La grieta entre el norte y el sur: un derrame hacia arriba

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el centro urbano con mayores niveles de desarrollo económico del país. Sin embargo, su riqueza no derrama a todas y todos sus habitantes por igual: la brecha entre el sur y el norte porteño crece cada vez más.

La Ciudad de Buenos Aires está partida en dos. Un norte con trabajo formal, salarios más altos, hogares con agua y electricidad de red, acceso a la salud privada y a la conectividad. Un sur que lo triplica en pobreza y lo duplica en desocupación, donde la tasa de informalidad laboral entre les jóvenes trepa al 61% y casi la mitad de les pibis no tienen computadora. Estos son sólo algunos de los números de la tremenda desigualdad que año a año se profundiza en la ciudad más rica del país debido a la ausencia de políticas públicas destinadas a mejorar las condiciones de vida de aquellos que peor la pasan.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el centro urbano con mayores niveles de desarrollo económico del país. Sin embargo, su riqueza no derrama a todas y todos sus habitantes por igual. Gobernado desde hace 15 años por el macrismo, el Estado porteño se encarga, a través de las políticas que implementa, de que esta desigualdad no cese. O, incluso, de que empeore.

Quienes vivimos en la Comuna 4 o en la 8 lo sabemos muy bien. La brecha entre el norte y el sur porteño está ante nuestros ojos cada paso que damos. Porque aplica en todas las dimensiones: desde el trabajo y el salario a la salud, pasando por la educación y la vivienda. Y las últimas de esa pirámide son las mujeres jóvenes que viven en el borde.

Desde el año 2019, la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno porteño incluye el indicador de pobreza multidimensional, que aborda el análisis de la pobreza desde distintos ejes: alimentación, salud, vivienda y servicios, equipamiento del hogar y educación. Se considera pobre multidimensional al hogar que tiene carencias en al menos dos de esas dimensiones. Según los datos del último trimestre de 2021, el 15,6% de los hogares de la Ciudad son pobres. Estos 209 mil hogares no están distribuidos de igual manera por todo el territorio: la zona sur, donde ubicamos barrios como La Boca, Barracas, Soldati y Lugano, trepa al 28,5%, mientras que en el norte los hogares pobres son el 10,7%.

Algo que resulta aún más grave es el porcentaje de hogares en situación de indigencia, es decir cuyos ingresos no alcanzan para cubrir los costos de la Canasta Básica Alimentaria. El porcentaje en toda la ciudad es de 4,1%, un número que casi se duplica cuando la misma medición la hacemos en las comunas del sur (7,6%). Estos niveles de indigencia son similares al del conurbano bonaerense, que es el área geográfica que presenta los números más altos de indigencia de todo el país con el 8%.

Como decíamos más arriba, la pobreza también discrimina según el género. Los hogares encabezados por mujeres la pasan peor. En esas familias, la incidencia de la pobreza es del 19%, frente al 12,2% con jefe varón. Si tienen niños de menos de 14 años, el número se eleva al 26,3%. Esto tiene una explicación: las mujeres ocupadas en la Ciudad cobran, en promedio, salarios un 21% más bajos que los varones.

Techo y piso

Una dimensión fundamental para abordar la desigualdad tiene que ver con las condiciones habitacionales de la población. Dentro de la Ciudad, estas diferencias son más que visibles con sólo caminar por sus barrios. Aunque los anuncios oficiales se repiten hasta el asco en carteles y publicidades, “la transformación” sigue sin llegar a la mayoría de las villas y asentamientos. Tampoco a las barriadas populares del sur. A seis años de su anuncio, los procesos de urbanización avanzan más lento que una tortuga y a los lugares que llegó, deja mucho que desear. Viviendas de pésima calidad, con muchísimos problemas de infraestructura, construidas sin pensar en la conformación de las familias que serían trasladadas. El resto, igual: sin acceso a los servicios más básicos y elementales.

