24M: la doble invisibilidad de las monjas tercermundistas

🙏 Las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet fueron desaparecidas en la Argentina durante la última dictadura. La historiadora Claudia Touris, en diálogo con El Grito del Sur, les pone nombre a cada una de ellas y reflexiona sobre cómo se recuperaron esas historias.

Claudia Touris es una historiadora argentina que se especializa en temas de religión y política en la América Latina contemporánea. En su libro La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina 1955-1976 (Biblos) aborda un tema muy poco transitado: el de las religiosas tercermundistas que en las décadas del 60 y 70 adhirieron a los principios de la teología de la liberación y las derivas del Concilio Vaticano II. Dos de ellas, las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, fueron desaparecidas en la Argentina en la última dictadura militar. Del resto, poco y nada se sabe. En esta entrevista con El Grito del Sur, Touris cuenta por qué y las presenta con nombres y apellidos.

El capítulo 5 de tu libro se titula: “Entre Marianne y María: los trayectos de las religiosas tercermundistas”. ¿Por qué entre Marianne y María?

El punto de partida para entender mejor el lugar y protagonismo que tuvieron las religiosas en la Argentina y otros países de América latina después del Concilio Vaticano II (1962-1965) y el Documento de Medellín (1968) fue que la “opción preferencial por los pobres” no fue una posición que adoptaran exclusivamente los movimientos sacerdotales como el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM), sino que se trató de un conjunto de actores religiosos, sociales y políticos donde también participaron laicos provenientes de distintos ámbitos de sociabilidad católica y allí también se destacaron un número importante de congregaciones religiosas femeninas que optaron por la “vida inserta” es decir no solo inserta en el mundo secular sino sobre todo en ámbitos populares, villas miseria, ligas agrarias, lugares donde vivían comunidades indígenas muy postergadas. Es por eso que a diferencia de las investigaciones precedentes yo propongo la idea de la “constelación tercermundista” para abandonar la centralidad absoluta de los curas. Otra de las conceptualizaciones que propongo es que en el caso de las religiosas se trató de un “tercermundismo temperado” dado que los cambios en su forma de vida del claustro a salir a desarrollar acciones de mucho compromiso social en un momento de gran efervescencia las catapultó también a adoptar posicionamientos políticos muy claros como su acercamiento al peronismo contestatario. Al salir al mundo e interactuar en espacios donde pudieron vivir en carne propia las necesidades de los sectores más pobres de la sociedad se acercaron más al modelo de la Marianne, o sea el símbolo de la República moderna ligado a la noción de los derechos ciudadanos. Esto es lo que hicieron muchas religiosas tercermundistas, que incorporaron una forma nueva para pensar su manera de relacionarse con el mundo secular. 

Hermanas del Divino Maestro con Angelelli. Principios de los años 70

Ubicás un posible comienzo (o una prehistoria) de estas experiencias en 1954. ¿En 1976 se discontinúan? 

Un punto de inflexión muy importante para trazar una cronología y contextualizar este cambio tuvo que ver con el conflicto entre la Iglesia y el peronismo entre 1954 y sobre todo 1955 cuando la Iglesia tuvo un papel central en el frente antiperonista que derrocó mediante un golpe de Estado al gobierno de Perón. Allí, por primera vez, las monjas por miedo a la persecución que estaba sufriendo la Iglesia, el tema de la quema de las iglesias en barrios de clase alta, fueron enviadas a sus casas vestidas sin hábito para ocultar su condición de religiosas y fue la primera vez que salían de sus conventos. Claro que en ese entonces su posición era muy antiperonista y lo interesante va a ser el proceso inverso que van a comenzar a experimentar en pocos años, es decir su acercamiento al peronismo por ser éste el movimiento de mayor adhesión por parte de ese “pueblo” con el cual van a querer identificarse asociando la noción de “pueblo de Dios” que propuso en Concilio y a su vez el pueblo en un sentido político. En el caso de Argentina, el Golpe del ´76 puso fin a muchas de las experiencias de vida insertas en el interior del país como el caso de la diócesis de Angelelli, que fue un lugar donde recalaron muchas religiosas de diversas congregaciones y tras su asesinato y también el de los sacerdotes palotinos, además del secuestro de catequistas de las villas como el grupo de Mónica Mignone en la villa del bajo Flores, evidentemente hubo un debilitamiento, miedo y un repliegue comprensible. Hasta la vuelta a la democracia, cuando la CONFAR (Conferencia Argentina de Religiosas y Religiosos) retomó a través de CRIMPO (Comunidades insertas en medios populares) el mismo espíritu y compromiso de trabajo. 

