En la madrugada de este martes, un llamado al 911 alertó sobre un incendio en Mataderos. Cuando el cuerpo de bomberos y la policía de la Ciudad llegaron al lugar, hallaron el cuerpo calcinado de una persona en situación de calle. Daniel Bidegain, de 66 años, murió consumido por las llamas dentro de la casa rodante que le hacía de techo, en la esquina de Eva Perón y Fonrouge.
La intencionalidad del incendio fue confirmada por una cámara de seguridad, que detectó a “un masculino retirándose del lugar, descartando un elemento incendiado, con el que posiblemente habría iniciado el foco”, confiaron fuentes judiciales a El Grito del Sur. El Juzgado Nacional Criminal y Correccional número 1, a cargo de Diego Spulski, investiga las motivaciones que llevaron a actuar de ese modo al homicida, todavía no identificado.
Las organizaciones sociales que trabajan la problemática no dudaron en caracterizarlo como “un crimen de odio”, similar al que tuvo como víctima hace dos años a una mujer en el Bajo Autopista de Constitución, también con el fuego como arma.
“No es la única ni la principal, pero la violencia física por el odio es una de las causas de muerte de las personas en situación de calle, y notamos un aumento en el último tiempo tanto los asesinatos como de los hechos de violencia, no institucional sino ejercida por grupos o individuos odiantes”, dijo a este medio Jorgelina Di Iorio, investigadora del Conicet y militante de la Asamblea por los Derechos de las Personas en Situación de Calle.
De acuerdo a un relevamiento realizado por la Asamblea, hubo al menos otros 14 crímenes de odio contra personas en situación de calle en todo el país durante los últimos 12 meses. El dato forma parte del “Registro Único de Violencias”, una herramienta construida por esa organización para visibilizar, como su nombre lo indica, los hechos de violencia que padecen quienes están en el peor de los mundos.
Para Jorgelina, estos crímenes “se enmarcan en un crecimiento de la circulación de los discursos de odio que tiene a los pobres como principales víctimas de la discriminación”. En el caso concreto de la población en calle, “suelen ser considerados peligrosos o estigmatizados en el sentido que afean la Ciudad”, dijo.
“Por supuesto, no todas las violencias terminan en muerte —aclaró Di Iorio—. Detectamos al menos 32 situaciones de violencia social hacia varones y otras 5 hacia mujeres, que están más invisibilizadas. En general son acciones que llevan adelante vecinos de la zona”.
El RUV también da cuenta de que murieron al menos unas 70 personas en calle en todo el país en el último año, un promedio de 6 por día: 14 por crímenes de odio y 56 “sin asistencia en el espacio público”, es decir por falta de atención en el sistema de salud o directamente por abandono.
“Se le suele llamar muerte natural, pero de natural no tiene nada. Se trata de gente que fue encontrada muerta sin conocer o investigar las causas, gente sola. Para nosotros se trata de muertes por violencia estructural, no hay violencia física, pero sí ausencia del Estado. Es una política de muerte la que tienen los Gobiernos sobre ese sector de la población. Frente a esta política de muerte, las organizaciones sociales nos dimos la tarea de dar una respuesta de vida, de visibilizar la violencia, de poner en eje que son vidas que cuentan”, resumió Di Iorio.
En la Ciudad, el registro da 12 muertes por año, una por mes. “Es el distrito con mayores recursos, y por eso se ve mucho más claro el destrato, el abandono del Estado”, aseguró.
