Contra las mascotas del poder

🧐 Cristina habló durante una hora, pero lo que más retumbó fue cuando dijo que no será candidata y que jamás será una mascota de Magnetto. Con la (cuasi) certeza de que no postulará en 2023, ahora busca marcarle el rumbo al próximo candidato o candidata de su espacio político.

Durante su magistral discurso tras haber sido condenada a seis años de prisión e inhabilitada de por vida para ocupar cargos públicos, Cristina le habló a propios y extraños: «No voy a ser candidata a nada, mi nombre no va a estar en ninguna boleta». Esta frase -una de las últimas- fue la que más retumbó en los oídos de millones de personas. Golpe tremendamente bajo para la militancia kirchnerista, motivo de festejo exorbitante para el gorilaje rancio. 

De esta forma CFK confirmó lo que había anticipado su hijo Máximo en una especie de creencia poco más de un mes atrás. Al igual que en 2015, Cristina no tendrá un cargo ejecutivo ni legislativo y se replegará sin fueros en su casa de El Calafate. Esto en un (muy) posible gobierno de Juntos por el Cambio. En ese marco, ¿puede pensarse en una Cristina alejada de la política o acaso encarará una estrategia similar a la que tuvo en los primeros dos años del gobierno de Mauricio Macri? Por un lado, es difícil pensar a la vicepresidenta desvinculada del acontecer político; por el otro, la historia puede ocurrir dos veces pero no siempre de la misma forma.

Esta versión de Cristina acumula el desgaste de la edad -en febrero cumplirá 70 pirulos- y la sucesión de embates político-mediáticos durante más de una década que han llegado hasta el extremo: al intento de asesinarla en medio de una manifestación pública. Sumado a esta última condena judicial plagada de irregularidades que la proscribe del plano electoral, es difícil pensar hacia delante en una Cristina protagónica al 100 por ciento aunque su figura sigue siendo la única que genera una adhesión mayoritaria del electorado peronista.

Por lo pronto, Cristina se encargó de marcar el rumbo al próximo candidato o candidata de su espacio político de cara a las elecciones presidenciales de 2023: «que no sea mascota del poder». Aquí se refirió explícitamente a la figura de Héctor Magnetto, el poderoso CEO del Grupo Clarín, aunque también podría agregarse al resto de los miembros del denominado «Círculo Rojo»: Luis Pagani (Arcor), Paolo Rocca (Techint), Alejandro Bulgheroni (Pan American Energy), entre otros.  

Esta versión de Cristina acumula el desgaste de la edad -en febrero cumplirá 70 pirulos- y la sucesión de embates político-mediáticos que han llegado hasta el extremo: al intento de asesinarla en medio de una manifestación pública.

Mascota es el animal doméstico que brinda compañía o garantiza el disfrute del cuidador/a. En la jerga política, significaría permitir el saqueo -lo que ellos llaman comúnmente «seguridad jurídica»- de los bienes comunes por parte de los multimillonarios de la Argentina. Sería también claudicar definitivamente contra el FMI y dar luz verde a las reformas neoliberales de achicamiento del Estado.

Esto es lo que debe impedirse de cara al futuro. Y Cristina lo sabe muy bien. Por ello no se priva de marcar sus diferencias con el Gobierno en torno al ajuste fiscal en curso, de plantear el dilema de la economía bimonetaria y de señalar al partido judicial como uno de los que inclina la puja distributiva en favor de los sectores más concentrados. En un contexto sumamente complejo, el candidato o la candidata presidencial de 2023 debe expresar la necesidad de atender a estos aspectos -los cuales requieren un abordaje estructural- y evitar someterse a las órdenes que emanan de los dueños del país. 

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.