“La lactancia humana es una responsabilidad colectiva”

🤱 En la Semana Mundial de la Lactancia Materna 2022, El Grito del Sur habló con familias y expertos. El lema de este año es: "Impulsemos la lactancia materna apoyando y educando”.

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Victoria y Jacinta viven en Bariloche con Emma y Nikko, sus dos hijos mellizos. Gracias a la Ley de Matrimonio Igualitario pudieron inscribirlos como hijos de ambas y así figuran en la libreta de familia y en sus documentos de identidad. Desde que se casaron en 2018, supieron que querían ser mamás e investigaron qué opciones tenían disponibles y cómo eran los métodos de reproducción asistida en nuestro país. Fue así como descubrieron el método ROPA (recepción de óvulos de la pareja) e iniciaron su camino hacia la maternidad. 

“Cuando nos autorizaron hicimos el método con los óvulos de Jacinta transferidos a mí útero”, dice Victoria y cuenta que en esa primera instancia no lograron el embarazo. “Fue un golpe muy bajo”, agrega. Por sugerencia médica, en el segundo intento hicieron al revés y fue Jacinta quien recibió los óvulos de Victoria. 

Semanas después llegó el positivo y la decisión de una lactancia compartida. “Para la semana 15 empecé con el tratamiento de la inducción. Me ponía las alarmas porque tenía que tomar medicación cada 4 horas. Con el correr de los días eso se hizo cada vez más cuesta arriba”, comenta Victoria. 

En la semana 31 empezó a estimular la producción de leche con sacaleches cada 3 horas mientras continuaba con la medicación. “Mi objetivo no era que me salgan litros y litros de leche y tener para almacenar, tener y donar. Lo que sea que podía lograr estaba bien”, recuerda. 

Emma y Nikko, hoy de dos años, nacieron prematuros con 35 semanas y estuvieron 20 días en neonatología para subir de peso. En su segundo día de vida Nikko se pudo prender a la teta, mientras que Emma pudo hacerlo recién al quinto día. Mientras tomaba leche materna vía sonda o jeringa. “En ese momento sentí que todo lo que había hecho había valido la pena. Afortunadamente los chicos nos regalaron 10 meses de lactancia exclusiva”. 

Estudios sostienen que la leche materna es el mejor alimento que se le puede ofrecer a un recién nacido. Los beneficios también se extienden a la persona que amamanta. Una serie de artículos publicados por la revista científica Lancet indican que la promoción de la lactancia materna incide en la reducción de cánceres de mama y en los índices de mortalidad en las infancias y neonatos. 

En Argentina, si bien el Ministerio de Salud de la Nación recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida, según la última Encuesta Nacional de Lactancia a cargo de la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia Adolescencia, a los dos meses sólo el 42% de los niños la tiene garantizada. 

¿Basta con poner el cuerpo para asegurar una lactancia respetada? ¿Es suficiente el deseo o urge robustecer las normativas y políticas de cuidado que habilitan y sostienen la lactancia humana? 

“La lactancia humana es parte del entramado social y no hay ninguna duda que es una responsabilidad colectiva. Cuando miramos las estadísticas vemos que uno de los mayores obstáculos para el mantenimiento de la lactancia es la vuelta al trabajo remunerado fuera del hogar. Son los espacios que no acompañan la lactancia y que nos ponen en una situación muy difícil”, explica Sabrina Critzmann, médica pediatra, puericultora, codirectora de la Escuela Argentina de Baby Led Weaning (BLW), autora y madre. 

Sabrina Critzmann

“Existen políticas de cuidado, sostén y promoción de la lactancia como la La Ley 27.611 de Atención y Cuidado Integral de la Salud durante el Embarazo y la Primera Infancia (Ley de los 1000 días), pero falta el cumplimiento del Código sucedáneo de la lactancia humana por parte de los profesionales, instituciones y medios de comunicación. Asimismo, falta formalizar la figura de la puericultura, crear guardias para que siempre haya una especialista que acompañe y mejorar mucho la formación de todos los profesionales de la salud y de educación en lactancia y crianza. Es algo muy dejado de lado en las currículas de pregrado, grado y posgrado a menos que uno se quiera especializar. Ahí hay otra barrera enorme”, señala. 

La falta de formación e información no sólo cala hondo en la experiencia cisgénero. “No veo abordaje enfocado en lactancias trans y no binarias. Falta sensibilización por parte de profesionales; quienes deberían ser apoyo y tranquilidad para las familias terminan siendo todo lo contrario: lugares inseguros, de violencia, de exclusión y maltrato”, dice Pepa, asesora en lactancias y doula disidente. 

