Alejandro Sabella, constructor de ilusiones

⚽ Hace dos años nos dejó físicamente un maestro, un militante, un distinto. Sabella fue constructor de equipos de funcionamiento colectivo y compañerismo, pero pensarlo en términos estrictamente deportivos implicaría un reduccionismo casi imperdonable.

Juntos. “El nosotros antes que el yo”, dijo alguna vez, y me conquistó. Por eso no sorprende, cuando en Argentina no son ni las siete de la tarde del domingo 13 de julio del 2014, que haya una ronda con el foco en él. En el pasto hay algo así como sesenta ojos que representan a millones. 

Los jugadores aplauden. Se dan aliento. Están a punto de vivir los últimos quince minutos del Mundial de Brasil. El Estadio Maracaná, ese de las hazañas de Obdulio Varela, el del “jogo bonito” y el Cristo Redentor, observa estupefacto cómo Alejandro Sabella, el maestro de Tolosa, les dice a los jugadores sus últimas palabras como técnico en funciones. 

Está en la cima del mundo. No es la primera vez. Lo que está por pasar no es bueno, pero los finales felices no son condición necesaria para las grandes historias de amor. 

Por favor y muchas gracias

«El día que perdamos la humildad habremos puesto el primer ladrillo para construir el edificio de nuestro fracaso». La frase, copyright Mahatma Gandhi, pone en duda que podamos hablar de Alejandro Sabella como un ex jugador o entrenador. Sí, es cierto, podríamos describir su biografía como una carrera exitosa. Su arranque en River, su partida al fútbol inglés (Sheffield United y Leeds) en momentos en que los traspasos no eran tan habituales, su juego en Estudiantes y la selección Argentina (estuvo cerca de jugar el Mundial 86), sus finales en Ferro y el fútbol mexicano. 

Hablar de sus galardones como entrenador, cierto, es también muy tentador. Sabella llegó, en cinco años, a dos finales del mundo: una, con Estudiantes, por el Mundial de Clubes 2009 y otra, con la Selección Argentina, en Brasil 2014. Fueron sus dos grandes proyectos como DT (también jugó ese rol pero mucho menos tiempo en Corinthians y Al-Jazira), luego de trabajar muchos años como asistente en el cuerpo técnico de Daniel Alberto Passarella. Fue el encargado de hacer que Argentina cruce el umbral de los Cuartos de Final en una Copa del Mundo, algo que no ocurría desde 1990. O, cómo él dijo, de «cruzar el Rubicón». 

Su desempeño en esa faceta, más allá de los brillantes resultados, implicó un talento memorable. Sabella fue constructor de equipos de funcionamiento colectivo, compañerismo, reagrupamientos defensivos sólidos y ataques con sintonía voraz. Alguna vez estuvo a minutos de vencer al mejor equipo de todos los tiempos: el Barcelona de Pep Guardiola. Lionel Messi le dijo a un compañero, cuando lo conoció: “Che, éste sabe en serio”.

Pero pensar a Sabella en términos estrictamente deportivos implicaría un reduccionismo casi imperdonable. Definirlo así es limitarlo por completo. Era, a su vez, un militante solidario, de esos que iban a convertir en acciones sus sueños. “Pachorra”, como le decían, era un maestro. “No existe la docencia sin decencia”, solía repetir quien entendía que la verdadera pedagogía era con ejemplos. La humildad ante todo, el rechazo a los celos y al individualismo resultaban valores innegociables. Decía siempre que nunca había que olvidarse de dos conceptos: “Por favor y muchas gracias”. 

Un día de 2009 tuvo que ver cómo su padre perdía la vida. Estudiantes, club al que dirigía días después, jugaba el clásico platense. Sabella fue, y dio la charla técnica. Leandro “el Chavo” Desábato, antes de arrancar el encuentro, pensó algo que confesaría tiempo después: “Cualquier tipo no hubiera venido. ¿Qué tenés que hacer con un tipo así? Tenés que dejar la vida”.

Pensar a Sabella en términos estrictamente deportivos implicaría un reduccionismo casi imperdonable.

Militancia de la vida

Es 4 de abril del 2013. Los alrededores de Tolosa, más precisamente de la intersección entre las calles 5 y 530, viven el terror que azota a una ciudad. La Plata está bajo agua. A Alejandro Sabella la inundación no lo afecta tanto. Tenía que ir al predio de Ezeiza de la AFA a trabajar. Suspende sus salidas y abre las puertas de su casa para que ingrese quien quiera. El DT de la selección nacional, junto a su compañera de vida Silvana Rossi, les da asilo y comida a los vecinos. No quiere sacarse fotos ni que el hecho tenga envergadura pública. 

El compromiso y la solidaridad siempre fueron una bandera. Sabella estudió Derecho en la UBA y conoció allí a la militancia. Su revista de cabecera era “El Descamisado”, publicación de Montoneros y la Juventud Peronista. Ya jugando en River iba todos los sábados que podía a ayudar en las villas para hacer lo que se necesite: desde levantar paredes hasta formar zanjas. Su pasión por la política la llevó al fútbol, no solamente en declaraciones, sino también en enseñanzas. 

