La violencia de género en el fútbol: respuestas desde adentro para entender la problemática

⚽ ¿Qué deben hacer las instituciones cuando sus ídolos son acusados de ejercer violencia hacia las mujeres? Esta pregunta no tiene una respuesta única, pero es importante tener en cuenta algunas cuestiones antes de esbozar conclusiones.

El abordaje de las violencias con motivos de género en los clubes argentinos es un tema de agenda pública. Hoy se discute algo que hasta hace años parecía impensado: ¿qué deben hacer las instituciones cuando sus ídolos son acusados de ejercer violencia hacia las mujeres? Esta pregunta no tiene una respuesta única, dado que la problemática de la violencia con motivos de género no tiene una causa única. Es importante tener en cuenta algunas cuestiones antes de esbozar algunas respuestas. 

En primer lugar, los clubes argentinos son asociaciones civiles sin fines de lucro, que deben generar un bien común para sus afiliados y un beneficio para la comunidad en general. Esto es lo que se conoce como su función social, sobre la cual se monta la demanda social que les exige hacer algo frente a las violencias con motivos de género. Desde esta perspectiva, los clubes tienen responsabilidades civiles y, por lo tanto, deben comprometerse en la lucha por la erradicación de las violencias. Por esto, las soluciones a la violencia de género aplicadas en clubes de otros países no son fácilmente trasladables a nuestros clubes.

Cuando escuchamos que hay que tomar el ejemplo del Manchester United que rescindió el contrato de Mason Greenwood, jugador denunciado por violencia de género y violación, quien además fue removido de todo el branding de Manchester, e incluso desvinculado de la marca que lo patrocinaba, debemos tener presente que en Inglaterra, y en muchos otros países del mundo, los clubes son empresas que toman decisiones en función de cuidar su rentabilidad. Soluciones de este estilo tienen un aspecto interesante, que es el mensaje de no tolerancia a la violencia. Sin embargo, no resuelven el problema porque arraigan en una concepción de la misma como una exterioridad. Extirpado el violento de nuestro club, extirpado el problema. La respuesta únicamente punitiva deja sin tocar las condiciones estructurales que habilitan y legitiman la emergencia de las violencias.

La segunda cuestión a considerar es el lugar que tiene el fútbol masculino en la cultura popular argentina. El fútbol es parte de nuestra identidad nacional, los jugadores de fútbol son héroes nacionales en los cuales nos vemos reflejados y cuestionar a nuestros ídolos implica cuestionarnos a nosotros mismos. Además, lo que acontece en torno al fútbol impacta en todos los ámbitos de la vida: la economía, la política, la cultura, las ideas. La tradición que estudió al fútbol desde las ciencias sociales partió de un consenso: mirando al fútbol, podemos entender la sociedad. Pero también, mirando al fútbol, podemos entender al fútbol. Esto quiere decir que el fútbol produce sus propias lógicas, y, por lo tanto, sus propias violencias.

En Argentina el fútbol masculino se estructura sobre una lógica del aguante, que implica tener coraje, poner el cuerpo, no correr frente a los combates, exponer el cuerpo al dolor y tolerarlo. El aguante es una categoría que opera entre varones que demuestran su virilidad, y jerarquiza a aquellos que lo poseen, los machos, frente a quienes no, los putos. Algunos sentidos de estas valoraciones en torno a las masculinidades se comparten con el resto de una sociedad que espera que los varones sean viriles, fuertes, que no tengan miedo, que provean y protejan a otros grupos sobre quienes ejercen poder. Pero en el fútbol, estas valoraciones adquieren una dinámica propia y son compartidas tanto por jugadores, para quienes tener aguante se asocia a ser un buen jugador, como entre los hinchas, gran parte del periodismo y las dirigencias. 

El aguante es una categoría que opera entre varones que demuestran su virilidad, y jerarquiza a aquellos que lo poseen, los machos, frente a quienes no, los putos.

