Irán detrás del velo: 41 muertos y una trama geopolítica

🇮🇷 La revolución iraní fue un proceso antimoderno y antioccidental. Lejos de las miradas eurocéntricas, analizamos el trasfondo geopolítico detrás del levantamiento que ya dejó cuatro decenas de muertos y cientos de detenidos.

Al menos 41 muertos y casi 800 heridos son el saldo de ocho días de protestas en la República Islámica de Irán luego de la muerte de Masha Amini, una joven de 22 años, a manos de Policía de la Moral por llevar mal puesto el velo. La joven, oriunda de la provincia del Kurdistán iraní, fue detenida y falleció tres días después en una comisaría por un presunto paro cardíaco. Sus familiares negaron esta hipótesis y señalaron que hasta el momento de la detención estaba perfectamente sana.

La muerte de Amini tocó una fibra sensible y desató masivas protestas a lo largo y ancho del país, como así también en las embajadas de Irán alrededor del mundo. Comenzó al mismo tiempo una campaña muy fuerte de mujeres quemando sus velos, cortándose el pelo y destapando su cabeza en lugares públicos de las 20 principales ciudades del país.

El gobierno del ayatolah Jomeini bloqueó Internet y limitó el uso de WhatsApp y otras aplicaciones de mensajería instantánea. Además, reprimió fuertemente las protestas y detuvo al menos 11 periodistas de diferentes medios. En plena represión, el presidente iraní Ebrahim Raisi se negó a brindar una entrevista a la CNN porque la periodista inglesa Christiane Amanpour se presentó sin lucir el velo que prevé la legislación nacional.

Movilización frente a la sede de Naciones Unidas en Erbil, Irak.

Como parte de este proceso, Estados Unidos impuso sanciones a la Policía de la Moral iraní y ordenó congelar sus activos, medidas que se suman a los bloqueos financieros vigentes que la administración Biden sostiene sobre Irán con la excusa del desarrollo de su programa nuclear.

Sin dudas, la muerte por represión de más de 41 personas que protestaban pacíficamente es un hecho repudiable, así como lo es la imposición religiosa del uso del velo que recae sobre el cuerpo de las mujeres. Sin embargo, resulta necesario problematizar y contextualizar la situación para no caer en análisis occidentalistas -que exporten valores de manera lineal- ni en relativismos culturales que justifiquen prácticas de opresión basadas en razones de género.

En 1979, la Revolución Islámica triunfó en Irán luego de años de lucha. La llegada del Ayatolah Jomeini fue el fruto de una larga rebelión contra el Sha de Irán, que gobernaba hace años en tierras persas con su consecuente proyecto occidentalizador, su acercamiento a Israel y Estados Unidos, y su influjo de modernización y liberalización del país.

La revolución iraní fue un levantamiento antimoderno, antiliberal y antioccidental, una respuesta popular que unificó a sectores nacionalistas, populares, islamistas y de izquierda y que reivindicó al islam como un elemento constitutivo de la identidad iraní. Un rescate del islam como elemento identitario y no únicamente como práctica religiosa.

Si bien las libertades de las mujeres están restringidas en relación al mundo occidental, no sucede lo mismo si se los compara con la situación de otros países de Medio Oriente como Arabia Saudita o Qatar, para-embajadas diplomáticas estadounidenses y monarquías absolutistas de las que poco se habla.

Para casarse, trabajar, viajar, abrir una cuenta bancaria o heredar, las mujeres iraníes están sometidas a la voluntad del varón jefe de familia, pero también es cierto que pueden ser jefas de empresas, dirigentes religiosas o ministras: de hecho hay 9 diputadas. Un dato que contrasta con Arabia Saudita, donde recién en 2015 se les permitió votar por primera vez (en elecciones municipales) y recién en 2018 se les concedió el derecho de manejar un auto.

Un dato que vale la pena destacar es que para 1978, solo el 2,9% de las estudiantes universitarias en Irán eran mujeres. Sin embargo, para 2016 esta cifra había aumentado a un 65,5%: actualmente, la mayoría de las personas que acceden a la educación superior en la República Islámica son mujeres. Además, desde la llegada de la Revolución las mujeres se casan más tarde, tienen permitido el divorcio sin aprobación de su marido -como no sucede en otros países de Medio Oriente, Arabia Saudita por ejemplo- y tienen un promedio de dos hijos, mucho menos que los siete que ostentaban durante los primeros años de la Revolución Islámica.

Pese a la legitimidad de sus reclamos, los levantamientos también recuerdan a la (doble comillas) «»Primavera árabe»», una sublevación conservadora digitada desde Europa que a principios de la década de 2010 tumbó a los gobiernos nacionales y populares del norte de África y sostuvo a las monarquías absolutistas. Así cayó Muamar el Gadafi en Libia -uno de los países menos desiguales del África- y hoy en día Libia se encuentra partido en dos, entre un gobierno tutelado por los franceses y otro dirigido por los islamistas tuareg con apoyo turco. Lo mismo sucedió en Egipto: cayó Hosni Mubarak, pero no hubo tal «primavera democrática» que se promocionaba por Twitter, sino que llegaron al poder los conservadores Hermanos Musulmanes.

Mientras tanto, esta semana en Irán, en varias ciudades como Ahvaz, Isfahán, Qom y Tabriz, se celebraron movilizaciones en favor del velo islámico y en apoyo a las fuerzas de seguridad.

En «Sociología de una revolución», Franz Fannon analiza la lucha de Argelia por su liberación. En su texto, el filósofo y psiquiatra señala que las fuerzas francesas, durante los años de ocupación, habían iniciado una lucha aguerrida contra el velo, a tal punto que se convirtió en un elemento de resistencia de las mujeres frente al poderío colonizador.

En una coyuntura diferente y con decenas de muertos a manos de la represión estatal, el escenario es sin dudas más compejo. Sin embargo, a miles de kilómetros y con otro cristal en nuestros lentes, vale ahondar en la historia de Irán y la coyuntura política de Medio Oriente para evitar análisis simplistas u occidentalistas.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.