«Argentina, 1985»: una de superhéroes

🎬 La película de Santiago Mitre crea a un nuevo superhéroe argento: el fiscal Julio César Strassera, quien completa el camino del héroe y junto a sus inexpertos secuaces logra llevar adelante la acusación a las Juntas Militares.

Ha nacido un nuevo superhéroe en la Argentina: se llama Julio César Strassera y fue el fiscal que encarceló a los jefes de las Fuerzas Armadas responsables del genocidio durante la última dictadura cívico militar (1976-1983). Una gesta histórica sin precedentes que tuvo su punto culminante en 1985, durante el Juicio a la Juntas, y como corolario, el discurso que el fiscal compuso con el dramaturgo Carlos Somigliana, una pieza retórica impecable, donde interpela al tribunal de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Buenos Aires, presidida por el juez León Arslanian: «Señores jueces, quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ¡Nunca Más!».

La expresión es de la CONADEP (un siglo antes la usó Edgar Alan Poe en su poema “El cuervo”, en otro contexto y con otra connotación), pero esa apropiación la valida y viraliza en tiempos pre redes. 

Toda épica necesita un superhéroe. Y los hacedores de Argentina, 1985, la película que ficcionaliza ese juicio histórico, lo tuvieron en cuenta. No por nada, una de las productoras es Victoria Alonso, ejecutiva top de Marvel.

Argentina, 1985 se estrenó el 29 de septiembre en 223 salas de cine, luego de duras negociaciones con la plataforma de streaming Amazon Prime, donde podrá verse en un mes.

En esta entrevista a Santiago Mitre y Mariano Llinás, del periodista Diego Battlle, el director de La cordillera y El estudiante, dice: “La política, las intrigas palaciegas, cómo se construye poder y cómo se lo gestiona son temas que me interesan y que me parecen muy apropiables desde la ficción. Y lo estoy desarrollando desde diferentes películas. No creo que, en ese sentido, Argentina, 1985 sea la última. Y, en este caso, a diferencia de las anteriores, también nos preguntamos cómo se construye un héroe, en este caso manteniendo siempre su dimensión humana”.

Strassera es construido desde unos planos cerrados (el ojo de la cámara lo sigue casi siempre) como ese hombre común, gris, algo panzón, algo cansado, fumador, de anteojos, saco y corbata (casi una caricatura de funcionario de expedientes judiciales) a quien le cae, por azar, por estar en el momento justo en el lugar adecuado, una responsabilidad histórica inaudita. 

Y tiene que improvisar, crear desde la nada. El fiscal artista debe sobreponerse a su propio negacionismo: la película desliza, desde la mirada de Luis Moreno Ocampo, una crítica a la actuación de Strassera en dictadura, omitiendo detalles, como en los argumentos denegatorios de casos de habeas corpus en dictadura (casos Cepernic, Papaleo y otros). Su ascenso al santoral superheroico está dado por su transformación necesaria, y por la estrategia, frente a la negativa de otros funcionarios judiciales temerosos de represalias, de elegir a un grupo joven, no contaminado, sin miedo (al final, ¿los 70 no se trataba de eso, jóvenes queriendo cambiar el curso de la historia?) y con las armas del Derecho, una juventud posrevolucionaria, para recabar las pruebas y evidencia, citar a testigos clave, con el objetivo de convencer no solo a los jueces, sino sobre todo a esa parte de la sociedad incrédula, de que esos tipos tenían que estar en cana. Ganar la batalla para la democracia.

Ese superhéroe humano (en su gran mayoría lo son, menos Superman, que viene de otro planeta) es interpretado por Ricardo Darín, como escribe Diego Lerer en micropsiacine.com, “como si hubiera ensayado toda la vida para hacer ese personaje”.

A Strassera se le asigna como fiscal adjunto a un joven e inexperto Luis Moreno Ocampo (y a Peter Lanzani el traje le calza a medida), proveniente de una familia de militares y con una madre hipercatólica (Susana Pampín). El vínculo entre ellos dos habilita el humor en la película. Pero además, Moreno Ocampo actúa como una especie de Pepe Grillo, una conciencia moral que empuja al fiscal a actuar y desnuda sus contradicciones.

En esta nota para Infobae, Mitre agrega: “Era alguien por el que nadie apostaba nada y terminó ocupando un lugar de heroísmo. Y ese es un tópico del cine clásico: alguien que tiene que hacer algo medio a su pesar y, en el momento de hacerlo, aparece ese costado si se quiere heroico.”

La aclaración de la dimensión humana es válida y se entiende en tanto la opción por hacer una película clásica, realista, “no fantástica”, (como en un primer momento pudieron imaginar director y guionista, que empezaron jugando con el tema y después se pusieron a investigar), donde sí podrían haber ahondado en un elemento presente en algunos tramos, y que ya desde su formulación alude a lo sobrenatural: la famosa teoría de los dos demonios, cuestionada políticamente, hoy cancelada por amplios sectores de la sociedad, pero vuelta a reivindicar desde las derechas y por cierto progresismo. 

Incluso, en ese proceso de transformación necesario, en un comienzo se lo ve miedoso y paranoico, y comete actos imperdonables como “usar” de espía a su hijo menor Javier (Santiago Armas Estevarena) para perseguir a su hermana (Gina Mastronicola), porque el padre sospecha que el tipo con el que sale su hija es un servicio. Una acción que le reprocha su mujer, Marisa, interpretada por Alejandra Flechner.

Pero Strassera completa ese camino del héroe: intenta estar a la altura de las circunstancias con una democracia recién recuperada. La película comienza en 1984, luego de la asunción de Raúl Alfonsín a la presidencia en diciembre de 1983. El gobierno determina que, como los tribunales militares actúan de manera corporativa con los responsables del genocidio, se debe pasar el juicio al fuero civil y el único fiscal de la Cámara es Strassera, a quien Mitre muestra indignado con el ministro del Interior, Antonio Troccoli, quien aparece en imágenes de archivo de TV.

El Strassera de esa joven democracia, muy distinto del que sería después con la reapertura de los juicios durante el kirchnerismo, se transforma en un héroe que, contra todo pronóstico y a pesar de las amenazas que él y su equipo de inexpertos sufren, lleva a testimoniar, entre otres, a Adriana Calvo de Laborde, que interpreta Laura Paredes, de gran peso dramático en la trama. Y a pesar de que la condena le deja sabor a poco, ya que solo logra la condena perpetua de Jorge Rafael Videla y Emilio Massera -con condenas menores a Roberto Viola, Armando Lambruschini y Orlando Agosti y la absolución de Omar Domingo Rubens Graffigna, Arturo Basilio Lami Dozo Leopoldo Fortunato Galtieri y Jorge Isaac Anaya-, el fiscal-superhéroe y sus secuaces de la ficción no descansarán hasta conseguir justicia.

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