“Al Mocha Celis lo defino como ternura”

🏳️‍⚧️ Este mes se inauguró el nuevo edificio del Bachillerato Popular Travesti Trans Mocha Celis. La docente Manu Mireles y Luana, una de las alumnas, cuentan cómo el espacio transformó la vida de muches.

Foto: Florencia Ferioli.

“Nunca pensé que iba a estar sentada estudiando ni que existiría un lugar como La Mocha, con profes que están preparadas para hablarnos y donde cultivamos nuestro aprendizaje con un cariño enorme que no recibimos de nuestras familias y hoy lo encontramos acá. Estudiar nos da la posibilidad de poder soñar. Queremos terminar el colegio y conseguir un trabajo formal, para no terminar en la calle, ni en una esquina muriéndonos de frío, enfermas o presas”, relata a El Grito del Sur Luana Sabia (41), estudiante del Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis, promotora de salud y referenta nacional de la reparación histórica, bajo el proyecto de Ley de Reconocimiento de la Deuda Histórica con la Comunidad Travesti Trans.

Ella es una activista que sueña con ser trabajadora social para poder ayudar a las compañeras de la comunidad trans, a quienes define como su familia y con quienes prima un sentimiento de hermandad. “Nos sentimos atravesadas por lo mismo, sin poder vivir libremente como cualquier ser humano. Cuando hablamos entre nosotras sabemos lo que pasamos solo mirándonos a los ojos. Nos han negado el amor y el cariño desde niñas, que es la base con la que las personas crecen”.

Inspirada en Lohana Berkins, Luana comenzó un camino de lucha para que las nuevas generaciones tengan acceso a una vida digna. “Yo pensaba que iba a vivir hasta los 30 años, porque la esperanza de vida nuestra es de 35. Me echaron de mi casa a los 13, fue ahí donde conocí la prostitución y a muchas amigas con las que luego migré de Jujuy a Buenos Aires. Ninguna de ellas sobrevivió, la mayoría murió por HIV, algunas fueron desaparecidas por redes de trata y otras se quitaron la vida. Somos una generación de sobrevivientes, que fueron excluidas de sus hogares, del sistema educativo y de salud”.

El nuevo edificio del Mocha Celis. Foto: Télam.

Luana empezó sus estudios durante la pandemia. Terminó la primaria de manera virtual y comenzó el secundario en La Mocha. Cuenta que, cuando el bachillerato llegó a su vida, aprendió cuáles son sus derechos y cómo defenderlos. “Antes no sabía nada acerca de la Ley de Identidad de Género, sabía que mi nombre estaba en el DNI pero no qué obligaciones tenía la sociedad conmigo. Ahora sé cuáles son mis derechos, aquellos por los que muchas compañeras lucharon y dejaron su vida”.

Dos de sus nueve hermanxs son trans, pero dice que “lastimosamente no son tan fuertes como yo”. Hoy vive con su hermana Andrea, quien hace 4 meses dejó la prostitución y el consumo, para ser su compañera de escuela en La Mocha. “Estoy feliz porque sé que este colegio es una puerta de acceso hacia la libertad de las nuevas generaciones”, dice. 

La mayoría de las chicas se conocieron “paradas en la esquina” y se reencontraron en la escuela sentadas frente a un pizarrón. “Yo no sabía qué era un recreo, ni que una profesora me diera clase y se comprometiera a enseñarme con la paciencia que nos tienen, porque saben que nosotras vivenciamos violencia y vulnerabilidad. Muchas compañeras están enfermas y no tienen trabajo digno, lo que genera una dificultad en la comprensión. Ahora tengo un horario y un compromiso. Anteriormente, nadie nos preguntó cómo estábamos, cómo nos sentíamos o qué necesitábamos. Aprendimos otra manera de expresarnos, basada en el comportamiento de la calle. Acá empezamos a tener otra mirada, a respetarnos entre pares acompañándonos para que el día de mañana nuestro esfuerzo dé sus frutos y que las chicas más jóvenes puedan gozar de una vejez digna”. 

“A la escuela Mocha Celis la defino como ternura”, sostiene Manu Mireles (43), docente trans no binaria del bachillerato. “Es transfeminismo y también esperanza, porque si algo necesitamos los pueblos de América Latina, con toda franqueza, es seguir ejercitando el músculo de la esperanza para poder disputar los espacios políticos, logrando así sembrar y hacer florecer otros mundos posibles”. Y agrega: “A nosotres nos han negado el cuidado y el respeto; los clubes nos han cerrado las puertas y también la sociedad. Encontrar un lugar que nos legitime, que nos recuerde que valemos y que nos acompañe a abrir las alas es un montón”.

Manu Mireles. Foto: Télam.

