Mujeres colectiveras: las manos detrás del volante

👩 Brechas laborales, tareas de cuidados, pisos pegajosos y mandatos perviven a la hora de que las mujeres se inserten en el campo del trabajo. Entre prejuicios, malos tratos y litigios, las mujeres colectiveras existen y luchan para no ser pasadas por encima en un sistema que se aprovecha de las menos beneficiadas.

A pesar de los avances de las luchas históricas de los feminismos por insertarse en el ámbito laboral, aún al día de hoy existen estereotipos que caen sobre los trabajos feminizados y masculinizados. Brechas laborales, tareas de cuidados, pisos pegajosos y mandatos tradicionales perviven a la hora de que las mujeres se inserten en el campo del trabajo, perjudicándolas material y simbólicamente y sosteniendo un orden de jerarquías. Entre prejuicios, malos tratos y litigios las mujeres colectiveras existen y luchan para no ser pasadas por encima en un sistema que se aprovecha de las menos beneficiadas. 

Erica Borda es colectivera desde 1999 cuando ingresó a la línea 140 del Grupo Plaza. En ese momento se encontraba buscando trabajo y, aunque había barajado la posibilidad de manejar un colectivo, le daba vergüenza encarar la tarea. No fue hasta que vio a otra mujer haciendo ese trabajo que se sintió habilitada a acercarse a la compañía, donde finalmente la contrataron. Sin embargo, 12 años de servicio después la despidieron sin ningún tipo de motivo aparente. En ese momento, cuando debió salir a buscar trabajo nuevamente, la respuesta de todas las empresas fue que no tomaban mujeres, lo que le generó bronca e indignación. “Yo ya tenía hijas mujeres y pensé que no me gustaría que les hubiera pasado esto a ellas”, cuenta la chofer. 

Pronto, Erica decidió tomar cartas en el asunto y junto a la Defensoría General de la Nación elevó un reclamo hacia el Estado por discriminación laboral. A finales de 2018, la Justicia le dio la razón a partir de un fallo donde ordenó a las empresas Los Constituyentes SAT; Transportes Avenida Bernardo Ader S.A. y Transporte Escalada SAT a contratar un cupo femenino del 30 por ciento, reconociendo la discriminación. Además, en ese momento el juez Raúl Ojeda, del Juzgado Nacional del Trabajo nº 50, ordenó a las empresas que diseñen un protocolo de buenas prácticas en la selección de personal que contemplara la cuestión de género. “Yo después quise apelar para que se hiciera extensiva a todas las empresas del país pero me dijeron que me conformara con lo que había logrado”, aporta.

Si bien el fallo significó un gran avance, sentando un precedente nacional, Borda resalta que sigue habiendo obstáculos para las mujeres colectiveras: uno de ellos es que el carnet para conducir del LinTI (Licencia Nacional de Transporte Interjurisdiccional) esté alrededor de $35.000, un precio que para una mujer desocupada o con un trabajo precarizado resulta casi imposible de costear. “Lo que pasó cuando salió el fallo es que se anotaron muchas chicas de entre 45 y 50 años y no las querían tomar. Ahora, que ya pasaron casi cuatro años, hay más chicas jovencitas y las empresas las toman a ellas. Otra cosa que pasa es que las contratan de manera informal o virtualmente por tres meses y luego las echan”, asegura la colectivera que explica que en diferentes partes del país las mujeres siguen lidiando con la discriminación para poder desempeñarse en el oficio que les gustaría.

“Entre los compañeros somos todos iguales y no hay malos tratos. En la línea 130, donde trabajo hace tres años, yo fui la primera mujer en ingresar y siempre estuve bien tratada por mis compañeros. Sin embargo el rubro en general es machista, como pasa con los camioneros o los pilotos de avión donde promueven más a los varones que a las mujeres”, plantea. “Lo primero que hacen desde la empresa es tratar de adoctrinarte para que tengas miedo de que van a echarte si no haces esto o aquello. Muchas veces a las chicas les dicen que no dan con el perfil pero nunca queda en claro cuál es el perfil que quieren tener”, continúa. 

