Doha es un símbolo de la lujuria capitalista. Sus decenas de rascacielos son sinónimo de abundancia, derroche multi-millonario de dinero y colores fluorescentes que a todas luces representan una clara exhibición de poder. Pero, ¿siempre fue así la ciudad capital de Qatar o acaso es un fenómeno reciente producto de nuevas condiciones económicas?
Fundada en 1825, Doha proviene de la palabra árabe «Ad-Dawhah» que significa «El Gran Árbol». Esta referencia hace alusión a un árbol prominente que debe haber crecido en el lugar donde surgió un pueblo de pescadores en la costa oriental de la península de Qatar. Precisamente, cien años atrás Qatar era una tierra prácticamente inhabitada y constituía un humilde asentamiento de pescadores y recolectores de perlas donde la mayoría de sus habitantes eran nómadas de los extensos desiertos de la península arábiga.
Todo empezó a cambiar tras la penuria económica vivida entre los años 1930 y 1940, cuando los japoneses inventaron el cultivo de perlas. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se descubrieron las primeras reservas de petróleo en la costa oeste del país y a unos 80 kilómetros de Doha. La naciente industria petrolera permitió que se instalaran migrantes e inversionistas: si en 1950 vivían menos de 25.000 habitantes, para 1970 ya había más de 100.000. El país se independizó en 1971 -Doha era capital del protectorado británico de Qatar- y a lo largo de esta década llegó a acumular un producto interior bruto (PIB) superior a US$300 millones.
Con el hallazgo de gas natural en North Field, fuera de la costa noreste, Qatar logró acumular aproximadamente el 10 por ciento de las reservas conocidas en el mundo. Esto hace que la península tenga las mayores posesiones de gas solo por detrás de Rusia e Irán, países mucho más grandes en población y extensión.
El país limita al sur con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Tiene una población de 2.600.000 habitantes, pero cerca del 90 por ciento de las y los qataríes residen en Doha y alrededores. La ciudad capital siente esta densidad poblacional: el tráfico es intenso producto de que algunas zonas están en plena obra o en proceso de demolición.
Si bien el PIB per cápita del país fue de US$61.276 en 2021, la sociedad qatarí está definida por clases sociales y es extremadamente desigual. No es un dato menor que los inmigrantes superan en 7 a 1 a los qataríes, por lo que las diferencias están asociadas generalmente al racismo. Buena parte de los inmigrantes trabajan en situación de semi-esclavitud; de hecho, hubo denuncias de organizaciones por las condiciones de muchos trabajadores involucrados en la construcción de los estadios de fútbol.
La opulencia que muestran algunas de las construcciones arquitectónicas de Doha contrasta en fuerte medida con la concentración de riqueza en manos de muy pocas personas. En Qatar, el 1 por ciento más rico concentra el 29 por ciento de los ingresos totales del país. Es decir, casi un tercio de los ingresos está en manos de los más ricos.
