Bordando memorias: los tejidos de Mesa Grande en El Salvador

🧵 La educadora popular Teresa Cruz Miranda presentó una serie de bordados realizados por mujeres salvadoreñas en el refugio de Mesa Grande durante el conflicto armado en El Salvador.

En el Sitio de la Memoria Virrey Cevallos acaba de presentarse una serie de bordados de la educadora popular Teresa Cruz Miranda, realizados por mujeres salvadoreñas en el refugio de Mesa Grande durante el conflicto armado en El Salvador. 

Estas sábanas traen consigo las memorias históricas de ayer y de hoy y son testigos de las migraciones forzadas y las luchas que debieron realizar los grupos vulnerados. “Las mantas reflejan cómo vivíamos en los campamentos, por qué debimos irnos hasta allá y la posibilidad de sanar en conjunto, que eran los tres temas que nos movilizaban cuando nos juntábamos a bordar en Honduras”, cuenta la educadora que ha sido reconocida en diferentes partes del mundo.

“Éramos alrededor de 12.000 personas en un espacio de máximo un kilómetro que estábamos refugiadas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Como no podíamos comunicarnos con el mundo exterior, decidimos contar lo que estábamos viviendo a través del bordado. Comenzamos a juntarnos mujeres viudas, niños huérfanos y hombres para contar cómo el Ejército de Honduras y de El Salvador nos reprimía”. Sobre los temas que abordan los bordados, muchos tienen que ver con los momentos más traumáticos que se vivieron dentro del campo de refugiados, como cuando los civiles intentaron pasar por el cruce de un río caudaloso mientras el Ejército los persiguió matándolos a tiros. “El único delito que teníamos las personas, especialmente los campesinos, era habernos agrupado en organizaciones de base. Todo tipo de organización era perseguida por el miedo al comunismo”, plantea Cruz sobre la década de los 80 en su país. Sin embargo, advierte que -lejos de ser un capítulo cerrado- la violencia sigue estando presente en su tierra natal.

Como sucedió en la dictadura chilena, en este caso los bordados también oficiaron como una manera de transmitir un mensaje al exterior del país pasando desapercibidos como un arte menor o algo meramente decorativo. Así, a través de los visitantes que llegaban al campamento, las mantas fueron viajando por todo el mundo llevando el mensaje de los refugiados y cumpliendo la función de denuncia y anuncio de la situación. Luego, una vez terminada la guerra civil, Teresa se encargó de recuperarlas y ahora cuenta con más de 15 paños que se convirtieron en un documento histórico. “En El Salvador estamos luchando por la memoria histórica. Desde lo institucional se nos dice que pasemos página, que ya no se puede seguir hablando de esto porque es abrir heridas. Creo que es el momento donde más tenemos que hablar de lo que está pasando. La memoria histórica es algo que tenemos que trabajar”.

Los bordados fueron presentados junto con otros tejidos de colectivos locales como “Bordando luchas”, un grupo cordobés que reivindica este saber popular como una forma de comunicación. “El bordado es una herramienta estratégica de comunicación y educación popular que encontramos como mujeres refugiadas. Ahora lo que estamos haciendo es volvernos a reencontrar las que bordamos y nos propusimos enseñarle a las nuevas generaciones, así las mujeres le enseñan a sus nietos para reproducir el bordado como acción. Bordar acontecimientos como un arte que no está reconocido pero sin duda es parte del arte que nos convoca”, comenta.

Consultada por si cree que el bordado está emparentado con lo femenino, Cruz explica que no es así y asegura que cada vez hay más hombres que están incursionando en la temática, pero fundamentalmente hace hincapié en la acción de bordar como elemento comunicativo que excede lo formal o lo meramente decorativo. “Creo que no tiene nada que ver con lo femenino, vivimos en una sociedad patriarcal que lo largo de la historia nos ha enseñado que somos las mujeres las encargadas de cuidar y, por ende, el bordado ha llegado a las manos femeninas, pero en estos momentos también hay hombres que están bordando y me parece fantástico. Queremos que el bordado no quede en lo decorativo sino que sea una herramienta de sanación que ayude a sanar heridas. Es una forma empoderada y política de trabajar las herramientas de la comunicación popular ante el alejamiento de los medios de comunicación masiva de la población más desfavorecida”.

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