La antropóloga Rita Segato denomina a estos ideales de género que pesan sobre los varones “mandato de masculinidad”, unas cargas enormes que presionan y empujan socioculturalmente a los varones a pensar, sentir y actuar en función de estas ideas. Las formas de ser varón pueden estar vinculadas con la puesta en práctica de distintas violencias y el deporte es un espacio donde muchas de éstas se reproducen. Cuando se tilda al rival de puto, o se insulta a un jugador otorgándole características femeninas, se naturaliza la subordinación de otras identidades de género, lo que contribuye a generar un contexto en el cual estas violencias son legítimas. En el fútbol se producen construcciones de género sobre varones que deben aguantársela no solo en la cancha, sino en la vida. Para abordar las violencias es preciso entonces trabajar sobre las masculinidades y desarmar los mitos que las sostienen para poder imaginar nuevas formas de vivir el fútbol desacopladas de estas ideas. 

La tercera cuestión a considerar es que las violencias en los clubes de fútbol no son un problema nuevo. La antropóloga Carmen Rial, a raíz de la condena por violación al jugador brasileño Robinho y su abordaje por parte de los medios de comunicación, rastreó otros casos donde jugadores brasileños habían sido acusados de violación. Recuerda el caso de cuatro futbolistas del club Gremio de Porto Alegre que en 1987 fueron acusados de violar a una niña de 13 años en Suiza, y que en su regreso al país fueron recibidos en el aeropuerto como héroes. La prensa acusó a la víctima de “exagerar” lo que había sido una “pequeña travesura” por parte de los futbolistas, además de culpabilizar a ésta por haber ido a provocar a los jugadores.

A pesar de encontrar operaciones similares en algunos de los casos que han tomado relevancia pública en los últimos años en nuestro país, la censura moral sobre este tipo de hechos es hoy muchísimo mayor. Una de las transformaciones que trajo aparejado el #NiUnaMenos fue una ampliación del concepto de violencia al caracterizar de este modo prácticas que antes eran aceptables, como por ejemplo el acoso callejero al que antes conocíamos como “piropo”. Además, la violencia con motivos de género deja de considerarse como un tema de la vida privada, sino que es entendida como un problema social y que por lo tanto es la obligación del club abordarlo.

Sin embargo, no todos los actores del mundo del fútbol comprenden lo mismo por “violencia de género”. Algunos dirigentes de los clubes difieren, y es común escuchar en sus declaraciones públicas que hay que separar lo que sucede en la vida privada de lo que sucede en la cancha. ¿Es posible establecer puentes de diálogo entre actores que entienden la problemática de modo tan diverso? Sí, si trabajamos por visibilizar las violencias que tienen lugar en los clubes a partir de posibles puntos de contacto. La pasión por nuestros clubes y el derecho a habitarlos sin sufrir violencia puede ser un punto desde el cual comenzar a conversar. 

¿Qué lugar tienen en esta problemática las comisiones de género? Estos espacios se vuelven actores políticos claves en el abordaje de las violencias, y como tales disputan poder, a la par que negocian con otros actores institucionales. En muchos clubes lograron sancionar e implementar protocolos institucionales de actuación ante situaciones de violencias de género y/o discriminación. Cuando escuchamos que los protocolos no sirven porque no pudieron dar la respuesta que deseamos ante alguna situación, como en el caso Villa, se invisibiliza que son una herramienta muy importante que permiten a la institución actuar rápidamente ante situaciones de violencias en base a los principios fundamentales de confidencialidad y no revictimización. 

Las comisiones de género se vuelven actores políticos claves en el abordaje de las violencias, y como tales disputan poder, a la par que negocian con otros actores institucionales.

Hoy, ante una situación de violencia, la víctima tiene donde acudir y ser escuchada de modo respetuoso. Llegar a la redacción de un protocolo es el resultado de un proceso de reflexión, sensibilización y capacitación en los clubes, y es un punto de llegada de discusiones institucionales que antes no se daban y que ahora están instaladas en los clubes. 

Las respuestas a la problemática de la violencia de género en el fútbol deben construirse desde el fútbol y no hacia él: esto implica involucrar a todos los actores que son parte de los clubes: dirigentes, entrenadores, hinchas, deportistas y sus familias, socios y socias, trabajadores y comisiones de género. No hay un club más violento que otro. Los clubes deben destinar recursos que acompañen el compromiso en la lucha contra la violencia, y desnaturalizar que su abordaje compete únicamente a las mujeres. En este camino los varones tienen mucho que decir y aportar.

*Julia Hang – Licenciada en Sociología (UNLP). Muchas de estas reflexiones surgen de los talleres desarrollados con clubes de La Plata, Berisso y Ensenada en el marco del proyecto de extensión “Hacia clubes inclusivos”.

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