No es yoga, es abuso

🧘🏽‍♀️ En Argentina, el #MeToo en el mundo del yoga se destapó cuando fueron publicadas las denuncias contra un maestro. Dos exalumnas se unieron para contar sus historias: "Queremos que estas cosas no pasen más".

En 2017 y 2018, dos jóvenes denunciaron a un maestro de yoga por haber abusado sexualmente de ellas. Sus relatos, compartidos a través de redes sociales, fueron respondidos por otras mujeres que habían atravesado la misma situación en esa y otras escuelas. El juicio, que iba a empezar en marzo, se postergó y todavía no tiene fecha. “Esto no es una cacería de brujas, queremos que se caiga este sistema y que llegue un momento en el que estas cosas no pasen más”, dijo a El Grito del Sur Carolina Villa, una de las denunciantes.

“Yo espero que se visibilice que estas cosas suceden en todos los ámbitos y que más personas puedan animarse a denunciar lo que les pasó para que en un momento no haya que denunciar más. El sistema sigue siendo patriarcal, entonces para que las cosas funcionen hay que activar. No sé qué va a pasar en el juicio, pero llegar a esta instancia es super valioso, pero no por lo que me pueda pasar a mí”, agregó.

Carolina relató que en 2015, en el contexto de una sesión individual, el instructor de yoga y presidente de la escuela Yoga Kai, José Maureira Torres, la manoseó. “A mí me generó incomodidad, sabía que no estaba bien y se lo dije. Era mi maestro, estaba en confianza y él me pregunta ‘¿Qué? ¿Tuviste miedo?’ -contó-. Eso me descolocó porque no me imaginé que fuera a decirme eso y le contesté que la verdad que no. Y eso me generó la duda: si no tuve miedo, ¿el abuso existió?”.

A nivel internacional, desde 2013 comenzaron a acumularse denuncias contra Bikram Choudhury, instructor que se presenta como creador del Bikram Yoga. Choudhury tiene un fallo en su contra, pero está prófugo desde 2019.

Carolina decidió seguir con su vida hasta que en 2018 se encontró en redes sociales con el testimonio de Macarena, otra exalumna de Yoga Kai, que había publicado una carta de descargo en Facebook en la que denunciaba que había sido abusada por Maureira. “Cuando veo eso vuelvo a lo que me había pasado y digo ‘estuve bien, lo que había pasado estaba mal’. Me puse en contacto con Macarena y en mayo de ese año me acerqué a la fiscalía a hacer la denuncia. Y es gracias a que hay dos denuncias que la causa va a juicio”, afirmó.

Para Macarena no fue fácil tomar la decisión de presentarse ante la Justicia. En ese momento, cuando ella buscó en Internet si había otras víctimas de Maureira, no encontró otros testimonios. “A mí me pasó esta situación y después de unos días decidí hacer una carta. Se la mostré a mi familia y a amigas y una, que me acompañó a hacer la denuncia, me alentó para que haga un escrache -dijo Macarena a El Grito del Sur-. Decidí publicar esa carta porque si lo había hecho conmigo, podía seguir haciéndolo. Hoy aparecen testimonios nuevos todo el tiempo, así que no lo siga haciendo es el motor que nos sostiene: la necesidad de que deje de suceder y que se haga justicia”.

Macarena compartió la carta con compañeros del instructorado y algunos la apoyaron. Pero la carta llegó también a Maureira. “Empecé a recibir amenazas de él por Facebook, Whatsapp. Me llamaba, me mandaba audios. Y cuando fui a la comisaría me recomendaron que no escuchara ni leyera nada. Me siguió amenazando, era algo de todos los días. Fui con mi mamá a la fiscalía para pedirles que hicieran algo porque no podía seguir viviendo así, había empezado a tener ataques de pánico, y me dijeron que no podían hacer nada porque (la causa) estaba en proceso. Recién cuando tuve un problema de salud pusieron una perimetral”, lamentó.

Ambas jóvenes coinciden en la lentitud y en la falta de apoyo por parte del sistema judicial. “Recién cuando se confirmó que la causa iba a juicio me contactaron desde la Dovic (Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas). Yo tengo la fortuna de estar acompañada de mi familia, mi pareja, colegas. Pero mucha gente no y entiendo ese miedo de denunciar cuando no tenés una red que te contenga”, señaló Carolina.

“Lo otro que pasa es que nadie se pregunta qué perdemos nosotras, las que somos víctimas -agregó-. Vas perdiendo la seguridad, la autoestima, la integridad. Me costó mucho generar vínculos sanos después de lo que pasó. Yo soy bailarina, trabajo con mi cuerpo, entonces también se perjudicó mi trabajo”.

El vínculo con el yoga también sufrió un daño. Carolina dejó de dar clases para no usar el título que le había otorgado el instituto, mientras que Macarena pudo volver a la práctica gracias a que dio con un estudio que entendió su situación y respetó su espacio personal. “No hay que confundir lo que es una corrección (en la clase de yoga) con que te toquen y se sobrepasen. A nosotras no es que nos hicieron una corrección, fue un abuso sexual, se sobrepasaron y nos obligaron a hacer cosas”, afirmó Macarena.

A partir de la denuncia ambas jóvenes conformaron Yoguinis Organizadas para reivindicar una práctica sin abusos, pero también para hablar, para escuchar, para decirle a otras personas que padecieron situaciones similares: “No estás sola”.

Compartí

Comentarios

Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.