En tus calles viven goles que partieron: historias de estadios porteños que ya no existen

⚽️ Buenos Aires es el área metropolitana con mayor cantidad de estadios de fútbol en el mundo. La Ciudad respira y late al calor de este deporte y se demuestra en gigantes monumentos. Son tantas las historias futboleras del arrabal porteño que incluso hoy suenan al compás de estadios que ya no existen. O que no están, pero existen: Sportivo Barracas, el Old Ground de Flores o el viejo estadio de Chaca.

Buenos Aires es el área metropolitana con mayor cantidad de estadios de fútbol del mundo. La experiencia y la trayectoria de la ciudad que respira y late al calor de este deporte se demuestra en gigantes monumentos a los cuales asisten miles y miles de hinchas todos los domingos. Pero son tantas las historias futboleras del arrabal porteño que incluso hoy suenan al compás de estadios que ya no existen. O, mejor dicho, que no están, pero existen. 

Locales en Barracas

La Navidad de 1925 no trae solo pan dulce. También un clásico sudamericano. Argentina contra Brasil, 2-2 (Zerrotti y Seoane, para la selección albiceleste). El conjunto nacional sale campeón ante casi 20.000 personas. En ese lugar, al lado del Parque Leonardo Pereyra, en Iriarte y Luzuriaga, hoy hay casas y negocios. Antes había una cancha. 

“El viejo estadio de Sportivo Barracas es uno de los más importantes de los que hoy ya no existen”, afirma Leonel Contreras, historiador y autor del libro Buenos Aires Fútbol, clubes, canchas y estadios en la Capital Federal desde 1867 hasta el presente (2013). Por su parte, Luis Marzoratti, director del sitio web Viejos Estadios (@viejosestadios), indica que, de los campos “realmente importantes del fútbol porteño que ya no están en su ubicación original”, el de Sportivo Barracas es “el más mítico de todos”. 

El imponente estadio se encontraba en el cuadrilátero formado por las calles mencionadas, Perdriel y Río Cuarto (era parte del terreno lo que hoy es el pasaje Río Limay). Empezó a construirse en 1919 y se inauguró un año más tarde. “Fue una construcción atípica porque estaba compuesto por un terraplén de tierra apisonada, sobre el que se habían tallado cuatro escalones de un metro de ancho cada uno. En esencia, era un estadio de tierra. Gradualmente se le incorporaron tribunas de madera para aumentar su capacidad, que se puede estimar en 30.000 espectadores parados (y hasta 40.000 pero en condiciones de cierto hacinamiento)”. 

En aquellas épocas, el fútbol nacional estaba dividido entre la Asociación Argentina y la Amateur. “Había una división y hubo clubes que se separaron en los tiempos amateurs. Y la selección dependía de la liga oficial”, indica Contreras, quien dice que el conjunto nacional argentino hizo de local en Barracas mucho tiempo porque fue uno de los estadios de mayor capacidad. Un año antes de aquel encuentro en Navidad, el 2 de octubre de 1924, Argentina y Uruguay jugaron un amistoso en la cancha de Barracas. El conjunto “Charrúa” venía de ganar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de París 1924. A los 15 minutos, el argentino Cesáreo Onzari hizo un gol pateando directamente desde el córner. Es por ese hecho, en ese lugar, que hoy a esa jugada se la llama “gol olímpico”. Invento argentino. 

La tierra vieja de Flores

En la época en que el barrio de la Comuna 7 era un partido, Flores vio de cerca los inicios del primer torneo de fútbol nacional en la Argentina, al albergar uno de los primeros partidos y la final-desempate del certamen de 1891. Aquel andar tuvo como anfitrión al estadio “Old Ground” de Flores, en el terreno ubicado en la intersección de las actuales avenida Avellaneda y Fragata Sarmiento, lindero a los terrenos de la actual cancha de Ferro. 

“El Old Ground de Flores fue la primera cancha. Es el lugar en el que se juega uno de los dos primeros partidos de la liga Argentina, que es la más antigua fuera de las Islas Británicas. Y se juega allí un desempate por la medalla entre el Saint Andrew’s y el Old Caledonians (3 a 1 para los primeros) en 1891”, indica Contreras. Hicieron de locales clubes como el Buenos Aires Polo Club, el Buenos Aires AFC, el Flores Athletic e incluso a Alumni. “Old Ground” quiere decir, en inglés, “tierra vieja”: metáfora de los inicios de nuestro fútbol. 

La medianera de Villa Crespo

Un clásico histórico separado por metros. Eso vivieron Atlanta y Chacarita durante casi 20 años con la calle Humboldt como protagonista. Edgardo Imas, periodista e historiador de Atlanta (@AtlantaRetro2), así lo explica: “El primero que llega es Atlanta. En 1922 inaugura su estadio. La cancha quedaba exactamente donde hoy está el Movistar Arena (Humboldt esquina Padilla, hacia Camargo). La cancha era muy chiquita, a tal punto que se la conoció con el nombre de  `Cajoncito´. En 1923 llega Chacarita al barrio y se ubica en el cuadrilátero que forman Humboldt, Padilla, Murillo y Darwin. Luego inaugura en 1933 su estadio en frente, donde hoy está Atlanta. Los dos estadios estaban pegados prácticamente, separados por una medianera. No hay muchos casos en el mundo. En Montevideo, en el Parque Valle, hay un caso similar: están pegados los estadios de Central Español y Miramar Misiones. Pero hay pocos casos”. 