Hablás de la doble invisibilidad de estas mujeres, por su subordinación y exclusión de puestos de poder contra una gran mayoría numérica. ¿Podés explicar ese concepto? 

La historia de la mujeres y los estudios de género que tanto propusieron en Francia y los países anglosajones fue bastante resistida en la Argentina, y pocos profesores nos alentaban a estudiar estos temas, como si se tratara de una historiografía de importancia secundaria y no se quería reconocer la especificidad de la historia de las mujeres y todo el aporte enriquecedor que traían lo estudios de género. Eso explica el casi inexistente interés que suscitaba estudiar a las monjas, de modo que cuando empecé mi investigación casi no había nada a excepción de una tesis de licenciatura de una religiosa llamada Ana Quiñones. Un dato muy significativo fue para mí que en las entrevistas que realizaba a los curas tercermundistas siempre hablaban de alguna “monjita” o “hermanita” que trabajaba codo a codo con ellos pero casi nunca recordaban sus nombres. Entonces podemos cruzar esta invisibilización de las religiosas dentro de la Institución que las rezagaba doblemente por ser mujeres y por ser religiosas, de ahí que hablo de una doble invisibilización durante siglos de estas mujeres de vida consagrada. Y en este sentido los sacerdotes tercermundistas fueron muy clericales y paternalistas con relación a las religiosas. No introdujeron cambios con relación al papel de las religiosas dentro de la iglesia ni de las mujeres en general dentro de la sociedad y la política. 

Decís que las izquierdas revolucionarias y la mayoría de los sacerdotes tercermundistas tampoco les dieron espacio, con algunas importantes excepciones. ¿Podés mencionar algunos de estos espacios que les permitieron actuar? 

Soy consciente de que tal vez es una exigencia grande pedirle a una institución monárquica y de estructura piramidal donde el sacerdocio solo está permitido a los varones a través de argumentos fundamentalistas, ahistóricos y hasta misóginos que se reconociera el lugar de las mujeres desde una perspectiva de ampliación de derechos como si se tratara de un institución democrática e igualitaria. El tema es que el MSTM visto como el clero progresista no cuestionó esta división de roles dentro de la Iglesia, más bien defendieron su lugar de privilegio y hegemonía pese a que dijeran que el rol de los sacerdotes debía ser profético y crítico de las estructuras de poder. Por otro lado, también sabemos que en las agrupaciones armadas y de izquierda tampoco había un reconocimiento igualitario hacia las mujeres que no veían al feminismo en auge en el mundo occidental como una bandera prioritaria para defender y de ahí que en sus organizaciones revolucionarias pocas mujeres lograron tener puestos de liderazgo como el caso excepcional de Norma Arrostito. Sin embargo, hubo algunos obispos como Angelleli en La Rioja, Devoto en Goya, Iriarte en Reconquista y sobre todo en la recién creadas diócesis del NEA donde se concentró la mayor cantidad de congregaciones religiosas femeninas de vida inserta. Entre estas congregaciones se destacaron: las Hermanas del Sagrado Corazón, las Hijas de María Inmaculada (Azules), Compañía del Divino Maestro, las Auxiliares Parroquiales de María, las Hermanas de la Asunción, las Hermanas del Niño Jesús, las Franciscanas argentinas y otras que se nuclearon en el CONFER (Conferencia Argentina de Religiosas) que reunía a las congregaciones religiosas identificadas con la “opción preferencial por los pobres”. Además de las entrevistas de historias de vida que fui recogiendo fue de gran ayuda el relevamiento de la revista Vida en Fraternidad que consignaba en la sección “Experiencias” el tipo de trabajo que realizaban las religiosas en cada lugar escogido para desarrollar su labor. En algunos casos las hermanas trabajaban a cambio de un magro salario como campesinas, empleadas domésticas, a la vez que desempeñaban su pastoral y contribuían a fomentar organizaciones de tipo sindical como las Azules en La Rioja. Otras en cambio optaron por crear comunidades en regiones de marcada presencia indígena como en el noroeste chaqueño habitado por los wichis como las Hermanas del Niño Jesús. En Fortín Olmos, norte boscoso santafecino, bajo la supervisión del religioso Arturo Paoli, se desarrolló una de las experiencias más potentes de la que participaron laicos profesionales, religiosas y religiosos de los Hermanitos del Evangelio que crearon una cooperativa de trabajo y comercialización de la madera que suscitó tensiones sociales y denuncias de los sectores patronales.

