Larga vida a Leonardo Favio, artista popular y de culto

🎞️ A diez años de su muerte, el Festival de Cine de Mar del Plata homenajeó al artista que sedujo al público argentino con sus películas, su voz de barítono y su look marlonbrandoniano.

Este sábado se cumplieron 10 años del pase a la inmortalidad de Leonardo Favio (nacido Fuad Jorge Jury, el 28 de marzo de 1938 en Mendoza). Fue cantante, compositor, actor, director y productor de cine. Y muy peronista. Sedujo al público argentino con sus películas de pasión, nación y muerte, y de técnica refinada, esa voz de barítono única y su look marlonbrandoniano

Por eso, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que se desarrolla hasta el martes 13 de noviembre, le dedicó su 37° edición. Así, ayer se exhibieron tres de sus películas: Juan Moreira, en el Teatro Auditorium, y El dependiente y Nazareno Cruz y el lobo (ambas en 35 mm), en el Teatro Colón de esa ciudad balnearia. Hubo un panel en el que se discutió su obra, un concierto en el Museo Mar con la presentación de su hijo, el músico Nicolás Favio y su sobrina Luciana Jury, y un cierre a toda orquesta con el espectáculo Favio Sinfónico. Mientras que el ilustrador Gustavo Sala pintará un mural esta semana con un retrato del artista en el foyer del Teatro Auditorium.

De niño solo a creador incomparable

Favio tuvo una infancia muy dura: abandonado por su padre, pasó sus primeros años de encierro en encierro, en reformatorios e incluso, en prisión. Lo contó en Crónica de un niño solo, de 1964, primera de una trilogía en blanco y negro, y que atrajo a la crítica especializada. Su hermano, Jorge Zuhair Jury, escritor y guionista, fue su colaborador en casi toda su filmografía.

En 1967, en plena dictadura de Onganía, llegaría la segunda (la película con el nombre más largo del mundo): Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…, conocida como El romance del Aniceto y la Francisca, interpretada por Federico Luppi, Elsa Daniel, María Vaner (que fue su primera mujer, antes de Zulema Carlina Leyton) y Edgardo Suárez y considerara como su mejor película por gran parte de la crítica.

Federico Luppi y Leonardo Favio en el rodaje de «El romance del Aniceto y la Francisca».

En 1969, estrenó una película pequeña y urbana (o conurbana), que cierra la trilogía: El dependiente, con Graciela Borges, Walter Bidarte y Edgardo Suárez. Un film a lo Hitchcock, muy teatral: la mayor parte ocurre en el patio de una casa donde comienza el romance; otro poco en el interior de un local; algo, en la vereda. La falta de apoyo oficial le significó un parate que aprovechó para desarrollar su carrera musical, que había despuntado en la adolescencia con una guitarra y una voz única. 

Como Sandro, Favio cruzó las fronteras de la Argentina y su música se internacionalizó. Lejos del rock y cerca de las canciones del corazón, publicó el disco Fuiste mía un verano, de baladas y temas románticos. La canción homónima y “O quizás simplemente le regale una rosa”, lo catapultaron a la fama como cantante, y le valieron el seudónimo del “Juglar de América”. “Ding dong”, “Ella ya me olvidó” fueron otros hits que nos supimos todes.

A comienzos de los 70, Favio volvió a las pantallas a todo color, con dos películas apasionadas, llenas de sangre y otros fluidos corporales, relatos nacionales, salvajes, profusos, coloridos y barrocos, en los que hombres, mujeres y naturaleza se combinan en escenarios rurales.

En plena primavera camporista, en 1973, estrenó Juan Moreira (protagonizada por Rodolfo Bebán), basada en la novela de Eduardo Gutiérrez, que cuenta la vida trágica del célebre gaucho bonaerense. 

Y dos años después, ya con Perón en el poder, Nazareno Cruz y el lobo, basada en la leyenda del séptimo hijo varón que deviene hombre lobo, una película pre Marvel con Juan José Camero y Marina Magali (una belleza rubia del momento que no siguió en carrera, salvo unas pocas ocasiones), antes de la debacle de la última dictadura cívico militar, aunque en julio de 1976 llegó a estrenar Soñar, soñar, con Carlos Monzón (que venía de actuar en La Mary) y Nora Cullen. 

Luego de un largo parate, en 1993 llegaba a la pantalla Gatica, el Mono, con Edgardo Nieva y Virginia Innocenti, que cuenta la vida aristotélica y trágica del célebre boxeador José María Gatica, y recrea la mítica escena del encuentro con Perón: “General, dos potencias se saludan” (que podría competir con las mejores frases de Maradona).

A fines de los 90 llegaría su documental Perón, sinfonía de un sentimiento, una historia artística, personal y sentimental del peronismo, que puede verse en Youtube en cuatro capítulos. Por decisión del propio Favio, no se distribuyó en el circuito comercial: fue estrenado con entrada gratuita, como regalo de Reyes, el 6 de enero de 2000 en el cine Atlas Recoleta, y se exhibió en eventos sociales y políticos. Más tarde, Página|12 lo comercializó en cuatro videocasetes. La película está dedicada a la memoria de Héctor Cámpora, Hugo del Carril, Ricardo Carpani y Rodolfo Walsh, «a los trabajadores, a los estudiantes, al Grupo Cine Liberación: Fernando Solanas, Gerardo Vallejo y Octavio Getino«.

En 2008, Favio realizó Aniceto, reversión musical de la película que cerraba la trilogía blanco y negro, con título simplificado.

Como actor, participó en películas propias y ajenas. Por ejemplo, fue dirigido por Leopoldo Torre Nilsson en Fin de fiesta o en Martín Fierro y por José Martínez Suárez en Dar la cara. 

En los años previos a su muerte, se lo vio con su inolvidable look de pañuelo en la cabeza, mirada aguda, sonrisa fina, Acosado por una enfermedad autoinmune, murió el 5 de noviembre de 2012.
Favio fue un romántico. Y un político. Logró algo que pocos artistas logran: fue popular y de culto. Sigue siendo y seguirá, por los siglos de los siglos.

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