Buenos Aires se derrite

Caminar por nuestra ciudad es una experiencia dolorosa para quienes respetamos a los árboles y conocemos sus beneficios para una vida saludable y socialmente equitativa.

Hace 12 años nuestro patrimonio arbóreo viene sufriendo el destrozo constante por parte del GCABA. Las mutilaciones y la poda reiterada les han quitado a los árboles sobrevivientes al maltrato hasta el 80% del follaje que les corresponde por su edad, como consecuencia están más expuestos a enfermedades, más vulnerables al viento y ha disminuido su expectativa de vida y estamos perdiendo sus beneficios para la salud ambiental, física y psíquica de quienes habitamos y transitamos la ciudad. 

Este maltrato, eufemísticamente llamado “mantenimiento” de arbolado, es organizado y gestionado por las juntas comunales y se encuentra a cargo de empresas tercerizadas contratadas por licitaciones decididas por el Poder Ejecutivo central, que también asigna el número de árboles a podar y extraer por año en cada comuna.

La extracción de ejemplares añosos alcanza a miles de árboles por año, la gran mayoría evitable. A esto se suma las más de 70.000 podas anuales que significan en forma directa pérdida de follaje. De los miles de millones que la ciudad destina al “mantenimiento de arbolado”, el 100% se focaliza en el rubro A del pliego de licitación. De esa suma, 95% se destina a podas y extracciones y corte de raíces y sólo 5% a plantación. Al rubro B, que incluye estudios no destructivos por posibles problemas de riesgo, tratamientos fitosanitarios, riego, así como construcción de planteras, se destina cero pesos. Plantar se planta muy poco comparado con lo que necesitamos, ya que deberíamos lograr casi el doble de lo que tenemos en este momento (6,7 habitantes por árbol según el último censo de arbolado 2017-2018) pero como no se planta según buenas prácticas de la arboricultura y no se cuidan, muere entre un 50 y 70% de lo plantado. Como broche de oro, todos los años las empresas que reciben los “restos de poda” y los troncos extraídos para seguir el círculo del negocio montado a expensas de nuestros bienes comunes, ya saben con cuánto material van a contar cada año. Ese material está formado por entidades constituyentes de seres vivos, y es visualizado como materia prima para beneficio económico de unos pocos. 

Sumando motivos para el destrozo de nuestros árboles, el arbolado preexistente no se tiene en cuenta en los pliegos de licitación de luminarias, contenedores de basura y otros servicios públicos. Además, con la aplicación del nuevo código urbanístico, por un lado, nos están quitando árboles de alineación por mutilaciones y talas, efectuadas por empresas constructoras, que no son evitadas ni sancionadas por las autoridades, y, por otro lado, estamos perdiendo árboles de predios privados que forman parte del bosque urbano, al mismo ritmo que disminuye el suelo absorbente de los pulmones de manzana. 

Los beneficios de los árboles urbanos, nuestros protectores ambientales, son numerosos e imprescindibles y producidos por el follaje frondoso.  Fijan CO2 y desprenden O2 gaseoso durante la fotosíntesis. Filtran sustancias contaminantes. En las calles de arbolado frondoso se observa una disminución de la temperatura ambiente de hasta 9⚬C, este efecto, junto con la absorción de agua que aumenta la resiliencia frente a las inundaciones, son los principales beneficios ambientales para la adaptación a la crisis climática. Los árboles son cobijo y hábitat de fauna, y de otros seres vivos de la biota asociada contribuyendo a la biodiversidad. El follaje actúa como pantalla contra los rayos ultravioletas que pueden provocar cáncer de piel y disminuye la contaminación visual y sonora, una de las razones por las cuales produce sensación de sosiego y alivia el estrés provocado por la vida ciudadana. Los árboles forman parte de nuestro paisaje, nuestra memoria y de la identidad barrial. Los árboles que estamos perdiendo son insustituibles y no pueden reemplazarse. No podemos darnos el lujo de perder ni una hoja en este presente de cambio climático y un futuro que se avizora agobiante en una ciudad cada día más árida y hostil.

La política arbórea se inscribe en el contexto amplio de las políticas sobre infraestructura verde urbana y espacio público que se han impuesto en la CABA, que ponen a nuestros bienes comunes a disposición de las ganancias de unos pocos. En las políticas del GCABA se eluden las funciones ambientales de los espacios verdes de suelo absorbente y del follaje frondoso y sus beneficios para la salud física y psíquica de la población. Es imprescindible preservar el follaje frondoso y el suelo absorbente y destinar las tierras públicas, como playones ferroviarios y bajoviaductos para espacios verdes públicos, restaurar el ambiente natural en la ribera del Río de la Plata, del Riachuelo y la desembocadura de los arroyos entubados. Sin embargo, estamos perdiendo estas últimas oportunidades de una vida digna para la población por privilegiar las ganancias de desarrolladores inmobiliarios y empresas privadas. 

Así como los disfraces de ciudad “verde” que tienen mucho de cemento y plástico y nada de verde vegetal vivo pretenden ocultar el propósito de beneficiar ganancias particulares, también la máscara de “participación” pretende ocultar la falta de escucha a la ciudadanía. 

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Basta de Mutilar Nuestros Arboles

Somos un grupo de ciudadanxs que ama a los árboles y que ya no resiste ver su mutilación en calles, plazas y parques.