«Hasta lo de Cabezas no estaba en nuestro imaginario el asesinato de un periodista»

🗣️ Gabriel Michi, compañero de Cabezas en la Revista Noticias, habla del crimen del fotógrafo, de la sociedad de aquella época, del rol del periodismo y del legado periodístico de José Luis. "Él encarnó otro periodismo que comprometió hasta su vida en la búsqueda de la verdad", señala.

Podrían haber sido dos las víctimas del empresario Alfredo Yabrán el 25 de enero de 1997. Además de José Luis Cabezas, Gabriel Michi reconoció que estuvo a punto de ser «boleta» si no se hubiera retirado un rato antes de la fiesta del empresario Oscar Andreani en la coqueta Pinamar. Consciente del trágico destino evitado, el periodista -que tenía apenas 28 años por entonces- acompañó a lo largo de los años más difíciles a la familia Cabezas y fue a declarar en forma incansable a los tribunales en busca justicia, verdad y memoria para el fotógrafo asesinado.

25 años después, Gabriel Michi es un reconocido columnista en C5N y tiene su propio portal de noticias (www.mundonews.com.ar). Autor del libro «Cabezas: Un periodista. Un crimen. Un país», editado por Planeta, Michi tuvo una participación activa en la realización del documental «El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas», estrenado recientemente a través de la plataforma Netflix. En una entrevista con El Grito del Sur, el compañero de Cabezas en la Revista Noticias habla del crimen, de la sociedad de aquella época y el rol del periodismo, de la impunidad representada por Yabrán y del legado periodístico de José Luis. «Cabezas encarnó otro periodismo que comprometió hasta su propia vida en la búsqueda de la verdad», señala.

Pasaron 25 años del crimen que conmovió a todo un país. ¿Qué enseñanzas personales te dejó el asesinato de José Luis?

La primera enseñanza personal tiene que ver con que hay poderes ocultos capaces de cometer todo tipo de crímenes con tal de preservar su impunidad. Incluso el asesinato de un periodista, como fue lo de José Luis, que significó también un mensaje de silenciamiento a la prensa en general y en particular a quienes investigamos a Yabrán y la policía. La segunda enseñanza se relaciona con haber estado junto a la familia, como periodista uno debe cobrar cierta dimensión de lo que significa para las familias que sufren estas tragedias. No son simplemente noticias, sino que esta gente va a arrastrar con la tragedia durante toda su vida. Eso lleva a tomar una mayor responsabilidad a la hora de informar, sabiendo que siempre, detrás de casos tan terribles, hay víctimas que sufren y que merecen un respeto.

¿Cómo creés que incidió este acontecimiento en el ánimo social allá por finales de la década de 1990?

Fue un caso bisagra, marcó un antes y un después porque, por un lado, reveló estas mafias que estaban enquistadas en la cultura política argentina. Mafias vinculadas con policías y empresariados corruptos, y cómo el poder político intentó en todo momento encubrir a los verdaderos responsables de este asesinato. En cierta medida, la reacción social que hubo en torno a esto -saliendo masivamente a las calles bajo el reclamo de justicia por la memoria de José Luis Cabezas- fue un mensaje de toda la sociedad a la Justicia y al poder político. Eso fue fundamental, sumado al compromiso que los medios de comunicación y los colegas periodistas tuvieron con el caso. No íbamos a permitir que hubiera más crímenes contra periodistas en democracia y eso fue lo que ocurrió.

Los años menemistas dieron cuenta de un entramado corrupto de los empresarios con el poder político, potenciado a raíz de las privatizaciones. ¿Qué rol cumplía el periodismo no alineado con el oficialismo en aquella época y en especial el staff que integraba la Revista Noticias? 

Nosotros nos caracterizamos por hacer investigaciones que molestaban particularmente al poder político y también al poder económico. Denunciamos todo tipo de negociados que había en torno al tema de las privatizaciones, por un lado, y a sectores económicos que tal vez no participaban directamente de las privatizaciones pero sí entablaban todo tipo de negocios espurios contra el Estado. En definitiva, el periodismo cumplió un rol muy fuerte y en la Revista Noticias desarrollamos varias investigaciones que generaron incluso la caída de algunos ministros y funcionarios importantes, así como procesos judiciales que avanzaron a raíz de estas denuncias. Éramos un contralor del poder muy importante y por eso también se generó el vínculo tan fuerte con una sociedad que estaba asqueada por la corrupción.

Gabriel Michi. Foto: Alfredo Luna / TÉLAM

Desde Noticias también se animaron a denunciar la corrupción policial en la Provincia de Buenos Aires. Siendo varios de ustedes muy jóvenes, ¿existió algo de ingenuidad respecto a cierta protección que podía brindar la libertad de prensa?

Cuando nosotros hacíamos esas investigaciones, como la de «Maldita policía», en democracia todavía no había ocurrido un crimen contra un periodista. Entonces esa variable, de que a un periodista lo pudieran asesinar por cumplir su trabajo en democracia, no estaba. Sí había habido amenazas y golpes contra periodistas, pero no se había llegado a ese extremo. Obviamente cuando uno pone la lupa sobre este tipo de negocios espurios, se corren ciertos riesgos. Lo que pasa es que, hasta que pasó lo de José Luis, no se había registrado un crimen contra un periodista. Es contrafáctico pensarlo hoy porque, al no existir ese temor o ese hecho concreto, no formaba parte de nuestro imaginario.

