«Paz, Pan y Trabajo»: 40 años del día que el movimiento sindical hizo temblar a la dictadura

✌️ El 30 de marzo de 1982, miles de trabajadores y trabajadoras realizaron una huelga nacional con movilización para rechazar las políticas económicas neoliberales de la dictadura. En diálogo con El Grito del Sur, dirigentes políticos y sindicales que estuvieron allí recuerdan esta histórica fecha.

Si bien la historiografía suele ubicar la derrota militar en Malvinas como el principio del fin de la dictadura, lo cierto es que tiempo antes el movimiento obrero más combativo ya había dado claras muestras de poder torcerle el brazo a la Junta Militar. El 30 de marzo de 1982, apenas tres días antes del desembarco de tropas argentinas en las Islas Malvinas -de la cual se cumplen también 40 años-, miles de trabajadores y trabajadoras realizaron una huelga nacional con movilización para rechazar las políticas económicas neoliberales delineadas por el exministro Martínez de Hoz.

«Paz, Pan y Trabajo» era la consigna que llevó como bandera la masiva movilización. Ya en ese entonces, la deuda externa había crecido a niveles exorbitantes (de 8300 millones de dólares en el año 1976 a 43600 millones en 1982) y la pobreza en el Gran Buenos Aires -que en 1974 apenas alcanzaba al 3,2 por ciento de la población- llegó a superar el orden del 25 por ciento.

«Aquella marcha histórica del 30 de marzo de 1982 fue el punto culminante de la resistencia de los trabajadores a una política de destrucción del aparato productivo, de congelamiento de los salarios y alta desocupación. La situación era sumamente crítica, pero también se daba en un marco de gremios intervenidos, prohibiciones de huelgas y convenios anulados. La marcha no estaba autorizada y ese fue el argumento que utilizó la dictadura para semejante represión», recuerda en diálogo con El Grito del Sur Héctor Amichetti, actual secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense, que por aquella época tenía 27 años y participó en dicha jornada de lucha.

Convocada por la CGT Brasil, encabezada por Saúl Ubaldini, la gigantesca movilización -que llegó hasta Plaza de Mayo- fue reprimida salvajemente y unos mil militantes fueron detenidos. En medio de la algarabía popular se cantaba «Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar» y «Luche luche que se van». La marcha se replicó en distintas ciudades del país: en Mendoza, por ejemplo, la represión culminó con el asesinato del dirigente sindical Benedicto Ortiz.

Para Raúl Lizarraga, quien en ese momento era delegado de la empresa Líneas Marítimas Argentinas y hoy es secretario general del Sindicato Encargados Apuntadores Marítimos y Afines de la República Argentina (SEAMARA), la movilización significó un «antes y un después». «Logramos vencer todos los temores y justamente la dictadura temía la unidad del pueblo. Eso se fue forjando por abajo, luego de que tantos dirigentes desaparecieran por oponerse a la dictadura. No sin dificultades, llegamos a Plaza de Mayo. Ese día hubo represión de verdad: más allá de los golpes, los gases y los tiros, tuvimos la satisfacción de poder dar vuelta esta situación. Fue algo fundante», señala.

Convocada por la CGT Brasil, encabezada por Saúl Ubaldini, la gigantesca movilización fue reprimida salvajemente y unos mil militantes fueron detenidos.

Víctor Cantero, histórico dirigente del PJ en la Comuna 1 que formaba parte de la Juventud Peronista allá por el año 1982, tiene una sensación similar. «En ese entonces veíamos que la dictadura militar se estaba debilitando cada vez más. Si bien en ese entonces la CGT estaba dividida -en la Azopardo estaba Jorge Triaca-, con la consigna ¨Paz, Pan y Trabajo¨ logramos movilizar mucha gente. Cuando llegamos al Ministerio de Trabajo, en Diagonal Sur y Perú, sufrimos una represión salvaje. Ahí recuerdo que lo llevan preso a Saúl Ubaldini y también a Lorenzo Miguel», relata a este medio. «Como los milicos vieron que el poder popular crecía cada vez más, Galtieri no tuvo la mejor idea que convocar y mandar a la guerra de Malvinas a unos pibes que no estaban preparados, así como tampoco estábamos en condiciones de enfrentar a una potencia mundial como Gran Bretaña», suma.

Entre los entrevistados, existe coincidencia en que esta demostración de fuerza en las calles aceleró la decisión de la Junta Militar de iniciar el conflicto bélico por la recuperación de Malvinas. Al mismo tiempo, es necesario remitirse a los orígenes de esta marcha haciendo énfasis en la conflictividad sindical creciente: el 4 de enero de 1982, 340 obreros de la fábrica Lozadur ocuparon su lugar de trabajo por falta de pago de sus salarios; una semana más tarde, la Asociación Obrera Textil denunció la suspensión de 5 mil trabajadores/as; la Vokswagen despidió 800 trabajadores y esto desató la toma de la fábrica; finalmente, el 3 de febrero de aquel año fueron suspendidos 400 operarios de la planta de Mercedes Benz ubicada en González Catán.

«La dictadura se dio cuenta que ya era incontenible la resistencia de los trabajadores. El repudio a la política económica era muy grande. El movimiento sindical buscaba recuperar el sistema democrático y se le buscó marcar un límite al tiempo de la dictadura. A partir de allí la retirada comenzaba a prepararse», concluye Amichetti.

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.