Masculinidades trans y violencias médicas

🏳️‍⚧️ Siete de cada diez varones trans y personas no binaries dejaron de realizar consultas médicas sobre salud sexual y reproductiva por temor a ser maltratades.

Fotos: Catalina Distefano

Miedo a sufrir malos tratos, a caer en estereotipos, estigmas, discriminación o rechazo. Por el Día Internacional de la Visibilidad Trans, Fundación Huésped y ATTTA dieron a conocer un estudio que demuestra que un 66% de personas varones trans y no binaries encuestadas dejaron de realizar consultas médicas sobre salud sexual y reproductiva por temor a ser maltratades en los consultorios. 

El sondeo, titulado «Estado de salud y factores asociados en masculinidades trans y personas no binaries de Argentina (ESTHAR)», fue realizado sobre un total de 415 consultades del área metropolitana y el interior, de los cuales el 50,1% se identificó como hombre trans, 20,7% como hombre, 15,4% como identidad no binarie y 13,7% como transmasculino.

«La intención de hacer el estudio surgió hace bastante tiempo, en 2018, mientras trabajábamos en el tema y tomamos consciencia de la falta de información sobre la población de masculinidades trans y el acceso a la salud. En primera instancia contactamos a la gente de ATTA y pensamos una encuesta que sea online y federal para llegar a más personas. Trabajamos en grupos focales sobre qué queríamos relevar y luego, ya con los datos, hicimos los análisis de lo que nos interesaba destacar. Desde ahí elegimos las cifras que publicamos, que son números bastante alarmantes en algunos casos», explicó Inés Aristegui, psicóloga de Fundación Huésped. «Generalmente, los que trabajamos con comunidades trans tenemos más conocimiento de lo que sucede en feminidades trans y sabemos de la marginación que las chicas atraviesan pero poco hablamos de las masculinidades», aseguró.

 “Creo que el primer conflicto es que el sistema de salud tiene una mirada cis-centrada y lee desde ahí a los cuerpos trans. Ese posicionamiento hace que se generen barreras en la accesibilidad y en la manera de abordar los conceptos de salud. Este tipo de relevamientos deja en claro que va más allá de la experiencia individual o la mala suerte que uno, una o une pueda tener con un prestador de salud y demuestra la falta de formación”, explicó a El Grito del Sur Ese Montenegro, activista trans masculino, formador en ESI y asesor de la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados de la Nación. “Los prestadores de salud no se imaginan a una persona trans como sujeto de derechos, eso hace que su llegada al sistema resulte imposible de abordar. No se trata de individualizar lo traumático o lo poco inclusivo, sino pensar cuáles son las estructuras que impiden el acceso de determinada población”, continuó Montenegro.

Además de las dificultades en el acceso a la salud, el 53,5% de les encuestades abandonó el hogar familiar y el 33,7% dejó de estudiar en la adolescencia por experiencias de discriminación o bullyng. En ese sentido, Inés asegura que si bien suelen tener mayor estabilidad económica que las femineidades trans, en lo que respecta a padecimientos subjetivos y conductas de autolesión, la comunidad de masculinidades cuenta con un peor panorama. «En este caso lo que vemos es que la mayoría tiene acceso a una cobertura privada y vivienda estable; sin embargo, el impacto de la discriminación es altísimo, especialmente cuando tomamos los indicadores de lo que sucede en la niñez, lo que nos habla de la necesidad de seguir difundiendo la ESI».

 “Somos usuaries inesperades de los derechos. Lo mismo sucede con el trabajo y la vivienda. Los dispositivos están pensados para personas cis, entonces cuando llegamos no saben cómo leernos. Somos entendidos fuera de la norma y nuestras experiencias de vida se vuelven inadmisibles. Esto refleja la necesidad de mayor trabajo de formación profesional, que va desde la ESI en las escuelas hasta los consultorios y las familias”, agregó Montenegro. 

Fotos: Catalina Distefano

La falta de perspectiva de género en los consultorios ginecológicos no solo habla de un incumplimiento de la Ley de Identidad de Género con respecto a la autopercepción, sino también a la gratuidad en la cobertura en tiempo y forma de los tratamientos. En ese caso, Montenegro hace alusión a la falta de cumplimiento de los tratamientos hormonales por parte de las prepagas y obras sociales, algo que sobrecarga el sistema público. Según el informe, el 50% de les consultades utilizaron terapia hormonal y la mayoría refirieron haberlo hecho bajo supervisión médica. El procedimiento quirúrgico más frecuente fue la masculinización de tórax, al cual recurrieron 3 de cada 10, mientras las cirugías del área genital fueron menos frecuentes.

Otro dato que llama la atención es que, además de vulnerar derechos y empeorar casos preexistentes, la falta de supervisión médica puede desembocar en desinformación. Un ejemplo de esto es que 6 de cada 10 masculinidades trans e identidades no binaries dijeron desconocer que indetectable es igual a intransmisible, en relación con el VIH.

Respecto a la discriminación y la salud mental, los malos tratos pueden traer las peores consecuencias: los datos recabados indican que el 58% reportó haber intentado suicidarse al menos una vez. Sin embargo, Montenegro advierte que la falta de herramientas de salud mental es algo generalizado y que seguir haciendo énfasis en la población trans aporta a su reduccionismo. “La pandemia dejó en claro la falta de herramientas de salud mental para toda la comunidad y no solo para el colectivo travesti trans. Para mi hay que despegar la idea de que las personas trans tienen mayor tasas de suicidio por serlo. Las personas que llegan a lesionarse, tienen intentos de suicidio o los llevan a cabo llegan a esta situación porque tienen toda una sociedad ejerciendo violencia física, mental, afectiva y económica sobre ellas. Si no contemplamos esto volvemos a la culpabilización individual para un conflicto cultural y colectivo. En todo caso habría que ver si las encuestas que se hacen con la población trans y la variable suicidio se hacen de igual manera con las personas cisgénero”, resaltó.

«El suicidio no tiene que ver con que una persona sea trans, sino con que se trata de una población vulnerabilizada y estigmatizada socialmente. Como pasa en muchos casos con los grupos que tienen peores condiciones de vida y rechazo social, no hay una cuestión de estabilidad, de integración social y de aceptación de los otros. Las opciones son irse de sus casas a temprana edad por sentir que no encajan, sufrir bullying en el colegio o tener adolescencias difíciles. Esas son las consecuencias del estigma y la discriminación. No se trata de ser trans, lo mismo pasa con las minorías étnicas en otros países», aseveró Inés que enfatiza en poder hablar de este tema para alertar y generar prevención temprana.    

Fotos: Catalina Distefano

Finalmente, respecto a la importancia de tener números que cuantifiquen el panorama, Montenegro opinó: “Estos estudios le quitan lo testimonial al conflicto para demostrar que es colectivo y no sólo en términos de la comunidad travesti trans, sino de la sociedad en general. Cualquier persona puede transicionar, entonces desnaturalizar lo cis genero como lo único deseable en el dispositivo de salud es tarea de todos”. 

«Tener un número es la mejor manera de tener incidencia publica. No es lo mismo hablar desde la percepción que conocer lo que realmente sucede. Esto tipo de mapeos nos permite pensar programas en términos de prevención al mismo tiempo que acudir al gobierno para seguir exigiendo políticas públicas», concluyó la psicóloga.

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