La Constitución «maldita» de la que no se habla

🗣️ La docente e investigadora Leticia Vita conversó con El Grito del Sur sobre el libro "¿La Constitución de Perón? La reforma constitucional argentina de 1949 en perspectiva transnacional".

John William Cooke se refería jocosamente al peronismo como “el hecho maldito” del país burgués. Tan maldito que hizo una Constitución maldita, de la que no se habla ni se estudia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. “Es esa cosa maldita, oculta o negada que no reaparece ni en el ‘57 ni en el ‘94 (cuando se hacen las reformas constitucionales). Hay mucha condena por ser la Constitución de Perón, porque se dice que es nula o no democrática. Son los trabajadores y los movimientos sociales los que reivindican estos derechos en las movilizaciones. Hay muchas peticiones que reivindican los derechos conquistados durante el peronismo que en el ‘57 no aparecen en el recinto, pero sí aparecen afuera”, dijo a El Grito del Sur Leticia Vita, profesora de Teoría del Estado en la UBA e investigadora del CONICET y editora del libro ¿La Constitución de Perón? La reforma constitucional argentina de 1949 en perspectiva transnacional.

El trabajo surge, según Vita, “como una incomodidad”, ya que lo común en el mundo del derecho es estudiar lo vigente. “Entonces un sentido común muy presente es que no hace fala estudiar la Constitución del ‘49 porque no está vigente. Y otro sentido común es que se trata de ‘la Constitución peronista’, como si hubiera sido dictada por el propio Perón y fuera antidemocrática o autoritaria”, señaló.

En 1948, el Gobierno convocó a una Convención Constituyente para consagrar en el texto las reformas promovidas durante el justicialismo con el abogado y constitucionalista de origen radical Arturo Sampay como uno de los convencionales. Para modificar la Constitución se necesita -de acuerdo al texto original- contar con dos tercios de las Cámaras. 

Leticia Vita

“El peronismo tiene esos dos tercios, pero la Constitución no decía si esos miembros eran los presentes o los totales. El peronismo impulsa la reforma sin tener presentes a los dos tercios de ambas Cámaras y eso genera una discusión sobre la legitimidad. Ese es el argumento del radicalismo y el socialismo para cuestionarla – explicó Vita-. Es una Constitución que viene a tocar las comodidades y los privilegios de algunos sectores y eso molesta”.

Justo el presidente de la Corte, Carlos Rosenkrantz, dijo que “no puede haber un derecho detrás de cada necesidad”. ¿La Constitución del ‘49 realmente se guiaba por esa frase de Evita de “donde hay una necesidad, nace un derecho”?

Bueno, sin responderle a Rosenkrantz, me parece que es una discusión medio superada. Esa cuestión de “el costo de los derechos” está muy debatida. Todos los derechos tienen un costo, incluso los derechos civiles o la libertad de expresión. Volver a debatir eso tiene un efecto regresivo. ¿Para algunos derechos hay plata y para otros no? Ya lo dijo (el exjuez de la Corte, Enrique) Petracci: el argumento de la falta de recursos no cuenta, el Estado está obligado. Respecto a la Constitución del ‘49, sí hay necesidades que se convierten en derechos. Las de los trabajadores, las de las familias, quizás otras necesidades no se convirtieron en derechos, pero esas son limitaciones que tuvo el régimen. ¿Por qué no avanzó en otras áreas? Tenía los factores de poder acechando y quizás otras áreas en las que no quiso avanzar, como en lo religioso. La Iglesia había hecho lobby para que se incluyera la educación religiosa y no está, también pidieron que se consagrara el matrimonio indisoluble, que no se habilite el divorcio, y tampoco pasó. Podría ser una Constitución más católica y no lo es, eso refleja las tensiones del peronismo de la época.

El trabajador es la figura central del pensamiento peronista. ¿De qué manera aparece en la Constitución?

La Constitución de 1853 es muy clara, protege al varón blanco propietario. La del ‘49 suma tres nuevos sujetos. Uno es el varón trabajador, por primera vez hay trabajadores en la convención constituyente, hay un capítulo en el libro sobre los sindicalistas constituyentes y eso simbólicamente es un montón. La familia aparece como un sujeto protegido, con todas las salvedades que podemos hacer hoy de varón proveedor, la mujer ama de casa y los niños y también aparece la ancianidad como sujeto. Es muy interesante leer los artículos que hablan de la ancianidad porque no solo tratan de los derechos materiales, sino del disfrute, del derecho a una vida digna. La reforma del ‘49 movilizó muchísimo a toda la sociedad. En el archivo del Senado están las 14 cajas con los materiales con los que trabajó la convención y hay telegramas, cartas de personas de a pie o de colectivos sobre los derechos que pensaban que tenían que tener. Si bien en la reforma no se habló de los derechos de las mujeres (salvo por el voto), las mujeres sí hicieron peticiones por sus derechos.

