos. 

En Argentina, estos paisajes toman especial relevancia porque se estima que el 21 por ciento de la superficie de nuestro país corresponde a ecosistemas de humedales. Ahora bien, ¿cómo es que estos ecosistemas ocupan tanto espacio y proveen tantos servicios? La respuesta a este interrogante es simple: diversidad. Los humedales son diversos y complejos. No son ni terrestres, ni acuáticos; sino que el ciclo de presencia y ausencia del agua les confiere características particulares. Esto permite encontrar a estos ecosistemas a lo largo y ancho del país.

El Delta del Paraná, los mallines en la Patagonia, las turberas de Tierra del Fuego, los esteros del Litoral y los salares de altura en la Puna del noroeste argentino son solo algunos ejemplos de la variedad de humedales que existen. Esta diversidad de humedales implica también una diversidad de conflictos, por lo cual, en aras de tener una mirada más federal de estos ecosistemas y sus problemáticas, en esta nota usaremos un conflicto vinculado a los salares de altura como excusa para reflexionar sobre las tensiones que aparecen a la hora de conservarlos.

El conflicto catamarqueño por el oro blanco

Los humedales fueron uno de los protagonistas del año pasado al convertirse en el escenario donde se desencadenaron una serie de incendios incontrolables en la región centro del país. Sin embargo, también existen conflictos en otros humedales del país que no tienen tanta prensa. Uno de los principales es el vinculado a la minería. Pero no cualquier minería, sino la minería de litio, un metal utilizado para las baterías eléctricas de larga duración. Debido a esta función, la extracción de litio a nivel mundial va en aumento para formar parte de la creciente demanda de baterías en pos de la -tan mentada- desfosilización y la posterior transición hacia el uso de energías renovables. En particular, esta discusión es incómoda para el ambientalismo: los beneficios son evidentes, pero también lo son los impactos de esta extracción. Veamos un ejemplo.

El Salar del Hombre Muerto es un humedal de altura que está ubicado en Catamarca y forma parte del “triángulo del litio”, región que posee más de la mitad de las reservas mundiales de este mineral. Las primeras explotaciones comenzaron a finales de los 90’ con la empresa Minera del Altiplano (subsidiaria de Livent). Este tipo de explotación utiliza millones de litros de agua en los procesos de extracción y procesamiento de dicho mineral, por lo cual se acelera el flujo de agua subterránea, lo que puede desencadenar una desaparición de cursos de agua. Asimismo, esta actividad puede contaminar los cursos de agua dulce por el proceso de salinización, lo cual termina afectando a toda la biodiversidad de la zona, con consecuencias dramáticas para los pobladores locales que dependen de este recurso para el ganado, la irrigación de cultivos y para satisfacer su propio consumo.

A su vez, existieron diversos conflictos territoriales ya que la empresa cercó una superficie que era de uso comunitario. Más recientemente, las comunidades empiezan a reconocer la magnitud del impacto que tenía esta actividad cuando observaron que la empresa Livent secó la vega del río Trapiche. 

El litio es un metal es tan importante para este nuevo mundo que se le otorga el título de “oro blanco”. Por lo cual, desde un lugar de gobierno es muy fácil caer en la tentación de extraer todo lo posible para satisfacer la creciente demanda y así, poder paliar el yugo de la deuda externa. De hecho, según el Altas de Justicia Ambiental, actualmente hay 8 proyectos de extracción de litio en la zona.

El caso del Salar del Hombre Muerto es solo un ejemplo de lo que pasa en cada uno de los humedales del país. ¿Qué actividades son compatibles con la conservación? Considerando que toda actividad tiene un impacto asociado, ¿cuál es el costo ambiental que estamos dispuestos a pagar para que eso suceda? Pero sobre todo, ¿cuál es el costo que los pobladores locales están dispuestos a pagar? Son preguntas que dan para debatir en profundidad, pero lo que es seguro es que esta tensión no se debería resolver invisibilizando las voces que habitan esos territorios. 

Los humedales tienen historia

El año pasado, miles de argentines se movilizaron para exigir una ley que velara por la conservación de los humedales. Sin embargo, ayer arrancaron las sesiones extraordinarias en la Cámara de Diputados y, al no ser incluida en la lista de temas, la misma perdió estado parlamentario por tercera vez. Ciertamente necesitamos que se sancione una ley de Humedales, pero una que tenga en consideración la diversidad sociocultural que los habita. 

Los humedales tienen rostro humano, tienen historia; de hecho son los ecosistemas que permitieron el asentamiento y el desarrollo de la agricultura de las primeras civilizaciones sedentarias. Es necesario reconocer que los humedales son sinónimo de una vasta flora y fauna, pero también de la gente que vive en ellos y de la producción que allí se desarrolla. Desde ya que es importante cuidar los humedales por la ética de la responsabilidad de nuestros actos sobre la biodiversidad y porque son muy productivos en términos de bienes y servicios ambientales. Pero cuidar no implica no tocar o no transformarlos, sino vivir y producir en ellos responsablemente para no generar cambios irreversibles ni generar un daño que caiga sobre otras personas que también se benefician de ellos.

Es necesario separar la paja del trigo y no meter a todos los productores ni a todos los tipos de producción en la misma bolsa. Reproducir la lógica dicotómica que opone a la conservación y a la producción decanta en posiciones que se encuentran desancladas de la realidad socioeconómica que nos atraviesa. Más aún, el preservacionismo bienintencionado pero acrítico, puede decantar en posturas que excluyen a la gente de los territorios o que prohíben actividades que son fuentes de trabajo al poner a los ecosistemas por encima de las necesidades sociales y económicas de la gente. 

En definitiva, el cuidado ambiental tiene que cerrar con la gente de adentro, con las realidades de los territorios en la mesa de discusión, porque el cuidado ambiental tiene que ser una forma de justicia social y no una herramienta que profundiza la exclusión y el éxodo de la gente de su lugar. En este caso particular, para que la ley de humedales sea una herramienta que permita conservar los ecosistemas, planificar la producción y garantizar la justicia ambiental, es necesario un proceso de construcción que fomente el diálogo abierto con todos los sectores afectados. Solo así se podrá elaborar una normativa que represente al bien común y no únicamente a una posición corporativa del ecologismo.

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