-Fueron bebés de la guerra. 

Las palabras de Ángel Di María, luego de ganarle 2 a 1 a Bosnia por la primera fecha de la fase de grupos del Mundial de Brasil, sorprendieron a más de uno. El “Fideo” hablaba del rival. Dejó traslucir un método: con Sabella se habla de política e historia. Por eso, en la previa del segundo partido contra Irán, los jugadores recibieron charlas sobre el imperio persa. Pensar el presente desde un enfoque histórico, político, vale tanto como la preparación física. 

Ahora es 5 de agosto de 2011. Sabella asume la dirección técnica de la Selección Argentina. Quiere dar un mensaje. Señala la bandera. “¿Qué mayor generosidad que la de Manuel Belgrano, que dio todo por la patria? Era rico y terminó pobre. Es el ejemplo a seguir, el de la generosidad, el de poner el bien común por encima del individual». 

Un partido extraordinario

Cuando Juan Manuel Díaz, que dos años antes jugaba en Liverpool de Uruguay, frena la pelota, se le acerca Sergio Busquets, que medio año después sería campeón del mundo titular en Sudáfrica 2010. Se las ingenia para soltar el balón antes de la marca, ante la mirada fija de Dani Álves, que ya estuvo dos veces en el equipo ideal de la UEFA y ganó una Copa América. El centro es perfecto y casi teledirigido para Mauro Boselli, que le gana en el salto a Carles Puyol, que ya jugó dos Copas del Mundo con España y ganó una Eurocopa y Eric Abidal, subcampeón del mundo con Zinedine Zidane y toda Francia tres años antes. La pelota tiene destino de red. Gol al Barcelona y a la historia. 

¿Cómo puede ser que un equipo como Estudiantes, de la ciudad de La Plata, le vaya ganando a uno de los equipos más poderosos de todos los tiempos? ¿Cómo hace Desábato para marcar a Zlatan Ibrahimovic? ¿De qué manera Germán Ré le sale al cruce a Lionel Messi?

-No hay éxito sin un equipo.

¿Cómo puede ser que un equipo como Estudiantes, de la ciudad de La Plata, le vaya ganando a uno de los equipos más poderosos de todos los tiempos?

El profesor Sabella, muchos años después, contó cómo hizo para estar a un minuto y el descuento de ganarle al mejor equipo de todos los tiempos (perdió 2 a 1 en el alargue, luego de un empate en los últimos instantes). Tiza en mano y pizarrón adelante. Siempre en modo clase. “Había dos ideas básicas. Hicimos una línea de cinco defensores. Tenía una particularidad: los laterales nuestros jugaban por delante de los wines de ellos. Jugamos con Diaz y Clemente (Rodríguez) a los costados, (Germán) Re, Desábato y (Christian) Cellay como centrales; en el medio estaban Sebastián (Verón), el Chino (Benítez), Braña; y arriba Boselli en una función por el centro hacia la izquierda, con Pique y Enzo Pérez en una función de comodín libre para tapar la salida de Abidal. Si cortábamos, Enzo tenía que llegar al área. Tal es así que en los primeros veinte minutos tuvimos dos jugadas. Después se nos fue complicando (risas en el auditorio). La idea básica era contrarrestar “esto” (el triángulo del medio del rival, con Xavi, Busquets y Keita). Ahí era donde se hacía fuerte el Barcelona”. 

El maestro marca otro peligro. “Messi, a una línea de cuatro, la perfora. Se saca de encima rápido al lateral y queda mano a mano con el central. Con un agravante, el pase al ataque de Dani Alves (lateral derecho), que era uno de los fuertes del Barcelona. A su vez, le dimos importancia a marcar más a Pique que a Puyol, porque tenía más riqueza técnica, por lo que pasaba y construía una superioridad numérica en la zona media o, con una gran pegada, metía un cambio de frente con la pelota cruzada”.

Las explicaciones breves son mejor: “Entonces, teníamos que dejar salir a Pujol, no permitir una superioridad en el medio y tener cinco abajo, para que el lateral pueda salir a marcar a su par rival, que uno de los tres centrales salga con Messi, y todo eso sin dejar de tener dos personas más en el área”. 

Para Sabella los planteos tácticos siempre fueron una obsesión. Mucho estudio, dinámica, estrategia. Pero en este caso, más allá de la retórica pedagógica y la belleza de un video que puede verse en la red social Youtube, admite que el verdadero valor fue otro: “Esa fue la idea. Los jugadores, la verdad, hicieron un partido extraordinario”. 

Orgullo

El pitazo final es la desazón de un país. Hace un poco más de ocho minutos Mario Gotze destruyó la ilusión Argentina y convirtió a Alemania en campeón del mundo. Sabella acaba de dirigir su último partido como entrenador profesional. 

El maestro es constructor de ilusiones, generador de utopías, comandante en jefe de cuarenta millones de vidas. Es el conductor de una generación entera que conoció, con él, cómo es eso de estar en las puertas de la gloria. Por eso no sorprende, cuando en la entrevista que le realizan apenas terminada la final del Mundial 2014, dice, al hablar de sus jugadores: 

-Son un orgullo. 

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