Los poderes fácticos y el FMI arremeten contra el Gobierno

💵 Un Ejecutivo arrinconado sufre los efectos del internismo paralizante. Hartas muestras de debilidad y escaso margen para contener la profundidad de la crisis económica marcada por otro golpe de mercado. ¿Cómo y por qué se llegó hasta acá?

Esta película no se la imaginaba ni el más pesimista. El Frente de Todos (FdT) atraviesa su último año y medio de gestión sumido en una profunda crisis política y económica, que a priori parece no encontrar techo. Lo más visible a esta altura es una salvaje «corrida cambiaria» bajo el riesgo de disparar una hiperinflación y pulverizar el (bajo) poder adquisitivo de los salarios en nuestro país. Pero hace falta historizar un poco para comprender en mejor medida la compleja situación actual: ¿cómo y por qué se llegó hasta acá?

Herencia

Existió una subestimación de los alcances negativos de la herencia económica del gobierno anterior. El apoyo popular obtenido en las urnas allá por 2019 fue un contundente NO a las políticas de ajuste, con lo cual desde un principio estaban dadas las condiciones objetivas para investigar seriamente las irregularidades de los fondos otorgados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y exigir en instancias multilaterales la condonación de una deuda que sirvió explícitamente al intento de reelección de Mauricio Macri y a la fuga de capitales. Sin embargo, no abundaron dichos reclamos.

A diferencia de otros procesos políticos progresistas en el continente, como en México donde la bandera política de AMLO resultó ser el «fin de los privilegios gubernamentales», la ausencia de un rumbo claro en este sentido fue letal y significó en los hechos «pactar» un ajuste en las peores circunstancias posibles, lo cual desató fuertes críticas sobre el entonces ministro de Economía Martín Guzmán y más adelante derivó en su renuncia. El presidente Alberto Fernández se dedicó a defender el acuerdo con el FMI bajo el supuesto de que no alteraría el «crecimiento económico», algo que se pone en entredicho tras los últimos anuncios de Silvina Batakis respecto al recorte en el gasto público.

Pandemia y guerra

El poder adquisitivo jamás se recuperó desde la llegada de Alberto Fernández a la presidencia en diciembre de 2019, sino que incluso sufrió un retroceso. Un condicionante fundamental fue, sin lugar a dudas, la pandemia de coronavirus que paralizó una debilitada economía tan solo tres meses después de asumir. Ya a comienzos de 2022, una vez superado lo peor de la pandemia a partir de una exitosa campaña de vacunación llevada adelante en forma gratuita por el Estado Nacional, los intereses imperialistas en Europa del Este desataron un conflicto bélico que se materializó en territorio ucraniano y tuvo como principal consecuencia la suba de los precios internacionales de las materias primas, que en Argentina -sin las regulaciones estatales correspondientes- se traduce en mayor inflación de sus productos exportables (principalmente alimentos) y mayor sufrimiento para los sectores más humildes. De esta forma nuestro país tendrá este año el índice anual inflacionario más alto desde 1991, incluso superando los números que dejó Macri en 2019.

Internismo paralizante

Las tensiones internas carcomieron la credibilidad política de la alianza FdT. Lo que en otros países es visto como una fortaleza (el caso del Partido Colorado en Paraguay bajo el influjo de sus corrientes internas es paradigmático en este sentido), a nivel local significó sumir al Gobierno en una progresiva parálisis que afectó de lleno a la gestión.

Si bien la pandemia ofreció una oportunidad excepcional para ensayar salidas alternativas y progresivas frente a una crisis inédita, se optó por medidas poco disruptivas: el llamado «aporte solidario» fue casi un llamado a la concordia social mientras la casta financiera continuó enriqueciéndose, la Mesa Argentina contra el Hambre con la participación de Tinelli y el Grupo Clarín culminó en rotundo fracaso y, al mismo tiempo, la expropiación de Vicentin quedó trunca por el veto de un puñado de gobernadores. En tanto, la ayuda social tuvo un tinte moderado y el IFE 4 quedó guardado en el baúl de las promesas. «Empezar por los últimos» fue un simple latiguillo de la campaña electoral que no se materializó en iniciativas concretas, puesto que el albertismo buscó integrar a los más poderosos evitando la afectación de sus intereses.

El albertismo buscó integrar a los más poderosos evitando la afectación de sus intereses.

Lo que viene

Con un Ejecutivo atado de pies y manos, que dio hartas muestras de debilidad y posee cada vez más escaso margen para adoptar medidas económicas que contengan la profundidad de la crisis desatada, el panorama es incierto.

Al interior del oficialismo, los movimientos sociales redoblaron la apuesta en las últimas semanas -tras el guiño de CFK- para obtener un Salario Básico Universal. La novedad de esta iniciativa es que busca poner fin a la indigencia y su institucialización toma valor ante la cuasi-certeza de que los neoliberales retornen al poder para acabar con estas y otras conquistas. También representa un dique de contención frente a un eventual estallido social, esta vez bajo un gobierno peronista y a posteriori también.

Por el lado de la oposición, la receta es conocida pero -a diferencia de 2015- esta vez se pronuncia sin ningún tipo de eufemismo: desde la «dolarización» que propone el diputado Javier Milei hasta el deseo de «volver a los ’90» que enarbola el ex presidente Mauricio Macri. En caso de asumir el año que viene, ya no venderán globos ni espejitos de colores sino que implementarán un shock devaluatorio y aplicarán a rajatabla el (¿nuevo?) programa con el FMI.

En el fondo de la conflictividad reinante está el dilema irresoluble de la historia argentina desde finales del primer peronismo hasta la actualidad: «campo vs. industria». La oligarquía terrateniente, generadora de divisas y con fuerte influencia en el establishment mediático y financiero, siempre termina ganando la pulseada a costa de las grandes mayorías asalariadas y esta vez no parecería ser la excepción. Por ello retienen la cosecha y presionan fervientemente por una nueva devaluación, acaso envalentonados por el desconcierto gubernamental.

De esto último ya tomaron nota también los sindicatos enrolados en la CGT, gobernadores e intendentes, que apuestan a conservar sus territorios haciendo uso de todos los artilugios posibles y replegándose sobre posiciones corporativas, todo un síntoma de los días más difíciles para la experiencia gubernamental fallida del Frente de Todos.

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.