El segundo dato curioso es que la cancha actual de Atlanta se encuentra en el lugar exacto en donde Chacarita puso en pie su segundo estadio en el barrio. El club “Bohemio” se enteró que el “Funebrero” tenía problemas con el pago del alquiler e intercedió para quedarse con el lugar, en el que en 1945 inauguró su cancha. Imas, que sostiene que hoy día sigue habiendo varios hinchas de Chacarita en la zona, recuerda, en alusión a ese hecho, que la hinchada de Atlanta enarboló un canto particular: “Funebrero, Funebrero. Siempre me acuerdo de tí. Eran los vecinos nuestros. Los mandamos a San Martín”. 

Avenida La Plata y la tierra prometida

Osvaldo Soriano camina en un supermercado. Su acompañante, José Sanfilippo, uno de los goleadores históricos de San Lorenzo y “héroe de la infancia” del escritor, convierte la gira entre góndolas y estantes en un recuerdo memorioso: “Pensar que acá se la clavé de sobrepique a Roma, en aquel partido contra Boca”, dice el astro, llegando a las cajas. El relato, contado por el propio Soriano a su amigo Eduardo Galeano e incluido por éste en el famoso El fútbol a sol y a sombra, es la muestra de un anhelo imborrable: los lugares en los que los sueños se hicieron realidad, se mantienen para siempre en la memoria de los pueblos. 

“Por cuestión de edad, sin dudas el Gasómetro de Av. La Plata de San Lorenzo de Almagro (1929-1979) es, de los estadios que ya no están, el que está aún más presente en el futbolero. La franca posibilidad de que “los Cuervos” vuelvan a este lugar mantiene vigente su recuerdo”, indica Marzoratti. A fines de la década del 70, la dictadura personalizada en el alcalde Osvaldo Cacciatore realizó una maniobra estafadora para sacar al “Ciclón” del predio. Al día de hoy el conjunto azulgrana juega en Bajo Flores, pero sueña con volver a los terrenos que supieron ver una cancha de 75.000 personas bautizada el “Gasómetro” por tener una fachada similar a los reductos de gas. Es su tierra prometida. Luego de la posibilidad de comprar los terrenos, de una Ley de Restitución Histórica y una de Rezonificación, parece que ese anhelo está más cerca.

Uno de los relatos más significativos del estadio se dio en noviembre de 1929, en el partido que Argentina le ganó 2 a 0 a Uruguay, por el Campeonato Sudamericano (actual Copa América) de ese año. El conjunto local saldría campeón ese día cuando un cronista, llamado Roberto Arlt, escribió Ayer vi jugar a los argentinos: “Al sur de la cancha de San Lorenzo de Almagro, sobre avenida La Plata, hay una fábrica con techo de dos aguas y varias claraboyas. Pues, de pronto, la gente empezó a mirar para aquel lado, y era que de las claraboyas, lo mismo que hormigas, brotaban mirones que en cuatro patas iban a instalarse en el caballete del tejado”

Cien barrios porteños

Hay historias de estadios que ya no están en muchos lugares de la ciudad. Por fuera de los ya mencionados, tanto Contreras como Marzoratti indican que uno de los más significativos fue la vieja cancha de River, en Alvear y Tagle, Recoleta (1923-1937). “Tenía una capacidad inicial para 40.000 personas. Fue la primera cancha que usó tribunas de hierro y tablones, que fueron el método favorito de construcción de estadios en la Ciudad en la siguiente década”, indica el director de Viejos Estadios. También fue uno de los estadios “más céntricos”, según Marzoratti. El hecho de que no haya ni hoy ni nunca estadios lo que habitualmente se denomina el “Microcentro” de la CABA es un hecho curioso. Explica Contreras: “Cuando el fútbol irrumpe ya en esa zona estaba consolidada la edificación. Es lógico que no haya habido un potrero”.  

La selección argentina, a comienzos de siglo, hizo de local mucho tiempo en el barrio de Palermo. “Entre 1904 y 1909 los partidos se jugaron en un estadio temporario con tribunas de madera para 10.000 espectadores que se montaban en el interior del gran campo ecuestre de la Sociedad Sportiva Argentina (es el actual Campo de Polo frente al hipódromo). Entre 1908 y 1920 se utilizó el estadio del Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (también en Palermo). Era el mayor estadio de fútbol de la Ciudad. Sus tribunas (todas de madera) fueron completamente remodeladas en 1910 (para el Centenario de la Revolución de Mayo), y llegó a disponer de una capacidad para 25.000 espectadores parados”, comenta Marzoratti. 

Hay muchas otras canchas importantes que ya no están más. Según la guía oficial del Gobierno de la Ciudad, titulada “Buenos Aires y el fútbol”, hay 43 estadios que ya no se encuentran en el terreno porteño, sólo de equipos de Primera División. Algunos de ellas supieron ser muy conocidos. El Fortín de Villa Luro (Vélez), la cancha de San Martín y Punta Arenas (Argentinos Juniors), la de Boca en la calle Ministro Brin y Senguel, el estadio de River en el barrio de La Boca (Pinzón y Caboto). Son santuarios invisibles que confirman que las calles porteñas gritan goles de arcos que ya no están. Pero que todavía existen.

Compartí

Comentarios