 ¿Hay derechos que se consagraron en ese momento y por los que todavía se están peleando hoy?

Es importante cuando hablamos de derechos mirarlos en clave histórica. Se trabaja cómo ese derecho de los trabajadores impacta y cambia sus vidas. Se puede ver un antes y un después en especial en las sentencias judiciales que tienen que ver con lo laboral. Aparece el derecho a trabajar, a la capacitación, a una retribución justa. Son derechos muy detallados y son una ruptura. Estaban consagrados a nivel legislativo y toman carácter constitucional. Creo que muchos de estos derechos siguen siendo materia de disputa, como la retribución justa (art. 37 inciso 2) o la función social de la propiedad (capítulo IV). El texto dice: “Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo o intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva”. Es la reforma agraria. Tampoco era para alarmarse, tiene que ver con un clima de época y que es una Constitución que recoge cosas que estaban en otras, como la de Entre Ríos del ‘33 o la de Buenos Aires de ‘34. A nivel regional hasta llegamos tarde porque la mayoría de las constituciones de la región sumaban estos derechos. Si la querés correr por izquierda podés decir que se queda corta.

¿En qué se queda corta? Al principio mencionabas los límites de la Constitución o que no aparecían los derechos de las mujeres. 

Por ejemplo, el derecho a huelga no aparece en el texto sancionado. Hubo un debate muy intenso porque sí aparece en los materiales de la convención y para la época eran pocas constituciones que incluían el derecho a huelga. Sampay decía que no era necesario. Recién aparece en el 14 bis que se incorpora en la reforma del ‘57, que fue convocada por un gobierno de facto que tenía proscripto al peronismo. Y después el libro incorpora capítulos que hablan sobre la cuestión de las mujeres y la tensión que implicaba en el peronismo el rol de la mujer. Porque aunque se sanciona el voto, que la hace salir de la casa y participar, la Constitución la pone en el lugar de formadora de la familia que debe quedarse en el hogar criando a sus hijos. El eje del trabajo es ese, ver los avances y los límites a la luz de lo que pasaba en el mundo.

Perón se dirige a la Asamblea Constituyente.

La Constitución del ‘53 está inspirada en la de Estados Unidos. ¿La del ‘49 está inspirada en otra Constitución de esa época?

Es importante remarcar que el anteproyecto del Partido Peronista no sale como entra (al Congreso). El libro viene a romper la idea de los trasplantes, de que tomo tal artículo de una Constitución y lo traduzco a esta realidad. Había una circulación de ideas. Un dato interesante y que no es muy conocido es que (el secretario de Asuntos Técnicos, José) Figuerola, que era un español seguidor de Primo de Rivera, se especializaba mucho en estadística y se le encarga hacer un trabajo comparativo de todas las constituciones del mundo. Figuerola hace un proyecto de Constitución que a Perón no le gusta. Pero a partir de ese momento hay una compilación de constituciones con derechos sociales que circula y que es tomada como material de trabajo. Esto no se traduce en la copia de artículos pero sí en el conocimiento de otras constituciones y ni hablar de las provinciales. La Constitución del ‘49 no era ajena a América Latina.

Últimamente se reivindica mucho el texto de Alberdi, incluso Cristina Fernández de Kirchner, que fue convencional constituyente en el ‘94, dijo que su Constitución preferida era la de Alberdi, salvo por la de Perón. ¿Por qué te parece que pasa esto?

Yo veo muchos usos estratégicos de Alberdi. Hay un temor de borrar lo que está ahí, ese liberalismo político que no es malo entendido en términos de emancipación, pero se tiene que complementar con otras luchas. En el ‘49 no se toca la mayor parte de la Constitución de Alberdi, la estructura todavía está ahí, la forma de organizar el Estado, los derechos civiles. Lo que se hace es sumarle a estos tres sujetos, el trabajador, la familia y la ancianidad, y un Estado más activo que eso en Alberdi no está. Estas reivindicaciones tienen que ver más con los usos políticos de la idea de república, de liberalismo. No es reivindicar a Alberdi, sino criticar al peronismo.

¿Por qué te parece importante que se estudie y se difunda la Constitución del ‘49? 

La inquietud del libro es romper con lugares comunes de nuestra historia constitucional y tiene la pretensión de abordar algo que no estudiamos, pero también de complejizar nuestra manera de entender la historia porque eso impacta en el presente. Es importante que personas que después se convierten en abogados, jueces, diputados, senadores, que van a ocupar lugares de poder, es relevante la manera en la que entienden la historia y la aplicación de los derechos. Cómo vos aprendas la historia y el surgimiento de los derechos tiene impacto en cómo adjudicás derechos. Si te enseñan que los derechos los da el Estado, que aparecen de la nada o en tratados internacionales, nos olvidamos de que hay personas de carne y hueso que lucharon para conseguir esos derechos.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.