El «Que Se Vayan Todos» volvió a las marchas piqueteras, 20 años después

✊ Desde el polo opuesto a la ultraderecha, una de las organizaciones de la Unidad Piquetera se animó a desempolvar aquella consigna del 2001, una vieja novedad. Viaje al interior del MTR-Votamos Luchar y a su base en el barrio Sarmiento, donde la izquierda crece "a pura necesidad".

En las marchas de los movimientos sociales, después de 20 años, volvieron a aparecer pancartas con la frase “Que se Vayan Todos”. Las llevan agrupaciones no partidarias, como el MTR Votamos Luchar, a las protestas de la Unidad Piquetera. Ubicados en el polo opuesto a la provocación antipolítica de Javier Milei, sus militantes sienten que es momento de desempolvar la consigna emblema del 2001: la imprimieron como gigantografía, QSVT, para ponerla en el lugar más visible, la cabecera de las movilizaciones. 

Esta nota es pura curiosidad: ¿quiénes son y -sobre todo- qué está pasando en estas agrupaciones? Dos responsables de la mesa nacional del Votamos Luchar y dos vecinas, integrantes de base, van a hablar con XXX de lo nuevo: de militar en la izquierda y en los asentamientos mientras crece la intención de voto de la extrema derecha. De los insultos xenófobos que escuchan en las marchas. De su lógica de acumulación y de las dificultades para llenar la olla. Muy pronto, en la conversación se verá asomar lo viejo de lo nuevo: la tensión de las agrupaciones territoriales con los intendentes del PJ está otra vez a la vista.

Estamos en barrio Sarmiento, ubicado detrás de la feria de La Salada. Acá las calles son de tierra y están rellenas con escombros, señal de los esfuerzos de los vecinos por hacer habitables, en lo que pueden, estas cuadras pegadas al Riachuelo. También las casas, sin revocar pero sólidas, lo muestran. En todo lo demás, el barrio tiene las carencias de los asentamientos del conurbano: no hay cloacas, el agua potable no llega al interior de las viviendas y al borde de la calle corre un zanjón de aguas servidas que la municipalidad se demora en limpiar.

Detrás del portón de entrada, un grupo de mujeres amasa junto a un horno de barro. Cuando esté listo el pan, van a salir a venderlo casa por casa. Un segundo grupo de mujeres escribe, sentadas a lo largo de una larga mesa. Parece que estuvieran estudiando, pero no:  “Somos la cuadrilla administrativa”, explican. Y agregan que en este mismo local existe una cuadrilla de albañilería, que al no acceder a convenios para el mejoramiento urbano, por ahora trabaja cuando los propios vecinos pueden comprar materiales y mejorar sus viviendas.

—Entré al movimiento por ne-ce-si-dad—, dice Rossana Reynoso.

Es la delegada de estas manzanas. Nacida en Jujuy, vino a los 16 al Gran Buenos Aires, donde crió a sus dos chicos trabajando por hora, limpiando casas. Entró a la organización hace siete años, “en el último año del gobierno de Cristina”.

Lo primero que llama la atención es que en este MTR, el Votamos Luchar, no quedan militantes del 2001, con la excepción de una de sus fundadoras, Elsa Saldusky, que vive en Mar del Plata.

Hubo un recambio, y hoy los que salen a la calle son de otra camada.

Ejemplos: Daniela Calarco empezó a militar porque vivía en un barrio fumigado, hace seis o siete años. Darío Barberán, de 19 años, viene de una familia de clase media. En el secundario militó en su centro de estudiantes: las protestas callejeras lo vincularon a esta organización. Claudia Rivera es otra vecina que, como Rossana, la delegada, se acercó buscando ayuda para uno de sus chicos, que tiene un retraso madurativo. También ella cría a sus hijos sola. Entró al MTR hace apenas tres años.

¿Por qué decidieron volver marchar con el Que se vayan todos?

—Porque esa frase, que resonó tanto en 2001 en las calles de todo el país, habla de la necesidad del cambio social. Es claro que entonces no lo conseguimos: lamentablemente, en aquel momento no hubo la fuerza suficiente para lograrlo-, dice Daniela Calarco.

A Rossana la eligieron delegada casi enseguida. Es la primera en llegar al local, para abrirlo y la última que se va, para cerrar el portón. Organiza las asambleas y, obviamente, ataja cada problema que llega para golpear el portón. Se la ve cansada, pero dice que aguanta  “porque al estar acá se me abrió la cabeza de por qué luchar, cuáles son mis objetivos…porque por más que trabajaba por hora, no me alcanzaba nunca”.

Conoció a Darío en la pandemia, cuando en diciembre del 2020, con otras 9 organizaciones, hicieron un acampe en el Puente La Noria que mantuvieron hasta tres horas antes de la Navidad, en reclamo de alimentos, obra pública para mejorar los barrios y trabajo para las cooperativas. Son los tres reclamos que siguen sosteniendo hasta hoy, en un plan de lucha.

