La invención de un enemigo interno

✍️ Desde hace años, una de las formas más estrictas del colonialismo cultural e institucional es colocar en el centro de las cuestiones urgentes la identificación de supuestos enemigos, en donde los pobres, los humildes y los desposeídos son los que sacan todos los boletos de la persecución.

Los Pueblos Originarios son parte esencial de esa conformación del espacio simbólico de la conciencia colectiva del pueblo, a partir del bombardeo cotidiano de los medios, que habiendo dejado de ser de comunicación, son parte de la disputa de poder de los sectores concentrados de la riqueza.

Se trata entonces de estigmatizar a los Pueblos Originarios -tal es el caso de los Mapuches- como enemigos de la Patria, casi como una épica del siglo XlX, donde el genocidio se explicaba en la necesidad de la modernidad, la civilización y la incorporación al siglo de las luces, de aquellos que eran considerados apenas humanos. 

Esta etapa neoliberal, que contiene diseños estratégicos sobre el Atlántico Sur desde la base de la OTAN en Malvinas, Orcadas y Sandwich del Sur, que -junto a las islas Diego García, Santa Helena y Ascensión- avanzan en el control absoluto de la plataforma continental argentina, la Antártida con sus recursos naturales y el agua dulce, controlando además los pasos interoceánicos Beagle, Magallanes y Cabo de Hornos, por donde pasa todo el tráfico ilegal del mundo, que no puede atravesar por los canales de Suez y Panamá por ser escaneados en los mismos. Ese diseño prevé avanzar en la escisión de la Patagonia Austral del territorio continental argentino, de ahí el ataque a los pueblos mapuches.

Este esquema se complementa con la ocupación creciente, arrasando la regulación de tierras fronterizas vigente en el país, por parte de sectores de las potencias imperiales que han adquirido, no siempre en forma legal, millones de hectáreas de tierras patagónicas. Estoy diciendo que los verdaderos “okupas” son los Benetton, Midlin, Turner, Lewis, Tomskin y otros que, a no dudarlo, serían la punta de lanza de cualquier esquema de fractura del territorio nacional. Ya lo expresó en su momento el gobernador de Mendoza que estaba dispuesto a separar la provincia del país, atendiendo a los intereses petroleros privados y sus inversiones.

Lo sucedido en estos días se inscribe en este contexto, donde siempre vemos la foto e ignoramos la película que se viene desarrollando, con la muerte de Rafael Nahuel incluida, en donde la supuesta propiedad privada es más importante que la vida de los Pueblos Originarios, que encima son presentados como “terroristas” por reclamar por sus derechos ancestrales, como bien marca la Constitución Nacional de nuestro país.

Se trata entonces de estigmatizar a los Pueblos Originarios -tal es el caso de los Mapuches- como enemigos de la Patria.

Sus formas de reclamo son juzgadas como violentas, pero no lo es el accionar corrupto de una Justicia cooptada por el poder económico y un poder político provincial socio de los negocios de los terratenientes blancos y occidentales, expresión cultural del mundo “occidental y cristiano” que se asume como propio por esos personajes, tan occidental como Japón, tan cristiano como Israel, por tratarse de una concepción geopolítica de dominación, antes que cultural dominante.

La Justicia argentina está corrompida desde su cabeza: la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ha amparado no sólo la persecución de los pueblos originarios, sino el armado de causas, el encarcelamiento y linchamiento social de dirigentes peronistas, siendo su expresión máxima Milagro Sala, cacica Coya, dirigente social y política, presa desde hace casi 7 años junto a otros compañeros.

Estamos entonces ante una nueva etapa de violencia institucional, una avanzada del golpismo destituyente judicial, con un aparato represivo que siempre ha sido afín a su mandato, cumpliendo como “obediencia debida” sus decisiones, como si fueran emanadas de los mecanismos de defensa, tanto legal como institucional, que merecen todas y todos los habitantes de nuestra Patria. Los Mapuches son tan argentinos como cualquier hijo de paraguayo, boliviano, español, italiano, son hijos de la Patria con identidad y memoria que conservan sus tradiciones y cultura como lo hacen todas las colectividades, pero en el caso de los Pueblos Originarios son consideradas parte de barbarie, frente a la civilización eurocéntrica.

Sin dudas, nuestra Patria recuperará Soberanía en el marco de la Patria Grande Latinoamericana y estos acontecimientos dolorosos y trágicos, que además comprometen la vida de mujeres y niños, humildes y desposeídos, sin un Estado que les otorgue una respuesta apta para la vida digna, significa el fracaso del Estado como tutor de bien común de los argentinos y las argentinas.

El “Nunca Más” al neoliberalismo incluye sin dudas una reparación histórica sobre los pueblos que han dado la libertad a nuestra Patria como cuando los convocó San Martín en la Consulta, Mendoza para hacer inteligencia y colaborar en la marcha de los Andes. Algún día, dijo el Libertador: la historia dirá quiénes construyeron la Patria, porque los patrones no quisieron enviar a sus hijos y enviaron peones y esclavos, que sumados a los Pueblos Originarios, permitieron enarbolar la libertad como grito del pueblo, dando los humildes sus vidas por la Patria. Ahí estaban los Mapuches hoy perseguidos, humillados, encarcelados, denigrados por una prensa canalla, un poder judicial corrupto y un Estado que sólo obedece una Justicia Colonizadora.

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