Veamos los números: el 7,5% de la población de la Ciudad (230 mil personas) habita en villas. ¿Dónde están estas villas? Sí, adivinaste. En el sur. En la Comuna 8, el 31% de su población vive en asentamientos. En la 4, ese porcentaje llega al 24%. Es decir, 1 de cada 4 personas en La Boca, Barracas, Parque Patricios y Pompeya vive en una villa. El 77% no está conectado a la red pública de electricidad ni a la red cloacal. El 91% no está conectado a la red pública de agua corriente. A toda esta población, hay que sumarle quienes habitan en viviendas multifamiliares, más conocidas como conventillos, que abarcan buena parte de La Boca: pésimas condiciones de infraestructura -frío, humedad, conexiones eléctricas irregulares- y hacinamiento.

La brecha entre el norte y el sur porteño aplica en todas las dimensiones: desde el trabajo y el salario a la salud, pasando por la educación y la vivienda.

Y si hablamos de hacinamiento, los peores porcentajes vuelven a posarse en el sur donde, en 2021 y siempre según la Encuesta Permanente de Hogares, los hogares en el que viven dos y más personas por cuarto es del 21% (Comuna 8), cinco veces más que en las Comunas 2, 12, 13 y 14 en las que no alcanza al 4%. Quince años atrás, los números eran prácticamente los mismos.

A quienes viven en villas y barrios populares, por lo general, les cuesta mucho más conseguir trabajo. Ni hablar del trabajo registrado, en blanco. Por eso, entre otros motivos, la desocupación en el sur más que duplica a la del norte (12% contra 4,7). Y por estos pagos orilleros lo que predomina es la informalidad laboral. El 35% de la población del sur viven de changas, cartoneo, venta ambulante, trabajo en casas particulares no registrado. Si contabilizás a les jóvenes entre 18 y 24 años, las cifras impactan: en las comunas 4, 8 y 9 la tasa de informalidad laboral supera el 61%.

Por estas mismas razones, la brecha que existe entre los hogares de mayores y menores ingresos es muy alta. Los hogares más ricos de la Ciudad perciben, en promedio, 19,2 veces más ingresos que los más pobres. Esta grieta se viene ensanchando a lo largo de los últimos años, lo que expresa un aumento de la desigualdad: en el año 2015 los hogares de zona norte, ubicados en los barrios de Recoleta, Belgrano y Palermo, percibían ingresos 1,50 veces mayores que los del sur. En 2021 la diferencia asciende a 2,01.

Salud y educación

El acceso a la salud es otra dimensión que habla de las condiciones de vida de una familia. Y si bien, en promedio, en la Ciudad de Buenos Aires la mayoría tiene obra social o medicina prepaga, el 18,6% se atiende en el sistema público. Pero, claro, si en el sur un tercio de las personas tiene trabajo informal y salarios por debajo de la canasta básica, es casi una obviedad que el lugar a donde irán a atenderse será el hospital público y sus centros de salud barriales. Por eso, aquel 18,6% trepa al 34% en la zona sur. Estos porcentajes son casi idénticos a los que la EPH mostraba en 2008, cuando Macri atravesaba su primer año de gestión en la Ciudad. Por entonces la población que sólo se atendía en el sistema público era el 18% y en el sur 34,9%. Nada ha cambiado.

Lo que sí se modificó es la cantidad de pibis que en el sur porteño “caen” en la educación pública: durante el primero de estos 15 años de macrismo en la Comuna 4, el porcentaje era el 70,2% mientras que en 2021 alcanza el 76,6%.

No los quiero aburrir, pero si tomamos el nivel educativo la fórmula se repite. Mientras que en los barrios del norte sólo el 6% de la población mayor de 25 años no terminó el secundario, en la Comuna 4 el porcentaje llega al 35%.

Los números no dejan lugar a dudas. Las estadísticas de todas las dimensiones analizadas son fotos de la enorme distancia entre quienes viven en el norte de la ciudad más suculenta del país, y quienes habitan los barrios que orillan con el Riachuelo. Y esta desigualdad no es producto de la naturaleza ni del esfuerzo de algunas personas por sobre otras. Es la decisión política de una gestión que lleva quince años gobernando para el mismo lado de la grieta, su lado norte.

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Martina Noailles

Periodista, Lic. en Cs. de la Comunicación. Trabajó en la sección política de los diarios Página/12 y Crítica de la Argentina, y de la Agencia Télam. Fue editora de la Revista Tercer Sector y actualmente es coordinadora periodística y redactora de Sur Capitalino, periódico de La Boca y Barracas.