Piletas públicas, la huella antigua de una Buenos Aires plebeya sin torres de lujo

💦 Una gigantesca piscina donde hoy funciona Aeroparque, lugar de esplendor durante el primer peronismo, y una pileta de natación en Retiro frente a la estación del ferrocarril. En medio del calor veraniego, recuerdos de una Buenos Aires cuya fisonomía cambió (para peor) en las últimas décadas.

¿Se imaginan salir de Aeroparque y cruzarse con un piletón de más de ocho cuadras de largo? ¿O llegar a Retiro en tren y ver una gigantesca pileta pública? Paisajes que hoy son inimaginables en la Ciudad de la Furia formaron parte de la arquitectura urbana del siglo pasado y concibieron una forma sustentable de pensar el esparcimiento y la recreación en las grandes metrópolis.

No se trató de un fenómeno aislado: allá por finales de la década de 1930, el propio Adolf Hitler construyó una ciudad de vacaciones para obreros que incluía teatro, cine y piscinas además de un estacionamiento que podía albergar hasta cinco mil vehículos. De acuerdo con Fernando Bercovich en esta nota de Cenital, “la pileta es y fue un signo de status (…) El consumo de agua para piletas privadas empezó a ser un problema ambiental en varias metrópolis del mundo. Las áreas urbanas se expanden desmesuradamente a causa, entre otras, de familias en búsqueda de ese esparcimiento en casas quintas o barrios privados, bajo lo que el urbanista Alfredo Garay llama «el paradigma de la casa con jardín»”. 

En Argentina, quien implementó con fuerza la idea de abrir el ocio a los sectores populares fue Juan Domingo Perón. El general y tres veces presidente no sólo construyó conjuntos habitacionales sino también piletas de dimensiones olímpicas como la que continúa funcionando en el Polideportivo Manuel Dorrego (barrio de Mataderos). Eran tiempos en los que todavía podía disfrutarse en el verano de un chapuzón en el balneario público de Costanera Sur -donde ahora se encuentra la Reserva Ecológica-, dado que el Río de la Plata no había alcanzado los niveles actuales de contaminación y la Capital Federal aún no le daba tanto la espalda al río. Tampoco existía como opción un espacio concesionado como Parque Norte, que permite refrescarse en el agua pero a costa de pagar una cuantiosa entrada.

Repasemos la historia de las dos famosas piletas públicas que brillaron a lo lejos (pero no tan lejos en el tiempo) para alegría de las y los porteños:

Un gran espejo de agua junto a Aeroparque

En lo que fue un proyecto de desarrollo de la costa norte, ideado y concretado durante el primer peronismo, entre la prolongación de las avenidas Dorrego y La Pampa se pensó originalmente en una pileta de 1500 metros de largo por 100/200 de ancho, apta para la práctica de deportes náuticos y un edificio principal destinado a vestuarios y confitería. Finalmente, la pileta que se construyó medía 840 x 80 metros y tenía una profundidad promedio de 1,20 metros.

Foto: Archivo General de la Nación

La paradoja es que ésta se ubicaba donde funciona ahora el Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery. Sus defensores plantean que allí les trabajadores y les más humildes -junto a sus familias- podían disfrutar en forma totalmente gratuita de un complejo con todas las comodidades. En cambio, sus detractores recuerdan que -apenas habilitada- el piso de la gran piscina se quebró y todos los esfuerzos por corregir la fractura resultaron infructuosos.

Según registra el Archivo General de la Nación (AGN), a finales de la década del cincuenta la pileta dejó de funcionar. Dado que el Aeroparque requería ampliar su espacio, en abril de 1959 la Secretaría de Aeronáutica cerró el aeropuerto para hacer una serie de trabajos que incluían la prolongación de la pista unos 600 metros hacia el norte, la construcción de calles de rodaje, reparación de pavimentos y la puesta en marcha de una nueva terminal. Finalmente se adaptó el antiguo edificio del balneario sur rematándolo con una torre de control sobre la parte más alta.

La pileta de Retiro

En pleno barrio de Retiro también había una pileta de natación. Estaba ubicada sobre la actual Plaza Canadá, frente a la estación del Ferrocarril San Martín (entonces Pacífico). Fue inaugurada en el año 1938 y su conformación responde al sistema lineal de espacios verdes desde Plaza San Martín hacia el río, cada vez más lejos conforme avanzaban los rellenos.

Según consta en la edición del diario La Nación del 20 de noviembre de 1938, el natatorio se construyó por iniciativa de la Comisión Permanente de Fiestas Populares -entidad municipal encargada de la gestión del ocio y que se ocupaba de los festejos del Carnaval- y contaba con capacidad para 500 bañistas, una profundidad que iba desde los 80 centímetros hasta los 3 metros, trampolín y una fuente, además de un moderno sistema de renovación de agua.

La pileta de Retiro estaba ubicada sobre la actual Plaza Canadá, frente a la estación del Ferrocarril San Martín.

En este hilo de Twitter de @brezhneviano se plantea que “no hay constancia de cuánto tiempo estuvo abierta al público. En la vista aérea de 1940 se la ve todavía en funcionamiento. En la foto panorámica de 1944 el edificio de los vestuarios parece haber desaparecido. Más tarde es difícil encontrar nuevas referencias al natatorio”.

A pesar de la desaparición de la pileta, su huella siguió en Plaza Canadá por mucho tiempo. En la vista aérea de 1978 se verifica que todavía existía el perímetro del natatorio, mientras que ya en 1989 -aunque había sido parquizado con parterres- su contorno seguía las mismas líneas.

Peligro de cierre

Actualmente, el Gobierno de la Ciudad cuenta con 11 polideportivos que permiten disfrutar de las piletas públicas durante el verano en Buenos Aires. Sin embargo, se vislumbra la posibilidad de un ajuste que deje sin piscinas a muchas personas: el año pasado, docentes denunciaron que Horacio Rodríguez Larreta cerró los natatorios de los Polideportivos Pomar, Parque Patricios, Álvarez Thomas, Bernasconi y otros. De esta forma miles de pibas y pibes de dichos establecimientos no pudieron cumplir con el Plan Natación, que establece que “todos los alumnos de 1ero a 7mo grado de todas las escuelas públicas de la Ciudad aprendan y practiquen la disciplina”.

Lo que debería ser un derecho urbano lamentablemente se convirtió en una posibilidad cada vez más remota para las grandes mayorías. El camino es inverso al que se debería cumplir: de las viejas piletas públicas de Nuñez a la actualidad de Parque Norte hay un claro testimonio de ello. Este espacio de recreación fue concesionado en 1981 por el brigadier Osvaldo Cacciatore y en los 90 traspasado al Sindicato de Comercio de Capital Federal, que hoy sigue usufructuando más de 30 hectáreas en la Ciudad. Todo un signo de que la Buenos Aires plebeya, la de los piletones gigantescos, ya no está y que las torres copan el paisaje limitando cada vez más los espacios verdes (sin fines de lucro).

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.