Mireles llegó al bachi en el año 2013, con la intención de hacer un libro de fotos. Desde ese momento evidenció la necesidad de acompañar con una mirada basada en la construcción colectiva y participativa, “transversalizando la perspectiva de derechos humanos, género y diversidad sexual con la perspectiva de educación sexual no binaria”. Para ella fue amor a primera vista, “les estudiantes que están acá son personas del colectivo LGTBIQ+, afroargentines, migrantes, madres solteras, que fueron expulsadas del sistema educativo. Rápidamente entendimos que había que pensar en los derechos de una forma integral”.

La Mocha (que formalmente es la Unidad de Gestión Educativa Experimental No. 16) es una escuela secundaria pública y gratuita, fundada en el 2011, con el objetivo de incluir a las personas travestis y trans a la educación formal. Es representada por el rostro de Domingo Faustino Sarmiento con sus pómulos y boca maquillados de color rosa, sus ojos con sombra verde y el pelo amarillo, listo para salir de fiesta.

Cuenta con un plan de estudios de 3 años y se reciben con el título oficial de Bachiller Perito Auxiliar en Desarrollo de las Comunidades. La Asociación Civil está constituida en el 80 por ciento por personas de la comunidad travesti trans egresadas en el mismo colegio. En palabras de Manu, “es la escuelita de la ternura, porque es el primer lugar e institución para muchas personas de más de 30 años, donde son tratadas con respeto, miradas a los ojos, llamadas por su nombre y su voz es escuchada”.

Foto: Florencia Ferioli.

El 14 de junio de este año inauguraron el nuevo edificio, un espacio cedido por el Gobierno Nacional, en un acto donde asistieron el ministro de Educación, Jaime Perczyk, y la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta. Está ubicado en la Avenida Jujuy al 748, en el barrio de Balvanera, “lugar que nos recibió con mucho amor”, cuenta la docente. Ella fue testigo de cómo profes y alumnxs que ingresaban por primera vez “se les doblaban las rodillas y lloraban de emoción”. Recuerda que no hubo que debatir por qué los baños tenían que ser sin género, ni por qué tenía que haber baños para personas de movilidad reducida. “Fue una experiencia maravillosa”, resume. “Entendemos que es un gesto de profunda voluntad política, para acompañar la necesidad de garantizar la justicia social”.

Para la docente, “este espacio es mucho más que una escuela, no lo digo a nivel retórico, sino con total responsabilidad: es una familia, un refugio, tierra fértil y un lugar para pensar”.

En este sentido, Luana asegura que desde niñas sus compañeras sueñan con ser enfermeras, abogadas, arquitectas, dibujantes y La Mocha hoy les brinda la oportunidad de seguir creciendo a nivel profesional. Le gustaría escribir su propio libro y afirma que poco a poco está cumpliendo sus sueños. “Estudiar es la herramienta para poder defendernos ante este sistema machista y patriarcal que nos ha privado de nuestros derechos”.

Además, sostiene que es fundamental que se apruebe el proyecto de Ley de Reconocimiento de la Deuda Histórica con la Comunidad Travesti Trans “para aquellas compañeras que necesitan ser reconocidas por el daño que nos causó este sistema, para todas las que padecimos la exclusión social, la negación de nuestra identidad y la violación de nuestros derechos. Necesitamos que sea tratada con suma urgencia porque nuestras hermanas se están muriendo sin su reconocimiento”. 

Foto: Florencia Ferioli.

Por su parte, Manu afirma que el orgullo es la necesidad de continuar un trabajo de visibilidad, reconocimiento y valoración que permita abrazar la construcción colectiva, “entendida como la profundización de lo que significa una matriz básica democrática, donde cualquier silencio ante la violencia es parte de la violencia. Orgullo no es sólo arcoiris, aunque nos encanten los colores, ni tapizar la ciudad y las vidrieras con luces coloridas. Hay que problematizar el concepto y nos debemos preguntar: ¿de qué se estaría perdiendo el Estado si nos sigue expulsando, violentando y aniquilando sistemáticamente? La democracia no puede existir sin nosotres. Cualquier manifestación que vaya en detrimento de la garantía del derecho de una persona, está yendo en contra del derecho de todas”.

En este sentido, la docente asegura que la prohibición del Gobierno porteño del uso del lenguaje inclusivo en las escuelas de CABA va en contra de todo marco normativo aprobado en nuestro país y no es aplicable bajo ningún punto de vista en La Mocha. “Siendo una persona trans no binaria que forma parte del equipo de conducción, usando el lenguaje binario estaría prohibiendo que alguien se identifique”, manifiesta. 

A modo de cierre, Luana expresa que su mayor deseo es la libertad de soñar y caminar en la calle sin ser juzgadas a la hora de solicitar un empleo. Y Manu concluye: “No puedo evitar decir algo que para nosotras es una consigna cada vez más clara: que agradezcan que no vamos por la venganza. Solo queremos acompañar y sembrar sociedades que sean garantes de los derechos de todas las personas y del buen vivir”.

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