Videojuegos en cárceles: una forma de romper barreras

🎮 El Programa de Promoción del Desarrollo de Videojuegos en Cárceles es un proyecto interdisciplinario que forma a las personas privadas de su libertad en diferentes instancias de la creación de videojuegos.

“Se trata de entender al videojuego más como un producto que como el jueguito que yo juego. La intención es acompañarlos tanto estando privados de su libertad como luego de su salida”, explica a El Grito del Sur Mishka De Caro, coordinadore de contenidos del Programa de Promoción del Desarrollo de Videojuegos en Cárceles.

Esta iniciativa es un programa interdisciplinario formado por el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Justicia, la cooperativa ELBA y la comunidad FUNDAV. Allí un grupo de profesionales forma a las personas privadas de su libertad en diferentes instancias de la creación de videojuegos, de manera paulatina y proyectual. El proceso va desde la sensibilización y comprensión del formato hasta los detalles finales, trabajando siempre de manera grupal en proyectos propios. Desde 2021, el programa se desempeñó en la Unidad 26 del penal de Marcos Paz y este año sumó la Unidad 24 de ese mismo penal y la 31 de Ezeiza, que particularmente acoge mujeres y madres.

“Trabajamos con la generación de conocimiento colectivo. La intención es que puedan llevar a cabo sus ideas reflejadas en objetos viables que sean de su interés. Aunque no buscamos que sean autorreferenciales, en muchos casos las primeras creaciones lo son y eso está bien”, cuenta De Caro, que relata la alegría de muchos de los internos al jugar los juegos que hicieron sus compañeros del año pasado y reconocerse. “Se trata de formar profesionales y no abandonarlos cuando termina el programa, sino darles herramientas para conseguir trabajo. Por ahora contamos con algunos estudios interesados que podrían contratarlos”, señala. Otra de las propuestas tiene que ver con el mundo cooperativista, ya que impulsan a que les estudiantes formen su propia cooperativa de videojuegos.

El proyecto busca hacer otras lecturas de la producción y el consumo de videojuegos, entendiendo su incidencia social y su pata pedagógica, para eso se manejan con módulos de dos meses que van evolucionando. “Los videojuegos tienen una excepcionalidad al tratarse de una industria joven que siempre están sucediendo. Los profesionales se forman a manera de oficio con la práctica, por eso aplicamos ese modelo de conocimiento más horizontal”, continúa le programadore.

Y agrega: “Trabajamos mucho para que vayan entendiendo que la formación no es solo durante este espacio, sino que se proyecten trabajando de esto cuando salgan. Por eso intentamos darles un marco a través de lazos con comunidades de desarrolladores que los puedan acompañar y continuar formando”.

Respecto a la experiencia de trabajar con mujeres y madres, quienes ya de por sí tienen dificultades para entrar al mundo de los videojuegos, De Caro explica: “La industria del videojuego es muy misógina y machista, aunque se están haciendo cambios. Estamos generando espacios para que las chicas puedan desarrollar sus propios proyectos y buscar sus propios estudios. A veces el desconocimiento nos juega a favor porque el no saber que la industria se torna machista lleva a que se concentren en crear los juegos y ya, sin pensar en las limitaciones”. En esta área, además, destaca la colaboración de Women in Games, una organización amiga que les ayuda con la difusión.

El juego es creador de cultura y con los videojuegos eso queda más claro en tanto que hay un sentido de pertenencia muy fuerte y mucha identidad autoral en cada uno de ellos. Esto distingue al proyecto y le da una unicidad. En ese sentido, los videojuegos pueden ser una herramienta que colabore a la reinserción a la sociedad. “Cada vez hay más lugar para el mensaje propio. Es un espacio más para ayudar a reinsertarse. Además, al ser una industria que está en formación y formada por gente joven hay menos estigmas y es mucho más fácil que los pibes que hoy están privados de su libertad mañana puedan conseguir trabajo”, asegura le coordinadore.

Para finalizar, De Caro cuenta que este espacio de formación también permite la expresión de los deseos propios y hace de lienzo en blanco para plasmar experiencias personales. “Estamos trabajando la expresión propia para que puedan entender la herramienta y a la vez generar pensamiento crítico. Muchas veces los chicos no tienen formación de primaria ni de secundaria y se va generando una alfabetización in situ que es muy interesante”, concluye.

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