Plurinacional, disidente y disca

👩‍🦽 Luego de un masivo Encuentro Plurinacional en territorio puntano la periodista Laura Alcaide cuenta la experiencia del colectivo Orgullo Disca. Avances, retrocesos y deudas pendientes para las personas con discapacidad.

Flamean las banderas: las de los pueblos originarios, las del colectivo LTTBINB+; flota en el aire olor a reconocimiento… Este encuentro multicolor llegó para quedarse. Así, percibiendo un amanecer, y a sabiendas que cada amanecer trae una revolución, este año nos juntamos un grupo de mujeres y disidencias con discapacidad para viajar a San Luis.

Lo cierto es que las luchas feministas y transfeministas nos impulsaron a rebelarnos contra nuestras propias opresiones como personas con discapacidad. Por eso, ya hace algunos años, previamente al Encuentro 34° de La Plata, comenzamos a organizarnos para garantizar accesibilidad y lograr que crezca la participación de nuestro colectivo. En esa oportunidad se estableció la primera Comisión de Inclusión y Accesibilidad, que tuvo su continuidad en San Luis.

A partir de esa experiencia, en la que la mayoría de les integrantes de la Comisión teníamos discapacidad, intentamos sostener nuestra presencia en los encuentros. Y digo sostener, porque nuestra participación depende de la eliminación de múltiples barreras. En ese marco, este año hubieron algunos ajustes razonables como la contratación de Intérpretes en Lengua de Señas Argentina, instalación de baños accesibles, programas en sistema Braille, etc. Medidas que nos hacen pensar que vamos camino hacia contemplar a nuestras corporalidades como parte de la lucha.

Sin embargo, los ajustes son insuficientes y eso se traduce en la asistencia de un grupo reducido. En este aspecto se centró el debate del taller «Personas con discapacidad», donde se leyó como disparador el mensaje de una compañera neurodivergente que enumeró las barreras por las cuales no pudo concurrir. A propósito de ese planteo y en nombre de todes les compañeres ausentes, se propusieron diversas estrategias de accesibilidad dignas de aplicar en los próximos años. 

En primer lugar, consideramos obsoleta la idea de que la discapacidad sea el único espacio de pertenencia de este colectivo: ¿a quién se le ocurre que no nos gustaría hablar de economía popular, o bien de sindicalismo? Temas que, por otro lado, de ninguna manera se constituyen como ejes de «nuestro taller». Entonces resulta urgente pensar a la discapacidad de forma transversal, entendiendo a nuestras condiciones como parte del cotidiano. En este sentido, fue muy enriquecedor el hecho de que las compañeras sordas y su equipo de interpretación circularan por distintos talleres renovando la palabra y enseñando su modo de comunicar. Pero, claro que todo el conglomerado de personas sordas debían moverse juntes en el mismo taller porque no contaban con la accesibilidad para dividirse. Es fundamental que se entienda que no nos resignamos a ser un nicho aparte, tapado e invisible.

Por otro lado, nos parece vital que la Comisión de Inclusión y Accesibilidad tenga continuidad en los encuentros, y que en la misma haya PCD (personas con discapacidad), de manera que se garantice un conocimiento acerca de las necesidades del colectivo. Por ejemplo, es indispensable que todos los talleres se realicen en lugares de fácil acceso, así tenemos la posibilidad de decidir en cuál nos gustaría estar, pues hoy la elección se nos presenta como un privilegio. Para eso, es preciso que haya baños públicos adaptados, al igual que intérpretes de Lengua de Señas Argentina. Además, el método de registro de conclusiones y toma de notas es totalmente excluyente para las personas ciegas.

Una idea clave para incluir a las PCD en talleres es la de pensarlos también en un soporte virtual, algo de lo que aprendimos mucho en pandemia. 

Ahora bien, creemos que nuestra participación tampoco puede estar restringida solamente a los talleres, es nuestro derecho vivir todas las instancias del Encuentro, como los festivales culturales, peñas, ferias, etc., en donde se deben prever las mismas condiciones. 

La participación política parece ser la gran preocupación del colectivo de PCD, que no es una prioridad, en tanto otras necesidades básicas no están cubiertas. Esta problemática se profundiza si tenemos en cuenta la limitación histórica de ser un colectivo silenciado por aquellas personas que no tienen ninguna discapacidad y hablan en nuestro nombre. Es el caso de profesionales, familiares, cuidadores, etc. Por eso, en este Encuentro, tal y como habíamos solicitado en La Plata, el taller de discapacidad se dividió en dos: en uno sus protagonistas y en otro las personas del entorno. Si bien cada quien podía optar, según su representatividad, por cuál prefería, las PCD decidimos que en el nuestro tendríamos la prioridad en la palabra. Por supuesto, esto generó resquemores, sobre todo de aquelles que no quieren soltar ningún privilegio. No obstante, liderar nuestras propias discusiones implica garantizar en las conclusiones reclamos tan categóricos como la adhesión a la ley federal de LSA.

El colectivo de PCD tiene algo muy potente que aportar a la lucha actual: derribar la idea de la política dirimida estrictamente en el espacio público y algo que deriva de ello, que es el falso criterio de «poner el cuerpo» como único modo de producir cambios estructurales. Por ello es que nos sumamos a la movilización con nuestra dinámica, a nuestro ritmo y reducimos la longitud; y aún así continuó siendo un clima hostil para muchas de nuestras corporalidades. 

No menos importante fue el eje «Identidad Disca», en el que una corriente se manifestó desde el orgullo frente a una sociedad discaodiante. Vinculado a este tipo de violencia surgió el concepto de «capacitismo», como un sistema de opresión emparentado con el sistema capitalista y sus lógicas de producción, un engranaje perverso en el que se jerarquizan los cuerpos en función de lo deseable, la capacidad y la noción de validez. En definitiva, la lucha contra este sistema desde nuestra trinchera transfeminista es el gran desafío que nos proponemos. Parte de esta proeza tiene que ver con el reconocimiento de nuestras identidades, en un escenario en el que se levantan las banderas de las disidencias sexuales, de género y de pueblos originarios. Resuena constantemente esa proclama de que «lo que no se nombra, no existe»; y en ese fervor, pujamos por existir.

Resulta que los lentes violetas los calzamos ya hace mucho tiempo, quizás ahora nos corresponda calzarnos los bastones, las muletas, etc. para construir un transfeminismo interseccional habitado por todes.

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Laura Alcaide

Integrante de Orgullo Disca @orgullodisca y periodismo Femidisca. Activista por los derechos de las personas con discapacidad.