En la Argentina, para el 2019 sólo el 0,24 por ciento de quienes tenían licencia profesional para manejar eran mujeres. Aparte del caso de Erica, existen otros fallos en el país que reconocen la disparidad de oportunidades entre mujeres y varones al frente del volante de colectivo. Entre ellos figura como antecedente el fallo Sisnero en el cual la Corte Suprema de la Nación dictaminó que el 30 por ciento de la plantilla de todas las empresas salteñas tenía que ser mujeres. En Rosario, en 2018 y gracias al reclamo de un grupo de siete colectiveras que no eran efectivizadas, el tribunal provincial dictaminó la creación de un registro de postulantes y la ordenanza municipal estableció un cupo del 50 por ciento en todas las empresas.

Además, en Bahía Blanca, la Cámara de Apelación en lo Contencioso Administrativo de Mar del Plata dio lugar a la medida cautelar obligando a 3 empresas a informar ante cada una de las convocatorias a cubrir puestos de conductor el resultado y las razones de la decisión.

El año pasado, el Ministerio de Trabajo creó el Programa para la Promoción e Inclusión de Mujeres en la Actividad del Transporte Automotor, un registro para que se inscribieran las mujeres mayores de 21 años que quisieran trabajar como conductoras de colectivo y tuvieran licencia habilitante. El fin de este registro es facilitar el contacto de las mujeres con las empresas y favorecer el seguimiento de los procesos de selección de los cuales participan. Además, busca ayudar a aquellas que no cuentan con la licencia a acceder a la capacitación específica en la materia y recibir financiamiento. También crea un registro de empresas del sector para facilitar la contratación de mujeres dándoles beneficios a las que se anoten.

Foto: Juli Ortiz. Anccom

Sabrina tiene 40 años y, si bien sus hermanos son choferes, asegura que a ella le empezó a gustar la profesión cuando pasaba enfrente de “la escuelita” donde se realizan los cursos para obtener las licencias. “Me vi reflejada, fue una cosa rara, sentí que tenía que estar ahí y averigüe cómo hacerlo”, asegura. Sin embargo, nada fue fácil porque -luego de obtener la licencia- Sabrina estuvo casi un año sin tener trabajo porque nadie quería tomarla por ser mujer. “Llevaba un año sin encontrar nada y estaba frustrada. Pensaba en que iba a tener que renovar la licencia y eso significaba volver a pagar y hacer el trámite que es muy cansador. Cuando estaba por bajar los brazos me acerqué por tercera vez a una empresa y les pregunté si no me tomaban porque era mujer y me respondieron sinceramente que era así”. 

Finalmente, Sabrina entró a la línea 130 en 2019 gracias al fallo Borda. Al igual que Erica, asegura que nunca sintió discriminación por parte de sus compañeros y que los pasajeros suelen alentarla. “Más allá de todo, no deja de ser un trabajo que tiene que hacerse de cierta manera. A veces piensan que por ser mujer lo vas a realizar de una forma o nos dicen que somos más delicadas o atentas. Nosotras tratamos de asumir la gran responsabilidad de la mejor manera, el trabajo es el mismo que el de los varones”.

Consultada por lo que se siente ser colectivera, Erica explica: “A mí en un principio me daba vergüenza por el miedo a que la gente me mirara, algo que pasó y sigue pasando. Sinceramente yo ya me acostumbré. Me gusta manejar el colectivo, me gusta mi trabajo. Durante el tiempo en que estuve sin trabajo, yo me recibí de enfermera profesional y ejercí dos años. Cuando me convocaron desde la empresa porque salió el fallo tuve que elegir si volver al colectivo y no lo dudé un segundo”. Por su parte, Sabrina agrega: “Es un logro personal, es un orgullo porque pensé que no lo iba a poder lograr nunca. He dudado mucho de mí y de mi capacidad para estar al frente de un volante. Me costó mucho llegar a donde estoy y como estoy. Es un orgullo propio y me siento bien por eso”.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios