Comenzamos en septiembre con asambleas en los hospitales con una idea muy clara: estábamos por debajo de la línea de la pobreza, no había manera de llegar a fin de mes. Muchxs de lxs que hoy somos parte del sistema de salud, fuimos también protagonistas de la enorme lucha del año 2019 en la que logramos el veto de una ley impulsada por el gobierno de Larreta que nos dejaba de reconocer como trabajadores. Y se ve que aprendimos. Con el mismo método que en ese año, debates, propuestas y asambleas logramos armar el primer paro de muchos que vendrían el 21/9. Tuvimos un recorrido impresionante que fortaleció cada paso que dimos.
La Asociación de Médicos Municipales (AMM) se excusó en ser una nueva conducción y no poder resolver el problema de años de atraso salarial, pero en medio del conflicto cerraron una paritaria a la baja y a nuestras espaldas. La complicidad con el gobierno porteño fue total. Hasta que llegó noviembre y la presión de nuestro contundente paro indeterminado y el apoyo indiscutible de un enorme sector de los profesionales de salud no les dejó más opción que convocar un paro: el 8N fue otro logro histórico de nuestra inmensa “luchita”. Una vez más, fracasaron en el intento de contener un movimiento que no estaba dispuesto a dejar de luchar.
Nuestro reclamo fue tan genuino y tan urgente que logramos el apoyo de todos los sectores de salud, de nuestrxs pacientes y de la opinión pública a tal punto que rompimos el cerco mediático impuesto por los allegados del Gobierno de la Ciudad.
Gracias a todo esto, gracias a nosotrxs logramos torcer el brazo de un gobierno cuya única política para la salud es el vaciamiento. Logramos poner en jaque a los sindicatos burocráticos que debieron responder frente a la Asamblea. El triunfo es histórico, una recomposición salarial sin precedentes pero con un gran faltante: nuestros compañeros concurrentes siguen sin cobrar un salario. Ganamos esta lucha, pero vienen muchas más y que se acuerden el gobierno y los gremios que cuando la Asamblea CABA lucha: gana.