La semana pasada se estrenó el documental sobre el crimen de Cabezas en Netflix, donde tenés una activa participación y aparecen fuertes críticas a la Justicia. ¿Qué sensación te genera el hecho de que el asesino de José Luis hoy esté en libertad?

La verdad es que da mucha indignación y bronca, tanto por la memoria de José Luis como por toda su familia que sufre y para toda la sociedad en general. Es una afrenta enorme después de todo lo que se había logrado con las condenas ejemplares a los asesinos -a perpetua-. Habiendo cumplido una mínima parte de esas condenas, hoy están todos libres y además son un peligro para toda la sociedad. Ellos jamás se arrepintieron de lo hecho y, sin embargo, ahora están en libertad. Se trata de algo escandaloso y es otra demostración de lo mal que funciona el sistema judicial en Argentina. 

¿Hubo hipótesis que quedaron sin explorar sobre las causas del crimen de Cabezas?

No, sobre las causas no. Todo hace pensar que Yabrán estaba muy molesto tanto con las fotos que José Luis le había realizado el año anterior -donde reveló su identidad, algo que se trataba de un secreto- como con las investigaciones que se habían hecho en Pinamar. Aquello motivó a que esta persona, con una psicología muy particular y acostumbrada a la impunidad de sus acciones, ordene este crimen. Sí creo que quedaron puntas sin ser juzgadas, como la participación de más custodios de Yabrán al momento del crimen y de otros policías de la comisaría de Pinamar que colaboraron liberando la zona. Faltaron acusados en el banquillo en el momento del juicio.

La muerte de Yabrán dio pie a una leyenda urbana que desmentía la teoría del suicidio. ¿Por qué no era creíble que un empresario rico y exitoso tomara semejante decisión?

Básicamente porque había un gran escepticismo en torno al poder en general y, segundo, porque el propio Yabrán había construido todo tipo de mentiras en torno a sus negocios, a su personalidad y a sus vínculos. Entonces el suicidio podía ser entendido como otra de sus mentiras. Buena parte de la sociedad no creía en lo que para muchos podía aparecer como una realidad. Por otro lado, creo que la misma sospecha sobre el sistema judicial trajo desconfianza en la sociedad y ese combo hizo que mucha gente no creyera, bajo la lógica también de que un poderoso no se suicida porque tiene todas las posibilidades de escaparse. En definitiva, eso construyó un mito en cual yo no creo. Realmente Yabrán se suicida ese 20 de mayo de 1998 escapando de la Justicia como autor intelectual del crimen. Para él, tener poder significaba tener impunidad y no se imaginó que podía llegar a caer preso en una cárcel común. Por eso no soportó la posibilidad de esa humillación pública.

José Luis Cabezas y Gabriel Michi

Da la sensación que con la ausencia de Cabezas quedó un vacío que no pudo ser reemplazado fácilmente. ¿Ves hoy en día más piedras en el camino para el periodismo de denuncia que muestre cómo viven y actúan los miembros del establishment económico?

Yo creo que hay una combinación de factores. Primero, hay una crisis general del periodismo -que implica falta de compromiso con este tipo de temáticas-. A partir del documental, muchos colegas me decían: «¿qué diferencia hay entre ese periodismo y el de ahora?». Yo les respondía que con las tecnologías que hay ahora y el espíritu del periodismo de entonces, podríamos hacer estragos directamente. Se podrían hacer cosas mucho más profundas, serias y rigurosas. Las nuevas tecnologías y el uso de Internet trajeron muchos beneficios pero también perjuicios porque, de alguna forma, achancharon al periodismo. Se perdió la dimensión de lo que significa patear la calle, donde muchas veces se consigue información que no vas a encontrar en Internet. Lo que podía ser un instrumento fundamental para enriquecernos terminó siendo un obstáculo por nuestras deformaciones profesionales. Al mismo tiempo, los medios de comunicación no invierten en grandes investigaciones por la lógica de los altos costos o porque hay intereses cruzados de los medios con algunos sectores del poder político o económico. El periodismo de investigación quedó reservado casi exclusivamente a algunos sitios marginales o a los libros, lo cual disminuye el impacto de estos trabajos. 

¿Cuál es el legado de José Luis para el campo periodístico en su conjunto?

Es un legado de enorme compromiso con su laburo. Las nuevas generaciones deben conocer que hubo otro periodismo que comprometió hasta su propia vida en la búsqueda de la verdad, de que esa información llegue a la ciudadanía. Una noción de servicio del periodismo, en este caso con un sacrificio terrible porque implicó el asesinato de un periodista. Cuando el periodismo no cumple una función de servicio con la sociedad, pierde su razón de ser y se transforma en un simple entretenimiento o difusor de intereses sectoriales. Entonces el legado que nos deja José Luis -a través de su propio sacrificio- es que debemos seguir manteniendo ese compromiso con toda la sociedad. 

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.