“La villa en mis venas”

📚 Con la impronta de las calles y la influencia de Pizarnik, Jesi Jess acaba de presentar “La villa en mis venas”, su primer libro publicado por Editorial Chirimbote.

“¿Saben lo tedioso que se torna tener que estar aclarando todos los días que no saco el carnet de pobreza para hablar desde una superioridad moral que no existe?”

Con frases tajantes y una mezcla entre jerga popular y recurso poético, la escritora Jesi Jess acaba de presentar “La villa en mis venas”, su primer libro, publicado por Editorial Chirimbote. Según la autora, que se autodenomina feminista decolonial y cuestiona la hegemonía blanca, no es real que les villeres no cuentan con voz propia, sino por el contrario, lo que faltan son espacios de escucha.

“Para mí este libro es un acto de rebeldía, es mostrar que les villeres podemos crear arte. Nosotres tenemos voz: lo que no tenemos son micrófonos, lugar en los medios de comunicación, lugar en la academia, etc. No tenemos lugar en las mesas chicas donde se discuten las decisiones políticas porque somos la mano de obra barata en toda organización», afirma Jesica a El Grito del Sur. «Me cansé que hablen por nosotres. ¿Por qué otre tiene que contar mi barrio, mi historia, mi pasillo?”.

Jesi nació y creció en la Villa 21-24 de Barracas, tiene 34 años, es madre soltera y usuaria del sistema de salud mental. Su vida estuvo forjada por la desigualdad y la marginación y aprendió los códigos del barrio entre compañeros muertos y tiros de la yuta. Empezó a escribir poesía hace más de diez años, pero desde hace uno y medio lo formalizó en el taller literario de Diego Arvit. Además, cursa el tercer año de la carrera de Periodismo en la Universidad Nacional de Avellaneda y realizó la diplomatura en Comunicación Política y de Gobierno de la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF).

“Si bien uso la jerga de la villa, también utilizo recursos literarios para darle más vuelo. Quiero hablar de lo que me rodea, por eso tengo muchos poemas anti yuta. Acá, aunque los pibes no estén organizados son antigorra porque desde chiquitos los verduguean. Por eso, para mí todo arte tiene que tener un componente político”, explica.

En esa tónica villera, la poetisa que admira a Alejandra Pizarnik viene a romper la comodidad de la clase media poniendo sus letras al servicio de la desigualdad. “¿Cuántos talentos escondidos hay en algún taller clandestino, en una obra en construcción o detrás de unas manos curtidas de tanto limpiar que no conocemos?”, continúa en otro de los textos.

Jesi empezó a escribir cuando se dio cuenta que a la gente le interesaba conocer las historias de su barrio. Lo que comenzó casi como un juego se llenó de compartidas y me gusta en las redes sociales y pronto cobró vuelo propio. Sin embargo, lejos de buscar pureza y solemnidad de los poemas tradicionales, su materia prima fue el paisaje que la rodeaba: techos de chapa, pobreza y desocupación, robo y muerte, pibes y pibas que escapan de las drogas y otros temas recurrentes comenzaron a aparecer en sus versos. “Quisiera zarparte el corazón como quien le arrebata el celular de la mano a algún distraído que va cruzando la calle”, confiesa la mamá de Valentino.

“Yo soy re caradura y por eso me embarqué a escribir poesía. Me apropié de eso como una forma de decir que no tengo límites. ¿Si lo hace otro por qué no lo puedo hacer yo? Lucho contra la idea de que solo si leíste a Borges tenés cultura. Les villeres también leemos y podemos escribir”.

Contra el feminismo Pink Washing, la joven escribe sobre tener las cloacas desbordadas de mierda y las ollas vacías, que es la realidad de las mujeres en los barrios. “En el feminismo hay una cuestión de clase que me parece que queda invisibilizada. La realidad es que una becaria del CONICET no sufre las mismas violencias ni tiene las mismas herramientas para afrontarlas que la vecina de un barrio. El feminismo mainstream de las influencers no tiene nada que ver con nuestra realidad de negras sudacas. Yo no sé lo que es la teoría queer y no tengo ganas de saberlo, reniego de eso que no tiene que ver con nuestras raíces latinoamericanas”, lanza en forma incisiva. “¿De qué techo de cristal me vienen a hablar a mi si no tengo trabajo? En nuestros barrios el feminismo ya existía sin leer a Simón de Beauvoir. En nuestro barrio el feminismo existe sin que nadie venga a hablarnos de eso. Se hace claro cuando las mujeres se organizan para comprar los caños, cuando se acompañan a abortar“.

¿Qué repercusión esperás que tenga el libro? “Escritores villeros hay varios, pero escritoras mujeres villeras no. Quiero que este libro sea una forma de resistencia que muestre que también podemos hacer arte. Espero que sea un primer paso para abrir camino y que otros y otras pueden venir atrás mío y mostrar lo que hacen, sus talentos ocultos”, finaliza.

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