Peronismo: herencia y porvenir

✍️ Otra vez el nombre de Perón y la experiencia que emergió desde el subsuelo de la patria en octubre de 1945 vuelve a estructurar los análisis sobre la actualidad y a trazar los caracteres centrales de las propuestas de cara al futuro.

La discusión política en esta coyuntura, como no sucedía desde hacía años, se concentra en torno a los modos de abordar las herencias para enfrentar el porvenir. Ya no la “herencia macrista” que tuvo que enfrentar el Frente de Todos al inicio de su mandato, ni la “pesada herencia kirchnerista” de la que hablaban los macristas al inicio de su gestión, sino la del carácter infinito y abierto del peronismo. 

Como supo sentenciar Federico Nietzsche, en su célebre texto titulado “Sobre utilidad y perjuicio de la historia para la vida”, nosotrxs también necesitamos de la historia, pero de una manera distinta de cómo la necesita el refinado ocioso que se pasea por el jardín del saber: la necesitamos para la vida; para la vida que queremos y que nos proponemos construir en estos tiempos difíciles, no solo de la Argentina sino del mundo entero. 

Como no acontecía desde hacía tiempo, decía, nuevamente la disputa en torno a qué entender por peronismo define las posiciones actuales. No es para menos, ya que el peronismo no es un partido más, una identidad política entre otras, sino una experiencia compleja atravesada por múltiples mitos. Y como sabemos, si hay algo que caracteriza al mito es su capacidad de articular pasiones y razones, es decir, su vocación de enlazar “elementos contrapuestos que se disponen conjuntamente para disputar los sentidos de la política”, según subrayó Esteban Rodríguez Alzueta en un ya viejo texto dedicado a John William Cooke, en el que advierte que el mito siempre se hace presente para completar la historia, para hacer justicia, para vengar a las generaciones derrotadas. 

Es un poco en esa perspectiva que va también la insistencia del filósofo Walter Benjamin: redimir con las acciones del presente a las generaciones que pelearon antes, y fueron derrotadas en esas luchas, porque es en esa tradición de lxs oprimidxs, en esa imagen de los antepasados esclavizados de donde podemos nutrirnos de las fuerzas que necesitamos para continuar la marcha. Todas las “Tesis sobre el concepto de historia” van ese sentido: “encender en el pasado la chispa de la esperanza”. 

¿Qué pude decirnos hoy, en ese sentido, la historia del peronismo? Al parecer mucho, porque en los modos de leer esa historia se juega toda la disputa del presente. 

Estado y organización popular

El trasfondo de la discusión política actual está centrada en torno al rol que pueden y deben o no jugar las organizaciones populares, y sobre la posibilidad o no de recrear una nueva columna vertebral sobre la que se erija el movimiento nacional capaz de pujar por la emancipación en este contexto histórico del capitalismo neoliberal globalizado. 

El trasfondo de la discusión política actual está centrada en torno al rol que pueden y deben o no jugar las organizaciones populares.

La reivindicación de lo hecho por el kirchnerismo en sus años de gobierno y el cuestionamiento de los planteos elaborados por las organizaciones populares en los últimos seis años estuvo en el centro de los discursos de la actual vicepresidenta Cristina Fernández en los últimos días. “La realidad se cambia desde el Estado”, dice CFK y recuerda que sindicatos ya había antes de Perón, pero que recién luego de 1946 éstos fueron parte del diseño de las políticas públicas.

¿Entonces? La pregunta que lanzan hoy muchas de las militancias que promueven la organización de las economías populares es qué rol juega la clase trabajadora que no trabaja en el marco formal de empleo. Su propuesta de sindicalización implica no la consolidación de la situación actual (lo que efectivamente devendría en un sindicalismo de pobres y en una pobreza estructural inmodificable) sino su transformación desde las bases mismas presentes en su dinámica. Para aclarar la cuestión: la economía popular es bifacética. Es decir, contiene en su interior lógicas emprendedoristas (atravesadas de lleno por la ideología neoliberal) y dinámicas de cooperación, asociación, solidaridad sobre las que se erige toda la propuesta de organización territorial, comunitaria, feminista y diversa que sostienen experiencias como, por ejemplo, la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), agremiación del sector que a su vez propone una fusión con el Movimiento Obrero Organizado, es decir, una común-unión con los sindicatos enrolados en la CTA y, sobre todo, en la CGT. 

Economía popular y reconstrucción nacional

Toda la iniciativa de institucionalización de las economías populares nada tiene que ver con perpetuar la situación actual. Más bien todo lo contrario: se trata de partir de esas experiencias de cooperación, asociación y solidaridad sobre las que se erige toda la propuesta de  organización territorial, comunitaria, feminista y diversa de este nuevo emergente para dotarla de derechos pero sin desarmar el entramado organizacional, sino más bien potenciándolo. Por eso la propuesta del “Potenciar Trabajo” como “Salario Social Complementario” no es excluyente de un Ingreso Básico Universal (como promovieron las y los seis Diputadxs Nacionales vinculados a la UTEP la semana pasada), porque nadie podrá vivir sólo de ese ingreso y es desaprovechar toda esa infraestructura material y simbólica esparcida por todo el territorio nacional no pensar la reconstrucción que hoy necesitamos como país teniendo en cuenta lo que pueden aportar todas esas cooperativas, polos productivos, unidades de trabajo no sólo en el ámbito de la producción y la comercialización sino también en el de los cuidados comunitarios.

Qué rol tiene que jugar el Estado y qué rol las organizaciones libres del pueblo es la clave de la discusión de coyuntura, no sólo respecto de cómo leer el peronismo sino –sobre todo— de lo que esas lecturas pueden contribuir a repensar creativamente la actualidad, y nutrir los elementos programáticos necesarios para el porvenir. 

Qué rol tiene que jugar el Estado y qué rol las organizaciones libres del pueblo es la clave de la discusión de coyuntura.

La política social entendida meramente como ayuda del Estado a personas en situación de vulnerabilidad no hace más que situar en el lugar de víctimas a quienes padecen situaciones de profunda injusticia social pero que, sin embargo, en muchos casos se caracterizan más por el modo en que han tramitado esa situación, para ponerse de pie, movilizarse en pos de conquistar derechos y, sobre todo, de sostener un entramado organizacional que dio (sobre todo durante la pandemia), y aún da hoy, respuestas a una enorme diversidad de problemáticas y desafíos presentes en el mundo popular actual, no sólo en el ámbito de la producción y la comercialización -como se ha dicho- sino también de la prevención de diversos tipos de violencias (machista contra las mujeres y cuerpos feminizados; de consumos problemáticos en la juventud), de redes de acompañamiento mutuo y promoción de la salud y la educación, del deporte y el arte, de la comunicación y el cuidado del medio ambiente. 

¿Cómo rediseñar políticas públicas que permitan la conquista y ampliación de derechos para todas esas personas que ya trabajan pero no bajo relación salarial sino inventándose su propio trabajo? Ahí radica todo el núcleo del debate: reconocimiento de la experiencia popular construida a lo largo de años y décadas, si tenemos en cuenta que gran parte de estas dinámicas actuales emergieron durante los años noventa con el movimiento piquetero, e incluso antes, durante los ochenta, con las ocupaciones de tierras para construir viviendas desde las cuales surgieron todas esas propuestas ligadas al hábitat popular que hoy son retomadas y resignificadas en el contexto actual. 

*Escritor, periodista, investigador popular. Director del Instituto Generosa Frattasi. Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular. 

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