Claudia Touris

Mencionás con nombre y apellido a algunas de estas mujeres muy poco conocidas, salvo el caso de las monjas francesas Alice Domon y de Leonie Duquet, desaparecidas en la última dictadura cívico militar. ¿Podrías nombrar a esas otras religiosas como una forma de visibilizarlas también desde aquí?

Me parece fundamental que estas mujeres pioneras que en los años 60 y 70 abandonaron su vida burguesa en los conventos o en los colegios de élite y se fueran a vivir a lugares postergados de la Argentina donde nadie llegaba, y aprendieron a conducir automóviles, adentrarse andando a caballo en el monte o incluso piloteando aeroplanos como Guillermina Hagen Montes de Oca -primera ingeniera agrónoma de la Argentina- sean reconocidas y dejen de estar invisibilizadas. Entre ellas se destacan la figura de Esther Sastre, quien fuera Superiora del Sagrado Corazón y que fue la responsable de la decisión de vender el colegio de la calle Callao y Juncal para crear una fundación en el NEA que desarrollara proyectos de promoción social y abriera varias comunidades en distintos lugares del país. Integró la comisión directiva del CONFER junto a Laura Renard de las Auxiliares Parroquiales de María quien también integró la COEPAL (Conferencia Episcopal de Pastoral) muy activa en la zona del NEA. También integró ambas entidades Aída López de la Compañía de Divino Maestro y que fue obligada a renunciar a su cargo nacional como consecuencia de haberse expresado -en una conferencia que se llevó a cabo en Managua- a favor del sacerdocio femenino. Merece mencionarse también a la hermana Martha Pelloni, perteneciente a la Congregación de las Carmelitas Misioneras Teresianas, de gran labor en el área educativa en Córdoba, Catamarca y Goya, de gran coherencia a lo largo del tiempo en denunciar situaciones de gran resonancia mediática como las marchas del silencio por el crimen de María Soledad Morales en Catamarca y la denuncia de venta de niños en Corrientes. Por último, Adela Helguera, hermana de la Asunción, otra congregación de elite que vendió su colegio de Palermo Chico para abrir pequeñas comunidades en el gran Buenos Aires y otros lugares del país. Se destacó su trabajo en la diócesis de Iguazú junto al Obispo Joaquín Piña y que al igual que Pelloni sigue muy activa a sus 85 años. En Misiones también trabajó y se destacó la misionera Ivonne Pierron  de la congregación de la Hermanas de las Misiones Extranjeras como Alice Domon y Léonie Duquet.

Ivonne Pierron hermana de las Misiones Extranjeras en El Malleo, patagonia, 1968.

Del MSTM derivó el movimiento de Curas Villeros. ¿Hay un paralelo en el caso de las religiosas en el presente?

La gran diferencia con respecto a los curas del tercermundo es que las religiosas nunca conformaron un movimiento orgánico. Sin embargo, el hecho de que no se expusieran tanto políticamente les jugó a favor en el sentido de que su trabajo tuvo mayor continuidad en el tiempo y si bien hoy en día la vida religiosa en general y la femenina en particular parece estar en vías de extinción por la falta de vocaciones, es muy notable que muchas de las congregaciones que hicieron una opción por los pobres están siendo capaces de adaptarse una vez más a los tiempos que corren y hoy en día tienen una mayor consciencia y perspectiva histórica sobre su propia trayectoria y han adoptado una perspectiva feminista, una agenda ecológica, una reivindicación mayor de los derechos de los pueblos originarios e incluso de las disidencias sexuales como el caso de la hermana Mónica Astorga Cremona, carmelita descalza que trabaja con grupos de personas transexuales en Neuquén. Y lo que es muy interesante como desafío de su presente es redefinir su carisma para que los laicos o laicas que trabajan junto a ellas puedan continuar su obra.

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