-¿Qué pasa en el barrio con el crecimiento de la derecha, de figuras como Milei?

-Al barrio no lo pisan. Ni se acercan- dice, tajante, Daniela.

Para Rossana, el cambio en el clima se nota sobre todo en la CABA: “En las marchas, en la calle veo más bardeo. Nos dicen cosas como andá negro sucio, o bolita de mierda, o andate a tu país. Hay más ninguneo y más maltrato. Pero acá no: nos conocemos entre vecinos”.

-Aparece mucha discriminación hacia los compañeros que son paraguayos o bolivianos- apunta Daniela.

-La derecha crece pero nosotros también -, aclara Darío.

-La derecha acumula rápido porque ya tiene el poder económico- agregan en la rueda – porque les habilitan los medios, porque tienen manejo en las redes. Pero a barrios como éste llegan solamente a través de Internet. 

Aunque obviamente, esa influencia no se mantiene virtual.

-Claro que nos preocupa, porque las organizaciones como las nuestras somos para la derecha el primer enemigo. Si escuchás los discursos de Milei, prácticamente dice ‘hay que eliminarlos a todos’. Nos preocupa pero no nos detiene. La tarea nuestra es seguir acumulando poder.

Es una izquierda que siente que acumula. Y que lo hace por el motor de la más pura necesidad.

Marcha Federal llevada a cabo por el Frente de Unidad Piquetera bajo la consigna «trabajo, aumento salarial y contra la miseria». CABA, 12 de mayo de 2022. Camila Alonso Suarez

¿Qué es acumular en el MTR?

“La construcción es convencer a otro vecino que tenemos un lugar de lucha para él. Vienen a la olla, y nuestra función es hacer junto a esos compañeros un camino de formación».

El MTR viene siendo parte de movidas que no dejan un carril libre. Por ejemplo, con un frente de 9 organizaciones meses atrás entraron al hall del municipio que conduce Martín Insaurralde, lo que les valió ser acusados de violentos y antidemocráticos.

Claudia asegura que fue la única manera de que la intendencia empezara a mandarles alimentos para el comedor.

—Durante la pandemia sostuvimos el comedor comprando todos los insumos nosotros, con lo que nos dejaba la venta del pan. Después de esa toma accedieron a mandarnos alimentos, aunque sólo de los secos: fideos, harina, aceite. Mucha polenta y garbanzo.

Claudia acaba de volver de una reunión con Desarrollo Social municipal. Llegó enojada porque a su pedido de leche y carne, para incluir proteínas, la funcionaria que los atendió le respondió que los garbanzos “están en el listado de una buena nutrición”.

—Por supuesto que le aceptamos todos los garbanzos que nos den, y toda la polenta que manden… pero mandame también leche para prepararla! Le estamos poniendo polenta al pan, hacemos postre de polenta con canela y limón y en la vianda va polenta… pero no nos mandan ni leche y a veces ni tomate para una salsa.

 —

La cuadrilla de pan ya sacó los bollos del horno y los prepara para la venta. Los comercializan a cien pesos los ocho panes. Y una parte de la ganancia va para comprar carne y verdura..

Cuenta Rossana que su MTR creció “porque en la pandemia se vio mucha necesidad, vino más gente por la olla. Y este año, cuando todo aumentó, se sumaron más otra vez, porque el dinero no le alcanza a nadie”.

Hoy, en su cabildo -que reúne a varios barrios- son 700 compañeros y compañeras.

Cerrada la inscripción al Potenciar Trabajo, la decisión de salir a la calle parece a todos más fácil de tomar. También están discutiendo con la municipalidad que destine parte de las obras de mejoramiento de la escuela cercana, y del tendido de la red de agua potable, a las cuadrillas de construcción. “Nos contestaron que las obras de la escuela ya están licitadas con una empresa constructora”. Con las obras de agua potable, van y vienen con el pedido de trabajo, desde la municipalidad a Aysa y de Aysa de vuelta a la municipalidad.

—Entramos por necesidad y a medida que vas caminando pateando el barrio, en la lucha… te olvidas de por qué entraste -se despide Claudia-. Es por la satisfacción de saber que hay compañeros con los que salir a reclamar.

La nota va terminando porque tiene que entrar al secundario nocturno. Para los demás también es tarde: a cada cual lo esperan en su  casa.

Rossana cierra el portón. Por ahora en el local no vive nadie, pero están proyectando la construcción de un primer piso para armar un polo productivo, y entonces seguramente tendrá que quedarse algún compañero, para cuidar las máquinas. ¿Qué máquinas? Las que consigan. “Salgan con cuidado, no vayan a caerse nadie en el zanjón”; recomienda Daniela. Afuera ya oscurece. Por el camino de vuelta, el olor de los líquidos estancados en su fondo nos acompañan por largo rato.

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