Para Pepa, uno de los grandes desafíos es poder resetear todo lo aprendido de la cisheteronorma y tener las herramientas para acompañar a las familias que vuelven del sistema médico hegemónico con una carga emocional negativa a raíz de toda la violencia vivida.  “La mayoría de las formaciones son cis-sexistas y hablan solo de mujeres que gestan, que amamantan y de familias heteronormadas. Hay que romper con ese binarismo y el cis-sexismo”, manifiesta. 

A su vez, la profesional detalla que para garantizar lactancias respetadas es fundamental que quienes apoyan estos procesos sepan escuchar a las familias, que brinden la información necesaria para que tomen la mejor decisión según sus necesidades y que respeten los tiempos entendiendo la lactancia como un todo. 

“No alcanza sólo con voluntad e información” 

Emma y Nikko nacieron en los primeros meses de la pandemia. Sus abuelos no pudieron viajar desde Buenos Aires para conocerlos y sus tíos y padrinos (que viven en Neuquén) recién pudieron verlos unos meses después. “Fue un contexto difícil, pero nos ayudaron como pudieron, por ejemplo, preparando y trayendo comida freezada para que tengamos a disposición. La demanda de la lactancia es mucha”, dice Victoria quien al momento del nacimiento de sus hijos trabajaba como docente en un colegio privado.

“Me dieron licencia de maternidad completa tal cual como si yo hubiese estado embarazada. Eso fue algo maravilloso que sentó un precedente en Bariloche sin ningún tipo de discusión ni judicialización como he visto en otros casos. Tuvimos el apoyo económico de poder sostener esa licencia y la dedicación exclusiva con los mellizos”, comenta. 

Florencia Sichel

Para la filósofa, docente y autora del newsletter “Harta (s)” Florencia Sichel el contexto social, laboral y económico es todo y no alcanza sólo con voluntad o incluso información: se necesita un sistema que garantice políticas que hagan posible la lactancia, como por ejemplo, licencias más largas, lactarios en los lugares de trabajo, hora de lactancia, etc. 

En su cuenta de Instagram se pregunta: “¿Qué hacemos si tenemos el deseo, pero las condiciones para hacerlo no nos acompañan?” Si hay consenso en que hay que tratar de ir por la lactancia, ¿por qué es tan difícil poder realizarla?”, y afirma que la lactancia también tiene que ser pensada desde su dimensión política. 

“Si acordamos que la lactancia es un derecho, tenemos que exigir cambios en nuestra sociedad para que dar la teta sea posible. Mientras tanto, las madres seguimos poniendo el cuerpo. Con lactancias “exitosas”, “fallidas”, “cortas”, “eternas”. Y quizás, mientras tanto, tengamos que dejar de adjetivarlas”, expresa. 

Florencia es madre de Sofía, dio la teta durante un año y medio y contó con la ayuda de una puericultura que la asesoró cuando tuvo dudas.  “Fue un proceso hermoso y desgastante a la vez. Me aferré a la teta en los primeros meses de mi hija, llena de cólicos y dolores. Le daba la teta como una forma de darle calor”, dice y advierte:

“Y también odié, por momentos, la teta. Odié que mi compañero no tuviera teta. Odié no poder irme de casa muchas horas sin sentir culpa. Culpa por la ambivalencia, culpa porque me pareció muy difícil tener un banco de leche y compré leche de fórmula. Culpa por sentir que comprar leche de fórmula me daba culpa. Culpa por tener teta. Culpa por todo”. 

Al respecto, Critzmann sostiene: “La culpa es un concepto patriarcal. Toda decisión que tome una mujer va a ser criticada. Siempre vas a ser mala madre. No importa lo que quieras hacer. Vas a ser mala madre si no amamantas y vas a serlo si lo amamantas hasta los 4 años.  Siempre alguien va a venir a decirte que lo que estás haciendo está mal”. 

Y concluye: “El vínculo se construye mucho más allá de la lactancia. Siempre podemos dar el pecho. ¿Qué significa esto? Que siempre podemos ofrecer un lugar seguro para el bebe. Más allá de dar teta o que tome biberón, el bebé se apoya sobre el pecho de la persona que lo está criando; escucha el sonido del corazón y las vibraciones de su voz, se nutre con el olor de su piel. Eso es dar el pecho y va más allá de amamantar con teta o dar una mamadera o de alimentar con sonda nasogástrica o con un botón gástrico. Porque no olvidemos al hablar de lactancia de la discapacidad y no olvidemos que no todas las infancias comen por la boca. Y cualquiera de esos tipos de alimentación es un acto de amor”. 

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Carla Gago

Es periodista freelance especializada en ambiente, género y derechos humanos. Vive en Buenos Aires, Argentina y colabora con medios regionales e internacionales. En 2020 fue becada por Cosecha Roja y el “Independent Journalism” de Open Society Foundation para la formación de periodistas de América Latina en el uso de nuevas herramientas digitales.